Tomado del sitio web Cuba contemporánea
Por Mabel Machado
René Peña, uno de los fotógrafos cubanos más virtuosos de la generación de los ´90, ha caído en la tentación de convertirse en curador de exposiciones de arte. En su primera experiencia en el rol de “proyectista” y organizador de este tipo de eventos, el creador hizo converger un conjunto de piezas de su autoría con obras de otros 18 artistas de la isla, para abordar los factores que intervienen en la formación del carácter, el intelecto y las historias de vida de los seres humanos.
Según su statement, la muestra Dios los cría, que estará hasta abril en Factoría Habana, “pretende agrupar en un mismo espacio elementos que hablen de las influencias de su curador”, con otros que den cuenta de “los efectos” de las mismas.
Peña señala que le interesa marcar la diferencia entre “un antes y un después” en la trayectoria de quien se presenta como especialista de arte en esta exposición, dando a entender que determinadas vivencias y hechos contextuales definen momentos (etapas, fases) distintos en su desarrollo personal.
Aunque el artista aparece como el sujeto de referencia fundamental dentro del conjunto que se exhibe en Factoría -no sólo es el autor de la mayoría de las obras sino, además, quien posa para algunas de ellas- el hecho de invitar a otros creadores y declarar que se ha puesto el traje del curador, hace que el relato (lo que cuenta la exposición, lo que trasmite) desborde el plano autorreferencial.
Se sabe que, aun cuando su propia figura ha estado en el foco de una parte significativa del trabajo como fotógrafo, Peña repele la idea de explicar cualquier pasaje de su historia individual a través de las imágenes que crea. Desde que comenzara a explorar esta línea de expresión artística, se ha preocupado por compartir sus puntos de vista, sus “elucubraciones” acerca de la sociedad, usando su cuerpo sólo como soporte.
La muestra se abre, de esta manera, a un espectro de temas que pueden encontrar anclajes tanto en el contexto más próximo al creador como en los disímiles entornos que rodean a sus potenciales receptores. A diferencia de Piel negra, cosas blancas, exposición personal de Peña en la galería Espacio Abierto de La Habana (2001), o de Queloides (2012), proyecto colectivo en el que el artista participó, Dios los cría… no toma como ejes la identidad y la discriminación racial, sino que se extiende al abordaje de otros asuntos.
A pesar de que su experiencia como negro aporta sentido a una parte significativa de la obra del artista desde sus inicios, esta nunca ha estado desconectada de la referencia crítica a fenómenos como el consumismo, la diversidad sexual y la inequidad entre sectores sociales. En la exposición de Factoría, al conectarse con los trabajos de otros creadores, las preocupaciones de Peña por cuestiones como la ancianidad, la marginalidad, la pobreza, la maternidad y el género se hacen mucho más evidentes.
Es posible intuir entonces que si el artista hubiese querido pensarse a sí mismo como individuo, o a su obra, habría podido prescindir de la etiqueta de “curador”. Al usarla no sólo manifiesta que se ha propuesto indagar en otras zonas de creación, sino que desea estimular, además, la reflexión en torno al área de desarrollo profesional en la que incursiona con este ejercicio.
En el mundo del arte, los curadores y comisarios de exposiciones han llegado a convertirse durante el último decenio en figuras mucho más influyentes que los directores de museos y galerías, los críticos o los propios artistas. En consecuencia, estos especialistas que conciben y viabilizan las acciones plásticas obtienen cada vez más libertades a la hora de hacer propuestas a los dueños y gestores de los espacios culturales.
La subversión desprejuiciada de los cánones y fronteras de lo que entendemos como arte en el escenario de la contemporaneidad ha permitido que los creadores se atrevan también a ocuparse de la conceptualización y gestión de acciones expositivas en los más diversos contextos.
Al parecer, a Peña no lo estimula una necesidad de que se le reconozca públicamente por su destreza y habilidad para ocuparse de la concepción de proyectos curatoriales. Dios los cría… es en principio caótica y demasiado amplia, lo cual demuestra que ha sido una iniciativa básicamente empírica, sustentada, sobre todo, en el deseo de comunicar un gran cúmulo de ideas al público.
En las palabras del díptico que acompaña a la exposición, el artista se refiere a la “mítica figura” del curador y explica que, “como cualquier otro ser humano”, este debe sus decisiones a toda una “acumulación de experiencias y aprendizajes”, de modo que convierte su trabajo “en una especie de autorretrato”.
