Por Lic. Elsy Susana García Pino, curadora.
— y ya voy figurándome que soy algún portón insomne
que fijamente mira el ruido suave de las sombras
alrededor de las columnas distraídas y grandes en su calma.
Eliseo Diego
El mito de la “Solemnidad Técnica” es lo primero que han puesto en evidencia los grabadores noveles en Cuba[1]. Así comienza su texto Vindicación del Grabado el crítico y escritor David Mateo.
Pero vale preguntarnos, ¿ha avanzado realmente el grabado cubano en tanto manifestación? ¿Cuánto le falta aún por avanzar? ¿Es totalmente válido anunciarnos en hallar una solución o someternos al absurdo compromiso de dejarnos sobornar por el tiempo transcurrido? Estas y otras interrogantes se han formulado durante tres años de investigación y ahora, en la cúspide de la terminación de estudios de pregrado, me encuentro en la encrucijada metafísica del ser o no ser, o mejor, en los intersticios del hacer o no hacer.
Resulta paradójico que treinta años después de su “aparición” en la Isla[2], no se haya tomando en consideración una técnica que si bien no es la más antigua, sí se ha convertido en una de las más valiosas y utilizadas. Es válido mencionar a Belkis Ayón, Eduardo Roca (Choco), Miguel Ángel Lobaina, Raúl Alfaro, Octavio Irving, Vivian Lozano; autores que han empleado la técnica como vehículo fundamental de expresión.
El artista debe ser una manufactura efervescente de ideas, de ahí que Estadios y Continuidades del quehacer colagráfico muestre una prolongación del devenir creador de la colagrafía. ¿Este es acaso un examen reevaluativo que con la pretensión de manifestar un horizonte técnico ansía seducir a artistas, académicos y curadores a volver la mirada sobre la contemporaneidad del grabado cubano?
Es consecuente la pertinencia de un discurso cabal que exponga las resultantes visuales de más de treinta años de experiencia, donde el collage es parte misma de las obras; el uso de las texturas se vuelve un complemento añadido e indispensable y, sobre una superficie aún usable -cartón o metal- se imbrican objetos provenientes del reciclaje, de la industria y de la naturaleza.
Las obras se revelan por sí mismas al espectador familiarizado con el mundo de las formas. De esa suerte, esta exposición constituye un reflejo del arte colagráfico del país, de sus expresiones y cualidades, sus tanteos y hallazgos, sus procesos y perspectivas. Espero que puedan entender esa “Solemnidad técnica” de la que hablaba Mateo en su libro y que este se convierta en un discurso sobre una técnica que no ha llegado a nosotros por azares de la fortuna, sino por el trabajo constante y la dedicación.