Por Yoel Lugones Vázquez
Rescatar el Teatro Martí, punto cardinal en la historia del teatro cubano, siempre había sido un sueño largamente acariciado por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
Tantos años de tradición no podían dejarse al olvido; por eso el conocido también como Teatro de las Cien Puertas, meca de la zarzuela y el vernáculo cubano y sede de la Primera Asamblea Constituyente, recuperó su estructura original en la edificación, la mueblería y los exteriores, en justa combinación con elementos propios de la tecnología y los requerimientos actuales – climatización, sistemas eléctricos, de seguridad, entre otros. Además se le ha añadido un bloque tecnológico en el área lateral de los jardines y un sótano para almacenes y camerinos, una ampliación del foso para la orquesta y un edificio anexo por la calle Zulueta para oficinas.
Pero vayamos a la historia de esta última reconstrucción. Marilyn Mederos, especialista de la Dirección de Proyectos de Arquitectura y Urbanismo de la Oficina del Historiador y proyectista general de las obras de restauración del Teatro Martí, evocó para Habana Radio aquellos primeros momentos: “Empezamos con el estudio de las necesidades del recinto para luego acometer la tarea de proyecto que comienza con el diagnóstico del inmueble. Esto lleva detrás una ardua y profunda investigación histórica y una tarea técnica fundamental para la intervención, pues deben tenerse en cuenta las necesidades y el uso que se le va a dar a la edificación”.
“Teníamos claro desde la propia concepción de la restauración que el Martí va a seguir teniendo su uso como teatro tradicional, independientemente de que en él se ofrecieron una gran variedad de espectáculos que iban desde óperas, zarzuelas, bailables y teatro vernáculo que es el que más recuerda el público cubano y el que más se desarrolló”, acotó la especialista.
Como apunta Mederos, uno de los primeros pasos fue realizar los estudios para rehacer los planos con las nuevas tecnologías que lleva el Teatro. Por eso se estudió la política de intervención. El edificio tiene un gran valor patrimonial con grado de protección 1 y generalmente estos inmuebles hay que restaurarlos históricamente como eran.
“En el caso del Teatro Martí – afirma Mederos – una de las complejidades radicaba en que si uno va a restaurarlo tal y como era a finales del siglo XIX (el edificio es de 1884), pues desde el punto de vista tecnológico necesitaba ser renovada su mecánica escénica, ya que en el siglo actual todos esos sistemas teatrales quedaron obsoletos. Así que teníamos la tarea, y el reto, de traer un teatro del siglo XIX al XXI”.
Por tal motivo, se decidió intervenirlo históricamente desde la entrada del público hasta el telón, y lo que resta, la mecánica escénica, la tramoya, hacerla nueva. Esta última se encontraba en muy mal estado y casi inexistente; no tenía cubierta por lo que se tuvo que hacer una torre de tramoya nueva con los nuevos sistemas teatrales para que las compañías se puedan presentar ahí. La parte del público se dejó tal como era, con su tipología arquitectónica original: escaleras de acceso entre platea y balcony, las escaleras de acceso a tertulia ubicadas en la primera crujía y los tres niveles públicos de sala – platea, balcón y tertulia –, con sus entrepisos de madera; se restauraron todas las decoraciones en yeso, las herrerías, las carpinterías…
Para Marilyn Mederos, el trabajo de restauración ha sido bien interesante, pues llevó un proceso de investigación muy complejo y profundo porque no todas las edificaciones conservan una documentación en buen estado o importante para poder acometer estas tareas: “En el Martí hemos ido encontrando, gracias a aportes de los historiadores, a los investigadores de nuestra oficina y varias personas que se nos han acercado, fotografías de temporadas teatrales que se hacían allí. Particularmente nos ha servido el hecho de saber cómo el Martí era un lugar donde se hacían temporadas teatrales de verano. Encontramos imágenes de esas propuestas donde podemos observar algunos detalles de interiores, ver cómo era la carpintería, ver cómo los palcos estaban divididos por rejas en lugar de maderas, detalles en las paredes”.
Así, elementos originales se han respetado como los trabajos en las columnas de hierro fundido que sostienen los entrepisos, completándoles los faltantes de bases y capiteles; igualmente, las herrerías de borde de herradura, balcones y las que dividen los palcos, “característica particular de este teatro, a diferencia del resto de los teatros de esta familia del siglo XIX en Cuba”.
“Por ejemplo, nos llegó como algo de gran valor – apuntó la arquitecta – el falso techo de la sala que estaba en pésimo estado y el cual se tuvo que desmontar y volver a hacerlo, y colocarlo junto a las decoraciones donde intervinieron especialistas y estudiantes de la Escuela-Taller «Gaspar Melchor de Jovellanos»”.
