Por MSc. Claudia Fallarero
Musicóloga. Gabinete de Patrimonio Musical Esteban Salas
Varios años han transcurrido desde que en 2009 tuviera lugar en La Habana la última edición del Concurso y Festival Internacional de Piano Ignacio Cervantes. Otros tantos han pasado desde las cuatro ediciones del Concurso Iberoamericano de Piano, celebrado en la capital a partir de 1996. Ambos certámenes habían garantizado que a la escena cubana la visitaran excelentes pianistas del ámbito internacional, compartiendo escenario con los mejores músicos locales y ejecutando en vivo verdaderas proezas interpretativas, escritas por aclamados compositores de este instrumento en todas las épocas.
A retomar ese espacio de intercambio y deleite está encaminado este Primer Encuentro de Jóvenes Pianistas, inaugurado por Eusebio Leal el pasado sábado 25 de mayo, y que se extenderá hasta el 9 de junio en los predios del Centro Histórico, organizado por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, su Dirección de Gestión Cultural y el Gabinete de Patrimonio Musical Esteban Salas.
Al Concurso de Piano Ignacio Cervantes se debe el habernos revelado muchos jóvenes talentos del pianismo internacional poco conocidos en Cuba, y a otros tantos maestros, como el cubano Salomón Gadles Mikowsky, quien era ya reconocido en la isla por su referencial libro Ignacio Cervantes y la danza en Cuba, publicado por la Editorial Letras Cubanas en 1988 y reeditado para esta ocasión por la Editorial Boloña.
Mikowsky, jurado de aquellos Concursos Cervantes, ha sentido la necesidad de devolverle a La Habana, ciudad de sus recuerdos de juventud, la oportunidad del diálogo con grandes figuras internacionales del piano de hoy. Fueron esas las razones para planear el Encuentro, y de ese modo arribaron algunos de los mejores alumnos de su escuela de piano en la Manhattan School of Music de Nueva York.
Iniciado el pasado fin de semana, cada concierto ha sido un descubrimiento para los pianistas y el público habanero en general. Una sorprendente demostración de precisión, destreza y sensibilidad —que rivalizan con la poca madurez alcanzada a la edad de quince años—, fueron puestos a consideración de los oyentes en la Sala Cervantes por la pianista china Wenqiao Jiang en las dos primeras jornadas. Si eran notables las expectativas con ella, debido a su corta edad en relación con el resto de los participantes, más aún lo eran respecto al programa seleccionado para sus presentaciones, especialmente el correspondiente al 26 de mayo, con la integral de las Danzas para piano de Ignacio Cervantes.
Como respuesta a ello, Jiang expuso su resistencia y temple para enfrentar por dos días consecutivos la interpretación de complejas obras de la pianística universal ―Liszt, Bártok, Granados, Menotti y Chopin― y del acervo patrimonial cubano de salón del siglo XIX, a través de las danzas para piano de Cervantes. Su interpretación acertada de estas últimas y el carácter lírico que subrayó en algunas de ellas, dejaron la impresión de que su Adiós a Cuba —título de una de las piezas— era sentido con verdadero pesar.
Los siguientes días ―matizados por una lluvia de verano que se da cita cada tarde, poco antes de que comiencen los conciertos— no han quedado rezagados, en cuanto a provechosos espectáculos.
El lunes 27, en la sala de conciertos de la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís, fue posible presenciar a Alexandra Beliakovich, pianista bielorrusa de 27 años, quien exhibió un cuidadoso trabajo sobre el impresionismo francés y una interpretación cargada de dramatismo en la Fantasía quasi Sonata Después de una lectura de Dante de Liszt, para la primera parte. Concluido el intermedio, Beliakovich propuso algunas obras cuya filosofía entiende perfectamente, pues forman parte de su tradición cultural: la Sonata nº 4 en do menor de Prokofieff, la Polka de Rachmaninoff, y la compleja transcripción para piano de la Suite del ballet El pájaro de fuego, compuesta por Stravinski, de la que interpretó la Danza infernal del Rey Kastcheï.
Para el martes 28 contábamos con la siguiente integral del Encuentro: la versión completa, por primera vez en Cuba, de la Suite Iberia, doce impresiones para piano, de Albéniz, igualmente ejecutada por un pianista perito en la comprensión del trasfondo cultural de las mismas, el español Gustavo Díaz-Jerez.
Al término de tres días de intensas veladas musicales llegamos, «acostumbrados» ya al Encuentro, al concierto de la pianista estadounidense Simonne Dinnerstein, con un excelente currículo de presentaciones mundiales y éxitos discográficos amparados por SONY Records. Dinnerstein, quizás una de las alumnas que por más tiempo perteneció a la cátedra de piano de Mikowsky ―por ocho años― o una de las que más temprano recibió sus enseñanzas ―desde los ocho años de edad―, tenía a su cargo el tercer ciclo: la versión integral de las Variaciones Goldberg de Bach, precedidas de la Suite francesa Nº 5 en sol mayor del compositor alemán. La estructura matemática de las Variaciones ―consistente en un aria y 30 «diferencias» sobre la misma, que cierran ciclo cada tres piezas con un canon hasta volver a modo de epílogo sobre el aria―, fue previamente explicada al público por la propia pianista, deseosa de generar un ambiente de inteligible diálogo con la audiencia durante su interpretación, y así lo logró durante unos cincuenta minutos, que transcurrieron sin que la dimensión del tiempo fuera real.
Con la tapa del piano a medio cerrar, a fin de mitigar la intensidad del sonido y evocar quizás la sonoridad menos brillante del clavicémbalo; descalzada para poder controlar la pedalización de un modo exquisito y haciendo gala de la posesión de una amplia gama de colores en el rango de los pianísimos, Dinnerstein tocó las Variaciones con la organicidad formal de una única pieza, sumamente extensa.
De todos los pianistas foráneos que hemos escuchado durante esta primera semana ha sido quizás la surcoreana Khowoon Kim la pianista más influida por la emblemática escuela rusa de interpretación pianística, según se pudo apreciar en su concierto de este jueves 30 de mayo. La impetuosidad y fuerza que manifiesta Kim en la ejecución, así como muchas de las concepciones estéticas que le imprime a las obras, son resultado de sus estudios por varios años en el Conservatorio P.I. Tschaikowsky de Moscú.
Respecto a la cátedra de Mikowsky, es la pianista más reciente de la clase, pues apenas en el 2012 ha comenzado a trabajar con el maestro en Manhattan. Kim ha interpretado, entre otras piezas, el arreglo para piano hecho por Liszt de la Obertura de la ópera Guillermo Tell de Rossini, con la difícil tarea de traducir al piano la densidad orquestal, reto que resolvió acertadamente, seguido de tres estudios del compositor, en activo, William Bolcom.
De todo su programa resaltaron los Cuadros de una exposición, paradigmático ciclo del nacionalismo ruso de finales del XIX —compuesto por Modest Múrsogski— que veremos bajo otra óptica de interpretación, por el pianista cubano Aldo López-Gavilán en el concierto de clausura del Encuentro, el día 9 de junio.
Los días que restan no serán de menos impacto. Se encuentran en La Habana prestos a poner al límite al público, cada tarde a las seis en la Basílica, el pianista chino Yuan Sheng, recordado en el ambiente cubano por la obtención del primer premio en la edición pionera del Concurso Cervantes el año 2000, que se presenta este mismo viernes, así como la joven cubana de sólo 20 años Willanny Darias, quien tras tres años de cursar estudios en la cátedra de Mikowsky, regresa a dar cuentas de su aprovechamiento ante la exigente audiencia local.
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