Tomado del sitio web Juventud Rebelde
Por: Lourdes M. Benítez Cereijo
Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman;
pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear,
y quien se acerca, se enciende.
Tomado de El libro de los abrazos de Eduardo Galeano
La primera vez que escuché hablar del teatro Martí fue por los relatos que contaba mi padre de aquella ciudad que él conoció en sus años mozos. Me hablaba de un sitio que procuraba la risa fácil y genuina. Me hablaba de un espacio donde reinaba la música, y la alegría de La Habana toda parecía colarse por cada una de sus ventanas.
En Dragones y Zulueta estaba ese lugar. Recuerdo la nostalgia en la mirada de mi progenitor al contemplar esa edificación que, por momentos, parecía sostenerse solo por la fuerza de la memoria. Esa certeza no estaba muy lejos de la verdad. Nadie sabe cuánto poder hay en la voluntad de resistirse a la muerte por olvido.
Después de unos 40 años de soportar la soledad de la clausura, y gracias a un complejo proceso de restauración —a cargo de la Oficina del Historiador de la Ciudad— que lo rescató del pasado, el teatro Martí reabrirá sus puertas mañana como prueba infalible de que la memoria viva es el tiempo sin reloj.
1884
Ese fue el año en que se inauguró la glamurosa instalación de estilo neoclásico. Por aquellos tiempos se conocía como teatro Irioja, aludiendo al apellido de su dueño, llamado Ricardo. No fue hasta principios del siglo XX que adoptó el nombre de nuestro Héroe Nacional.
Muchos sucesos históricos, políticos y culturales —así como otros de «extraña naturaleza»— tuvieron lugar en ese inmueble. Allí sesionó la Asamblea Constituyente, desde finales de 1900 y hasta principios de 1901, en la que se elaboró el texto de la Constitución de la República y donde muchos cubanos alzaron sus voces para pronunciarse contra la imposición de la Enmienda Platt por parte de Estados Unidos.
Según se narra en un texto consultado en el sitio digital de la emisora Habana Radio, en 1899, el 24 de febrero, «se estrenó la zarzuela El Grito de Baire, para celebrar el aniversario de la guerra de independencia, a la que asistieron Máximo Gómez y demás jefes y oficiales del que fuera el Ejército Libertador».
Se relata en el mismo trabajo que «los hechos más importantes en la historia política de la edificación no concluyeron aquí. En 1955, la Asamblea Ortodoxa radicó en ese teatro y allí se reunieron Pedro Miret, Armando Hart, Faustino Pérez y Ñico López para dar lectura al Primer Manifiesto del Movimiento 26 de Julio, enviado desde el exilio por el joven Fidel Castro».
También, como cosa de locos, hasta el Martí llegó el Fakir Urbano, quien se metió en una urna de cristal y estuvo 25 días sin comer ni beber; o Brenda, una bailarina uruguaya —de cuya existencia cuenta Ciro Bianchi en una de sus columnas dominicales en JR—, que protagonizara algunas de las revistas teatrales más candentes de la época al exhibirse en cuerpo y alma, pero sobre todo en cuerpo, sobre el magnífico escenario.
Si bien había mucho para escoger, lo que más deleitaba al público eran esas vibrantes actuaciones del teatro vernáculo, en las que Alberto Garrido (el gallego) y Federico Piñero (el negrito) hacían de las suyas. Muchos otros grandes artistas también conquistaron ese escenario: Rita Montaner, Caridad Suárez, Arquímedes y Carlos Pous, Alicia Rico, Candita Quintana, Blanquita Becerra, Rosita Fornés, María de los Ángeles Santana y Carlos Montezuma, entre otros.
¡Y qué decir de la zarzuela! El teatro Martí fue por excelencia escenario donde figuras de la talla de Gonzalo Roig y Rodrigo Prats llevaron a su máxima expresión ese género. Se estrenaron obras como Cecilia Valdés y Amalia Batista, y otras de renombre internacional como Tosca, de Giacomo Puccini.
Cosas del destino
«Te voy a contar algo que parece una fábula: la primera vez que mi padre me “dio” fue a los 11 años porque me escapé hasta el teatro Martí para ver una función en la que actuaba Zenia Marabal. Después, durante la etapa escolar seguía escapándome a las cinco de la tarde y me paraba por una reja a ver los ensayos, hasta que Robreño, de tanto verme parado en el mismo lugar, empezó a dejarme entrar. La verdad es que tengo vínculos muy importantes con este teatro».
