Palabras del escritor, ensayista y crítico de arte, Enrique Saínz, en la presentación del libro La Academia, de Oscar Ferrer Carbonell
La República que emergió en mayo de 1902 y sucumbió por el triunfo de la Revolución en enero de 1959 dejó a la nación, a pesar de los latrocinios y de la dependencia económica a Estados Unidos que la caracterizó, numerosas instituciones de la cultura humanística y científica, un atendible desarrollo material en centros urbanos y relevantes obras literarias, musicales, de las artes plásticas, todo un corpus que mantuvo en alto los logros de la cultura cubana desde sus primeras manifestaciones en el siglo XVI. Una de esas instituciones fue la Academia Nacional de Artes y Letras, fundada en 1910 y disuelta en 1964.
Los cambios hacia los nuevos tiempos de la vida nacional y los diferentes períodos de tensión que se vivieron en Cuba desde 1959 y durante décadas, fueron relegando al olvido mucho de lo que se había hecho durante los decenios de la vieja república, de manera que no solo la Academia que hoy nos reúne aquí, sino también otras organizaciones similares, relativamente numerosas, entraron en una penumbra y en muchas ocasiones en zonas de plena oscuridad, por lo que dejaron de estudiarse y valorarse en su justa y real significación intrínseca y en tanto precedentes y continuadoras de una rica tradición que colaboró y colabora sustancialmente en la integración de la vida del país en lo cultural, lo social y lo político.
Desde hace unos años se viene realizando una labor investigativa y de revaluación del pasado mediante el estudio de organizaciones, movimientos sociales, hechos históricos, personalidades de distintos campos de acción de la vida cubana, meritoria labor de rescate del pasado para difundir un trabajo que enriquece la cultura y hace evidente la continuidad de un esfuerzo por engrandecer al país y situarlo en los primeros planos dentro de los distintos momentos históricos que ha vivido a lo largo de la centuria pasada. Dentro de esa línea de reivindicación está este magnífico libro de Oscar Ferrer Carbonell titulado La Academia, publicado bajo el sello editorial Ediciones Boloña, de la Oficina del Historiador de la Ciudad.
No se trata de un acercamiento rápido, más o menos profundo, a esta institución, lo cual hubiese sido sin duda agradecible también, sino de todo un estudio minucioso y realizado con sumo cuidado, con documentos de los archivos que en su vida interna fue elaborando este centro para dejar constancia de las problemáticas tratadas en sus reuniones, de los miembros de su junta directiva, de sus miembros en la diferentes categorías y especialidades, así como de las múltiples actividades que desempeñaron para difundir y estimular las letras y las artes.
Esa papelería fue revisada con verdadero celo profesional por el autor, como lo evidencia la precisión con que puede afirmar fechas de reuniones, acuerdos, relaciones con instituciones homólogas, en fin, innumerables hechos de mayor o menor relieve que quedan en estas páginas claramente consignados, sin espacio para la duda en lo referente a los participantes, las decisiones tomadas, los días, meses y años. Pero ello, con su importancia propia, no queda en el puro dato, sino que viene complementado por lúcidos comentarios y puntualizaciones de Oscar Ferrer, siempre expuestos con una prosa de calidad, sin concesiones al mal gusto ni a la vaguedad, con acertados criterios valorativos.
Amplio espacio de este libro está dedicado a fijar hechos y a establecer una cronología de acontecimientos y tareas, con lo cual se entrega a los lectores una confiable suma de momentos vitales en la sucesión de los años que estuvo activa la Academia; otra parte significativa de la investigación se dedica a dar a conocer la obra de figuras relevantes del quehacer académico, con abundancia de datos que nos dicen qué hizo esa personalidad en su trayectoria intelectual, dentro de cuyo currículo está su labor como miembro de número o directivo.
Se incluye un listado de la membresía en cada una de sus secciones. Labor en verdad muy completa la de esta indagación, caracterizada como ya señalé por el rigor, la precisión, la caracterización de etapas de la vida republicana, entre otros rasgos no menos loables, como el de la mesura y el buen tino, y sobre todo, insisto en ello, la claridad y corrección de su prosa, virtudes no muy frecuentes en trabajos de esta naturaleza.
