Pequeños poemas visuales...

 Desde el 8 de enero se encuentra abierta al público en la Casa Oswaldo Guayasamín la exposición Haiku del jóven artista Yoan Figueroa. Con esta muestra la institución celebra el aniversario 21 de su fundación. A continuación publicamos las palabras del catálogo a cargo del periodista, crítico de arte y curador Tony Piñera.

 PEQUEÑOS POEMAS VISUALES

Por Tony Piñera

Una tierna mirada hacia la infancia, pero hacia esos niños que por el mundo sufren cualquier tipo de discriminación, abandono, tristeza, hambre, desolación, enfoca el joven artista Yoan Figueroa en su exposición Haiku, con la que inicia su vida profesional en este medio luego de graduarse de pintura en la Academia de San Alejandro (2011).

Con mano diestra regala aquí cerca de 13 dibujos (carboncillo/masonite) que como el nombre de la muestra en japonés, constituyen Poemas breves acerca de la vida, de los sufrimientos que muchos infantes padecen en tantas regiones del globo terráqueo. De su colección de imágenes extraídas de periódicos, revistas, y también del medio digital, el creador toma aquellas en las que puede traducir a la perfección las “estrofas” más sensibles y, hacer vibrar con sus “palabras”, transformadas aquí en situaciones, gestos, retratos, vivencias…, donde el dolor y la miseria tocan a la puerta a cada instante en estos pequeños que recién comienzan su viaje por la vida.

¿Vida? En esta pregunta  centra su atención el pintor y la matiza con todo aquello que tiene a su alcance para entregar, en un primerísimo plano creativo, la sensación de agresión que corroe a esos niños en sus propias entrañas. Sobre la madera, que quema por distintos lugares, nace el dibujo, con líneas que llegan desde muy adentro del alma para salir a flote convertida en ternura, miradas (esos ojos que hablan, parpadean, observan hasta lo más profundo al espectador), y que al mismo tiempo claman, gritan: ¡paz! ¡misericordia! ¡amor! Palabras que parecen no tener eco en sus pequeños corazones, y  que él saca a la luz, transformadas en luces y sombras, rasgos fuertes, imágenes encerradas, entre otros muchos recursos que denotan opresión y olvido.

En estos “poemas visuales” de carboncillo y masonite y fuego…, emerge un interesante juego de texturas y formas, que dan la sensación de  tierra reseca, de zona desértica –de tantas otras cosas- en las que hasta el agua no aparece. Detrás de esos rostros y muestras de dolor hay mucho más que él trata de descubrir, y nos regala para reflexionar. Pausado, con la serena naturalidad que da estar apegado a la Tierra (sin distinción de zonas geográficas ni de razas), ha convertido el dibujo en un método de acomodación visual para despertarse mejor al mundo, nuestro mundo. Él cuenta la realidad circundante, que no es un universo cualquiera, con su peculiar malla arquitectónica de formas y tristezas…Respecto a la realidad más directa, el habla de las interpretaciones infinitas que ésta admite; de su capacidad de generar imágenes, de proporcionar una riqueza de formas y luces que escapan a las posibilidades de la reproducción tecnológica. Yoan Figueroa consigue atrapar, no únicamente la luz, sino también el aire que envuelve a sus personajes.

A la manera de fotos antiguas, pero vigentes, reales, “construye” sus Haiku, que en el diccionario se explica, constituyen una forma de la poesía tradicional japonesa, que generalmente se basa en el asombro del poeta ante la contemplación de la mirada. El joven artista, en el pequeño espacio visual de sus obras, nos asombra a todos, por matizar, de forma breve, concisa y real (con sus propias manos) parte de la miseria que consume a los seres humanos, principalmente a los niños, y ocupar el don de la mirada artística con esta temática social de tan alto calibre y tanta humanidad. ¡Enfocarlos es un triunfo ya! No están olvidados. Es como la primera mirada del despertar…

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