Por Lic. Lismary del Prado. Especialista principal, Casa Víctor Hugo.
Érase una vez un país, ¡qué país…! Los orígenes huracanados de un mundo que colapsa ante lo insólito, lo real-maravilloso de un paisaje único perdido en el tiempo, la caótica convivencia de signos y metáforas de un universo (ir)reconocible ante ojos que buscan expectantes; y -al final- las puertas del infierno. Un país, una región, un lugar, un espacio, una historia, una muestra.
Una narración que parece repetirse una y otra vez, en algunas ocasiones con un final feliz o aparentemente reconciliador, en otras revolucionariamente opuesto. Y precisamente así se ha contado la historia del arte a través de los tiempos; estilos que se suceden, prolongaciones unas veces, rupturas en otras. No obstante, cada uno ha sabido escoger aquellas expresiones y representaciones estéticas que más concuerdan con sus perfiles para dialogar con ellas hasta el final de los tiempos.
Del mismo modo lo han hecho ahora Lázaro Saavedra, Reinerio Tamayo, Rubén Alpízar, Eduardo Abela y Mauricio Abad; artistas que se unen en la muestra De metáforas y metamorfosis, para recontextualizar sin tapujo alguno íconos y símbolos del arte francés de diversas épocas y estilos.
Cada una de las piezas exhibidas en las dos salas de la Casa Víctor Hugo, juega con signos y referentes directos del arte galo, no solo desde la pintura, igualmente se apropian de íconos distintivos como la Torre Eiffel. Entre las obras pictóricas decodificadas por nuestros artífices se encuentran Las puertas del Infierno (Auguste Rodin), La muerte de Marat (Jacques-Louis David) y El origen del mundo (Gustave Courbet); mientras otras personalidades como Toulouse-Lautrec y Vincent Van Gogh sirven a la cita y a la más enriquecedora parodia.
Los formatos escogidos varían al mismo tiempo que los estilos artísticos pues, si bien no se considera una muestra significativa en cuanto a número de obras, los cinco artistas que exponen presentan piezas reveladoras de sus poéticas, que juegan con aquellos referentes franceses para interactuar con un público relativamente conocedor. Aunque no exclusivamente se debe tener conocimiento de la historia del arte para disfrutar de esta muestra hasta cierto modo simpática. Precisamente fue concebida para un público heterogéneo y amplio, que supiera identificarse con dichas citas, revivir experiencias o sacar de ellas alguna nueva idea para otra obra.
El objetivo no fue homologar los diversos estilos aquí presentes, por ello la curaduría resultó un tanto difícil al tratar de hacer coherente las piezas entre sí, sin que dejaran de jugar un papel determinante cada una por separado. De manera que todas tienen su espacio de diálogo con el visitante, incluida la obra procesual de Mauricio Abad, que se encuentra en la pequeña sala del entresuelo. Precisamente por ser una pieza autobiográfica del artista, al mismo tiempo que divertida, se dedicó este espacio íntimo y exclusivo para ella, de modo que no quedara fracturada la museografía de la exposición.
Por su parte, las piezas de Reinerio Tamayo nos deleitan como siempre a través de su característico sentido del humor. El origen del III mundo resulta impactante a la vista del espectador, pero los colores empleados y la delicadeza que expresan compensan un poco la verdad absoluta que refleja la obra. La metáfora del huracán y el cuerpo femenino es en sí misma inesperada y sorprendente. Pero más allá de la comicidad que pueda desprenderse de esta asociación, existe un motivo subyacente que impacta por su lucidez: la condición convulsionada de los países considerados del Tercer Mundo.
Inicialmente la muestra parece un juego, una burla; no obstante cada pieza posee una carga semántica no tan evidente a los ojos de un público naif. La Hucha de Reinerio Tamayo, por ejemplo, significa -a primera vista- un relajamiento del discurso; sin embargo, los que sepan identificar el personaje podrán percatarse de la tristeza que ciñe a dicha grafía kitsch de Van Gogh. Asimismo sucede en De la serie La reconstrucción de los hechos, de Rubén Alpízar, donde la Libertad “permuta, compra y vende” al tiempo que Marat muere en su bañera con un tabaco flácido en la mano que simboliza su caída. Y para “sacralizar” a un personaje que vivió desacralizando una sociedad, Toulouse-Lautrec expulsa en la playa una noche estrellada. Mitos recontextualizados, parodiados y reinventados por artistas que han sabido utilizar desde el talento y audacia la cita del arte. Gracias a ellos por brindarnos un arte deleitable y un humor inteligente en estos tiempos huracanados donde la obra artística se pierde entre proyectos sin contenido e ideas sin concretar. De ellos son estas metáforas del arte francés que devienen en metamorfosis originales del más contemporáneo arte cubano. Historias que seguirán creando nuevas historias until the end of times…
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