Ese es el resultado de dos factores de suma importancia: una búsqueda en las fuentes directas de la institución, con todos los materiales a la vista y una labor lo suficientemente dilatada, sin premuras, como para que no se produjesen confusiones y errores, aunque sabemos que nadie está exento de ellos a pesar de la dedicación y el tiempo que se emplee en una tarea de este tipo. Hace años que Oscar me ha estado hablando de su trabajo en la realización de esta obra. Tuvo el privilegio de tener en su casa, como herencia familiar, los archivos con todo lo que encierran, y de ellos extrajo toda esta información, muy bien organizada por él a la hora de dar una estructura al volumen. Quedó expuesto de la siguiente manera, según el índice:
Introducción
Antecedentes
Escenario del alumbramiento
Nace la Academia
Labor de la institución
Los Anales
La membresía
Los presidentes
Los sesenta: el final
Bibliografía
Anexos
En el capítulo “Antecedentes” hallamos una sucinta historia de este tipo de organización desde los tiempos de Grecia hasta las que aparecieron en Cuba en el siglo XIX, predecesoras de la que nacería en 1910, y además algo que enriquece estas páginas: la inclusión de datos acerca de la Academia de la Historia de Cuba, de la Academia Cubana de la Lengua y de ateneos, sociedades, grupos, archivos, liceos, bibliotecas y otras instituciones culturales, y al final, todo de manera resumida y sin pretensiones de sentar cátedra, un recuento del entorno político del país.
Los anexos incluyen el acta de creación de la Academia, sus estatutos de 1911 y más adelante los de 1922 y 1938, sus reglamentos, el proyecto de ley presentado al Senado para que se le reconozca personalidad jurídica y se le asigne un presupuesto, el reconocimiento como corporación oficial, el reglamento para los discursos de ingreso y de recepción de nuevos miembros y la relación, con los sumarios, de los números de los Anales publicados.
El volumen cierra con una “Memoria gráfica” de algunas de las personalidades que tuvieron parta activa en la institución. Libro completo, ejemplo de investigación, de acabado editorial que contribuye a que los lectores sientan deseos de adquirir su ejemplar, La Academia es un sustancial aporte al conocimiento de nuestro pasado y de los aportes de hombres y mujeres relacionados con la misma a la vida espiritual de nuestro país. Cualesquiera que sean las calidades del trabajo desplegado por la Academia Nacional de Artes y Letras a lo largo de su más de medio siglo de vida, el simple acto de su fundación y puesta en funcionamiento es de hecho, por sí mismo, un acontecimiento de enorme importancia porque nos dice que un grupo de intelectuales, escritores y artistas sintió la necesidad, en su momento, de enriquecer la historia nacional y de dar continuidad a una tradición que sabían que no podían dejar morir, pues en ella estaba en buena medida la salvación de la patria.
Si nos detenemos en la obra personal de cada uno de los hombres y mujeres que animaron la Academia veremos que dejaron un fruto a veces intrascendente, otras más perdurable y en algunos otros casos de una significación honda, fundamental. Cada una de esas personas dio lo que pudo, lo que su capacidad le permitió. Como académicos son todos dignos de reconocimiento porque dieron sus mejores esfuerzos en favor de una obra colectiva que contribuyó a integrar y a difundir el trabajo en beneficio de la cultura y en busca del engrandecimiento de la nación. Creo que este volumen que ahora les presento sirve también de estímulo para que otros investigadores se adentren en la búsqueda de datos y de fuentes de otras instituciones homólogas para ir completando el panorama de una época que dio mucho a la vida nacional.
La Academia Nacional de Artes y Letras no se propuso difundir la cultura humanística entre las grandes masas de la población, como muy bien aclara el investigador en un momento de su estudio, pero realizó una labor seria en beneficio de ciertos sectores del país y trajo claridades y amor a las letras y las artes, antítesis en cierta medida de las depredaciones que sufría Cuba bajo los distintos gobiernos de turno que se sucedieron durante esas cinco décadas desde 1910. Como otras instituciones de semejantes y diferentes propósitos y hombre y mujeres que no pertenecieron a sus filas, pero que aportaron valores espirituales y sociales al país, creó un espacio de dignidad y de defensa frente a los horrores de la Historia. Saludamos por ello su quehacer y el de Oscar Ferrer Carbonell por su paciencia y su seriedad para dar nueva vida a la Academia Nacional de Artes y Letras. Saludamos también a la editorial Boloña por su interés en recuperar la memoria de Cuba y por la calidad visual de los libros que publica sistemáticamente.