Por Gabriela Rojas
Gabinete de Patrimonio Musical Esteban Salas
Fotos: Monika Rittershaus
La temporada de conciertos en el Centro Histórico comenzó este año 2022 por todo lo alto el pasado 4 de enero, con el recital ofrecido por cuatro solistas de la Orquesta Filarmónica de Berlín y la Orquesta Lyceum de La Habana en el Oratorio San Felipe Neri. El evento ocurrió en el contexto de la grabación de un nuevo fonograma, protagonizado por la novel agrupación sinfónica y la cornista británica Sarah Willis, quien mantiene desde 2017 una fructífera colaboración con el Lyceum Mozartiano.
En esta ocasión, Willis convocó a sus colegas Jonathan Kelly (oboe), Wenzel Fuchs (clarinete) y Stefan Schweigert (fagot), vientos principales de la prestigiosa Filarmónica de Berlín, para la segunda entrega del proyecto Mozart y Mambo, iniciativa que combina obras del compositor Wolfgang Amadeus Mozart con arreglos de temas tradicionales de la música cubana. En tal sentido, el programa del concierto supo conjugar acertadamente obras canónicas del autor austriaco —como la obertura de la ópera El rapto en el Serrallo, el Concierto No. 1 para corno y orquesta y la Sinfonía Concertante para oboe, clarinete, corno y fagot—, con obras cubanas antológicas como La Bella Cubana, de José White, o las canciones Dos gardenias y El Manisero), todas con arreglo de Jorge Aragón
Los invitados dieron muestra de un impecable trabajo cameral en la Sinfonía Concertante y La Bella Cubana. Así, destacaron no solo por su espectacular sonido, dicción y virtuosismo; sino también por su perfecto acople y balance al tocar en conjunto. En El Manisero y Dos Gardenias, al cierre del concierto, se sumaron el trompetista Harold Madrigal y el pianista Ernesto Oliva, con interpretaciones de elevada factura que supieron conjugar con gusto lo mejor de ambos universos: clásico y popular.
La Orquesta del Lyceum de La Habana, por su parte, reveló la madurez que ha adquirido como conjunto sinfónico —particularmente en la difícil tarea de acompañar intérpretes solistas— bajo la conducción certera del Maestro José Antonio Méndez Padrón. El público, que desbordaba la sala, ovacionó cada una de las intervenciones y abandonó jubiloso el Oratorio, con la certeza de haber sido testigos de un acontecimiento cultural excepcional e irrepetible.