Resulta difícil, sin embargo, encontrar en la propuesta algún cuestionamiento explícito al papel de estos agentes del campo cultural en el cual se desenvuelve la producción artística contemporánea. En lugar de llamar la atención sobre los conflictos de intereses, los pactos de poder o las estrategias de legitimación que se articulan en torno a esta disciplina, Peña se vale de su herramental y sus procedimientos clásicos para articular Dios los cría…
Con el fin de demostrar su tesis (el ser humano se forma y se conforma socialmente) este proyecto parte de vivencias que han sido determinantes para René Peña desde la infancia: la lectura de libros de aventuras, cómics y revistas, la educación rigurosa bajo el brazo de un abuelo masón, la sorpresa de la televisión, la casa humilde y estrecha que contrastaba con las residencias amplias de otros barrios habaneros.
El eje conductor de la exposición es el conjunto de obras del fotógrafo, pertenecientes a distintas etapas de su trayectoria, a través de las cuales se desarrolla el tema central y se introducen los núcleos temáticos secundarios. La estrategia de presentación desplegada en este caso ha buscado combinar estas obras principales con las de los artistas invitados, de modo que la relación que se establece entre las piezas de Peña y cada uno de los restantes autores tiene a veces carácter enfático y otras, complementario.
Martha María Pérez, una artista con la que el fotógrafo-curador ha coincidido en varias exposiciones colectivas y con quien compartió la muestra Relaciones Negativas en 2007 en La Habana, interviene en Dios los cría… con Para concebir, una obra sobre la maternidad realizada entre 1985 y 1986. Esta pieza, compuesta por cuatro imágenes del vientre de una mujer antes, durante y después del embarazo, continúa el análisis problematizador de este fenómeno propuesto por Peña en una obra suya que puede verse también en la exposición.
Este asunto se vincula también con los abordajes propuestos por el curador sobre la femineidad, la masculinidad y la transexualidad, temas tratados con exquisitez a partir del diálogo que se establece entre algunas de sus piezas y el tríptico que aquí se incluye de Cirenaica Moreira.
Peña se ha interesado, además, en demostrar algunas coincidencias estéticas entre sus trabajos y los de muchos otros creadores que participan en la exposición. Con Moreira, por ejemplo, no sólo concuerda en que las demarcaciones de género pueden ser muy vulnerables, sino que llega a utilizar los mismos accesorios de apoyo en la construcción de las fotos para representar esa vulnerabilidad.
Mientras que la mujer es el centro de la obra de estas dos artistas invitadas a la muestra, el hombre blanco se convierte en la figura de interés de Eduardo Hernández. La singularidad de estas piezas dentro del conjunto es que en ellas se repiten algunas de las interrogantes, críticas y enfoques que Peña ha tratado ya más de una vez, valiéndose de su imagen de hombre negro. Los conflictos del sujeto masculino blanco representado por Hernández no se alejan demasiado de aquellos a los que se enfrenta el negro que aparece en el cartel de la exposición, mirando a la cámara detrás de unos lentes oscuros y separado de ella por varias líneas de alambre de púas.
La relación de las personas con los objetos de la vida cotidiana es otro de los asuntos más explorados por Peña, fundamentalmente en sus últimas series, entre las cuales sobresale Public Duty. En Dios los cría… continúa esta indagación, al presentar obras como las de Yosmer Montejo y Rodney Batista.
Otro elemento significativo de la exposición es el componente documental, pues el curador se dio a la tarea de recopilar objetos personales y fotografías familiares para introducir la propuesta. Esto se complementa con textos suyos colocados sobre las paredes, que funcionan como páginas de un diario, en los que revela de modo explícito algunas de las influencias que han moldeado su sensibilidad como artista.
En la planta baja de Factoría Habana, estos recortes de revistas, textos, carteles y fotos viejas conviven con otras piezas -como la larga cola de Glenda León en la heladería Coppelia- que permiten encontrar sinergias entre estas experiencias íntimas del creador y otros fenómenos del contexto macro social que han sido determinantes en las vidas de los cubanos.
A pesar de que esta coherencia no se mantiene en toda la muestra, Dios los cría… sí logra gran consistencia como ensayo autobiográfico. Si Concha Fontanella cedió para este ejercicio los dos pisos de la antigua imprenta en la que ahora se realizan exposiciones que intentan revelar lo más vanguardista del arte contemporáneo cubano, es porque el impulsor del proyecto ha tenido la osadía de experimentar en una faceta nueva como creador y, además, porque el contenido ideológico y la actualidad de la mayoría de las obras hace que estas merezcan ser atendidas.