Así le confiesa a JR, Alfonso Menéndez, director artístico de la Oficina del Historiador de la Ciudad, del anfiteatro del Centro Histórico y ahora del Martí.
Menéndez compartió con nuestro diario los detalles del espectáculo de apertura, que lleva por nombre Volver al Martí. «Está conformado por fragmentos de las obras que se estrenaron: Cecilia Valdés, Amalia Batista… Aquí también se hizo mucha revista con figuras como María de los Ángeles Santana, Pous, Sanabria, Zenia Marabal… por eso hay un popurrí que aglutina todos los números musicales de La bella del Alhambra».
Aunque el director no reveló muchos detalles para asegurar el factor sorpresa sí comentó que habrá una versión «muy interesante» de Mesié Julián.
Asimismo se podrá disfrutar de un fragmento de La viuda alegre. «Rosita Fornés hizo muchas temporadas de esa obra, que se presentó en el Martí 93 veces. Ella estrenó en Cuba, en este teatro, operetas que nunca más se hicieron: Soldado de chocolate, El encanto de un vals y Pardon madame. Por tanto La viuda alegre es una forma de rendirle homenaje.
El espectáculo, que será absolutamente en vivo, tiene como característica singular que incluye una formación orquestal igual a la de antaño. «Se hizo un estudio acerca de cómo era el formato para 22 músicos, y que sonara a orquesta grande, y hubo que hacer todos los arreglos musicales nuevos; incluso, en los arreglos corales nos remitimos a los originales. Fue una tarea harto complicada, pero quisimos recuperar la sonoridad que tenía el teatro».
La dirección musical estará a cargo del maestro Miguel Patterson y participarán los coros Nacional de Cuba, Vocal Leo y el del ICRT. Actuarán además el Conjunto Folclórico Nacional y los ballets de Lizt Alfonso y el del Anfiteatro del Centro Histórico.
Es un espectáculo corto, dura solo 50 minutos, y tendrá como invitados especiales a Aurora Basnuevo y Mario Limonta, quienes descorrerán el telón con una escena del teatro vernáculo.
Si de historias se trata…
A Alfonso Menéndez lo sorprendió nuestro equipo —que se presentó sin previa cita— inmerso en el ajetreo que antecede a los grandes momentos. No obstante, nos dedicó tiempo para rememorar épocas y compartir algunas historias.
Anécdotas tan deliciosas como esa de cuando Alicia Rico, una de las grandes figuras de este lugar, llegó al Martí por primera vez, con 17 años. Menéndez, que conoció la historia de labios de Gonzalo Roig, cuenta que se estaba ensayando el estreno de Cecilia Valdés y ubicaron a la desconocida jovencita en el coro.
El coro comienza a cantar y Roig percibe una nota que le resultó muy fastidiosa, alzó la batuta y dijo: «Un momento, ¿de quién es esa voz tan desagradable?». La joven dio un paso adelante y respondió: «Mía; ¿por qué, no le gusta?». Roig, ni corto ni perezoso le confirmó que no. Fue entonces que la Rico, sin sentirse dolida o afectada por el rechazo, le lanzó al respetado Roig: «¿Es eso cierto?, pues a mí tampoco me gusta su Quiéreme mucho de mierda». Y la risa se apoderó del momento; desde ese instante incómodo fueron amigos para toda la vida. Esa era la familia del Martí.
Al interrogar a Alfonso acerca del futuro y de la función cultural de la institución, nos comenta que se velará con mucho cuidado por esta obra. «Queremos que aquí se presente lo mejor, para estar a la altura del trabajo realizado. Tenemos la idea de preparar Don Juan Tenorio y retomar iniciativas como la de llevar a escena La Isla de las cotorras, mediante el estudio de los archivos de Eduardo Robreño y de Enrique Núñez Rodríguez. Pero de manera general será un espacio para albergar la danza, la música, el teatro… Queremos hacer un trabajo cultural que anule la chabacanería y nos enseñe a cultivar lo genuino».
Desde mañana el teatro Martí, que ha recuperado sus valores patrimoniales a la par de la adecuación de las nuevas tecnologías, volverá a vibrar. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que el público colmó sus espacios. Ahora, en solo horas, el Martí volverá a sentir el abrazo de un aplauso.