De igual manera, la carpintería francesa en el nuevo teatro se ha concebido según el modelo histórico para los cierres de vanos de fachada. Por su parte, el exterior, de piedra, no de albañilería, se ha trabajado arduamente, pues estaba llena de suciedades agregadas y muchas otras cosas que dañaron esta vista y que se le habían ido sumando a lo largo de su historia. También, los entrepisos de madera estaban en muy mal estado y llenos de comején y se tuvieron que rehacer, así como las rejas, de las que quedaban muy pocas pero con esas se trabajó en las demás.
Los testigos vivos han sido muy importantes porque nos han permitido, junto al testimonio fotográfico, reconstruir y rehabilitar todo el Teatro, sentenció Mederos.
El Teatro Martí es un teatro a la italiana, con una estructura de herradura de la que existe una familia en todo el país, de los mismos que surgen en el siglo XIX. Matanzas tiene el Sauto; el Teatro La Caridad, en Villa Clara; Cienfuegos tiene el Terry; el Milanés en Pinar del Río, nos aclaró la especialista.
La intervención del Martí tuvo en cuenta estos detalles patrimoniales. “Por eso – afirma Mederos –, se restaura toda la parte del público, porque es patrimonial dentro de esa tipología teatral. Pero, ¿qué pasaba con las posibilidades de su uso y su funcionalidad en el presente? Era necesario, como te dije anteriormente, actualizar toda la tecnología de la mecánica escénica. Al principio, los telones eran de papel y se movían con varas de madera de manera manual, y ahora si eso se mantuviera así sería un museo…”
“Una restauración es un proceso muy costoso, y más en un edificio de altos valores históricos y patrimoniales: hay que respetar lo original pero a la vez hay que hacerlo funcional para el pueblo. Para lograr tal objetivo, se hizo necesario crear un equipo donde confluyen muchas especialidades con expertos de la Oficina del Historiador que comúnmente intervienen en una restauración, además de otros peritos que han trabajado en otros procesos de rescate de varios teatros del país”.
“No podían faltar – continuó la proyectista general – un mecánico escénico, especialistas en electroacústica y en luminotécnica. Esos son temas que hubo que compatibilizarlos con las demás aristas de la restauración. Otra situación que tuvimos que superar fue la relacionada con la climatización de este espacio que, en sus inicios, no fue pensada para tener equipamiento de este tipo porque no existían. Hubo que buscarle un espacio a esos equipos tan pesados y necesarios. También pudimos contar con el edificio anexo que servirá de apoyo como espacio para la gestión socio-administrativa del lugar. Además tendrá tintorería, lavandería, vestuario, entrada de artistas, cafetería, oficinas de administración y algunos locales para ensayos”.
Uno de los elementos nuevos es el área de jardines. Este es uno de los espacios del teatro más modificados a lo largo de la historia; de hecho, desaparece en la época de la República. En el año 1965 se recupera el jardín y actualmente se retoma, como en sus inicios, pero con materiales contemporáneos. “Nuestra modificación la estamos realizando tratando de que se parezca lo más posible a las áreas originales. Se está recuperando la marquesina, las áreas verdes, las fuentes, los bancos, los quioscos de venta de taquilla y la cafetería; todos esos elementos que hacían diferente a este teatro del resto de los teatros del siglo XIX en Cuba”, señala Mederos.
Otro reto: la iluminación inicial era por gas. Actualmente ha debido ser actualizada con paneles eléctricos. Sin embargo, las normas contra incendios es otra de las cosas que se exigen y por eso se ha creado una cisterna inmensa debajo de la platea para caso de incendios.
Son muchos los elementos a tener en cuenta en una restauración tan complicada. Pero el empeño y el compromiso de todos los involucrados en este rescate se hace evidente, fundamentalmente por el nivel de detalle con que se trabaja y el ánimo de no perder ni un segundo en la labor. Esfuerzo mancomunado, he ahí lo que permite el avance de las labores en un inmueble, al que era más que imprescindible devolverle la riquísima “vida” que lo consolidó.
Muy pronto el gallego, la mulata y el negrito – personajes típicos del teatro bufo cubano – volverán al escenario del Martí, donde durante décadas se presentaron grandes cantantes y actores de nuestra Isla. Tradición que no quedará en el olvido y que resurgirá con nuevos bríos para reafirmar la valía de la cultura y la identidad nacional.
Nota del Editor: Estas imágenes corresponden a un primer período de la resturación del Teatro Martí.