"Preámbulo" de tres grabadores

La galería de la planta baja del Palacio de Lombillo exhibe la exposición colectiva Preámbulo, de los noveles grabadores santiagueros Juan Salazar Salas, Jorge A. del Toro Torres y Hailen Kifle Sánchez. La muestra, que forma parte del VIII Encuentro Nacional de Grabado, apuesta por la diversidad de técnicas gráficas, como la colografía, la litografía y la serigrafía. A continuación publicamos las palabras del catálogo de la muestra, escritas por la Dra. Diana María Cruz Hernández, Profesora Titular del Dpto. de Historia del Arte, de la Universidad de Oriente

Preámbulo

Por la Dra. Diana María Cruz Hernández. Profesora Titular. Dpto. Historia del Arte. Universidad de Oriente

Santiago de Cuba es, desde hace mucho tiempo, una importante plaza de la gráfica en nuestro país. Varias generaciones de artistas, vinculados de algún modo a la labor docente y al quehacer de los talleres existentes en la ciudad, han dejado una obra digna de ser reconocida en el devenir del gra-bado cubano.

Para el desarrollo de la manifestación, ha sido esencial, la labor desplegada por el Taller Cultural “Luis Díaz Oduardo”, espacio de creación y promoción del grabado, además, fragua de grabadores. Precisamente en sus predios se han formado los artistas que hoy confluyen en este proyecto.

La muestra ha sido el pretexto para que tres jóvenes artífices de la gráfica se reúnan para presentar una propuesta colectiva desde una mirada individual, reafirmando el carácter gremial que ha distin-guido la manifestación, para ello apuestan por la temática social mediante el manejo de técnicas co-mo la colografía, la litografía, la linografía, la serigrafía y otros recursos como, por ejemplo, la instala-ción.

En su serie Contracorriente, Juan Salazar expone problemas de la realidad actual, para ello estable-ce la posible analogía existente entre el pez y el hombre. Básicamente centra su atención en la lucha por la supervivencia que atañe a ambos pero aprovecha los rasgos formales del primero -devenido icono elegido- para lograr un despliegue técnico en el que exhibe su adhesión a la colografía, aun-que aprovecha las ventajas de la linografía y de procedimientos como la monotipia que se despliega en grises azulosos otorgando auntenticidad al “escenario” construido, además de la inclusión del re-curso instalativo. Las composiciones resultan dinámicas dado el empleo de la línea estructural obli-cua y del ritmo progresivo en algunos casos. El pez, además de su indiscutible belleza, es rápido y sagaz en la evasión de obstáculos, enfrenta los peligros o escapa de ellos en ardua lucha por la sub-sistencia, en este sentido, el hombre se le parece. De modo que se trata de una visión metafórica del complejo universo en el que cada cual tiene su contraparte.

Jorge del Toro (el Chino), se alista entre los que pretenden conquistar el espacio en pro de una gráfi-ca “invasiva”, no reducida a la limitada bidimensionalidad del muro; pero en su caso este interés es-tá asociado al tema que trata: la absorción del individuo por el fenómeno “mercado”. Su obra resulta un comentario acerca de la relación entre el hombre y el consumo; así, expone el carácter voraz de un mercado que confina, apresa y “atasca” al ser humano en sus propias adicciones. De algún modo somos lo que consumimos. El individuo es, además, seducido por los sentidos y el artista lo sabe; aprovecha entonces las cualidades formales de algunos productos para atraer a los espectadores (consumidores), en esta suerte de juego con los otros. Muy “a lo Pop”, nos cuesta discernir entre el cuestionamiento y la apología, ambigüedad que hace más intensa e interesante su propuesta; un claro ejemplo de su postura resulta la obra titulada Primero de mayo en la que un refrescante y año-rado líquido, de producción nacional, desfila a la par de sus posibles, enardecidos y asoleados pro-ductores ¿consumidores?.Un comentario situado, entre lo obvio y lo sutil, exige de un espacio tam-bién “abierto” de ahí que la sala deba transigir ante la irrupción de semejante desfile. Desde el punto de vista técnico, el Chino aboga por las bondades de la litografía, trabajada con una “paciencia asiá-tica” para lograr obras de gran formato a partir de la impresión sucesiva de la piedra en el mismo pliego de papel. Yuxtaponiendo cada estampado, construye una obra atractiva por el fácil reconoci-miento de motivos que centran problemáticas latentes en la sociedad actual.

Finalmente, Hailen Kifle reafirma su interés por la figura humana, se regodea en esa enigmática be-lleza deudora de la deformidad apuntalada en la valiosa herencia de lo grotesco-expresivo. La apli-cación de la armonía análoga y la síntesis y simplicidad en el dibujo, fortalece su condición gráfica. Cada incidente es aprovechado en el enriquecimiento de un discurso que de repente pudiera pare-cernos nada hedonista, resultado de su manera no ortodoxa de asumir la serigrafía. Kifle maneja la técnica desde lo ancestral, la enfrenta como el artesano que quiere extraer de ella una expresividad que quizás no le sea inherente y él se arriesga a insuflarle, a partir de nociones que recibe desde la raíz, a golpe de una intuición que se enmarida con su formación académica. Una mejor comprensión de esta idea sería posible si viéramos el proceso, el cómo lo logra, con procedimientos rudimentarios para salvar la inexistencia de los idóneos. Todo ello a merced de una vocación neofigurativa que pende, de esa preocupación eminentemente ontológica, distintiva del grabado cubano actual.

A estos trashumantes habrá que seguirlos muy de cerca, pues este es solo el preámbulo de lo que está por venir…..

 

 

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