Por: Yimel Díaz Malmierca
El sábado 24 de febrero del 2024 el centenario Teatro Martí celebra diez años de haber sido restaurado. La fecha será festejada con el estreno de Mondo, obra creada por Susana Pous para su agrupación danzaria, Micompañía. Según declaraciones de la coreógrafa española, la pieza indaga sobre cómo están cambiando los humanos y las relaciones entre ellos en el contexto actual: “Estamos llenando nuestra vida de objetos, nos comunicamos cada vez más a través de ellos que entre nosotros mismos y esto puede llevarnos a un mundo donde los humanos dejemos de tener importancia. Mondo es la esencia interior, lo que no tiene nada añadido”, precisó.
La música es de Eme Alfonso; mientras que el diseño de luces corresponde a Guido Gali, ambos habituales colaboradores de la coreógrafa. En el 2019, Susana Pous estrenó en el Teatro Martí la obra Infinito, con la que obtuvo el Premio Villanueva de la Crítica que entrega la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac). Estas primeras funciones de Mondo tendrán lugar entre el 23 y el 25 de febrero.
Década de duro batallar
Diez años se dicen fácil, pero no lo son, aseguró Isachy Durruty, fundadora: “Aunque ya no estoy en el Teatro Martí, siento que formo parte de esta gran celebración, comentó al programa Vitrales (Habana Radio) que dirige Katia Cárdenas, quien tiene a su cargo la Gestión Cultural de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH). El colectivo que creamos es maravilloso, se mantiene unido y ha trabajado intensamente. Detrás de esos diez años hay muchísimas historias que contar”.
Durruty exaltó el rol del Historiador Eusebio Leal, quien batalló intensamente por recuperar ese espacio histórico, cultural, y artístico que forma parte del imaginario popular del siglo XIX cubano. “Fue una plaza donde se cultivó y florecieron géneros populares cubanos como el bufo, el teatro vernáculo, el teatro musical. El Historiador insistía en que debíamos rescatar para el Centro Histórico habanero esa fuerza e historia tan gloriosa”.
“En estos diez años la programación ha tenido un impacto extraordinario, explicó Durruty, para habaneros, cubanos y también para el público extranjero. Uno de los elementos fundamentales es que el teatro, tal como lo pensó el Historiador, pudo abrirse a las formas del arte moderno y no solo defender el espacio importante que tuvo allí la zarzuela, la opereta, el teatro musical. Se ha convertido en epicentro de nuevas expresiones del arte”.
Rememoró presentaciones allí de importantes agrupaciones danzarias como el Ballet Nacional de Cuba, las compañías de Lizt Alfonso, Malpaso, la de Susana Pous, el Ballet Contemporáneo de Camagüey, Acosta Danza, entre otras. Del ámbito musical recordó los conciertos memorables de artistas cubanos y extranjeros, especialmente los vinculados a eventos como el Festival de Jóvenes Pianistas, Habana Clásica, y los gestados desde la Oficina del Leo Brower.
“El Maestro Leo Brower trajo a nuestro escenario a figuras de renombre mundial como el contratenor alemán Andrea Scholl, y los cellistas Yo-Yo-Ma y Carlos Prieto. También tuvimos a la compañía de teatro alemán Berliner Ensemble, y otras. Eso nos obligó a aprender, desde la dinámica de lo cotidiano, cómo se trabaja con grandes artistas, el despliegue técnico que supone montar y desmontar espectáculos de un día para otro, interioridades que quizás el público no conoce”, confesó.
Durruty mencionó la presentación de Sergio Vitier (1948-2016), que devino su último concierto; así como la gala de homenaje a Ernesto Lecuona, organizada por Alicia Alonso; y el tributo a Rosita Fornés, quien “emocionada acudió al Palco donde se encontraba la prima ballerina assoluta para fundirse en un abrazo, regocijándose de ser amigas y colegas en la cultura. También hemos tenido conciertos de grandes figuras del arte lírico y presentaciones de la Orquesta Sinfónica Nacional”, relató.
“En general, el Martí ha respondido a la agenda cultural de la Oficina del Historiador que cuenta con varias salas de conciertos, pero el teatro brinda un aforo mayor, así como capacidades técnicas diferentes, condiciones de luces y sonido, que le permiten asumir proyectos diversos”, precisó.
Por el camino, el equipo técnico y de dirección incorporó dinámicas de colaboración cultural que resultaron básicas para la gestión de eventos como la Semana de la Cultura Italiana y conciertos auspiciados de manera conjunta con la embajada de Japón en Cuba: “Han sido grandes espectáculos que han permitido nutrirnos de la magia y la extraordinaria historia que atesoran esas paredes. Es el teatro de sueños que nos legó el Historiador para ver brillar a lo más selecto del arte de Cuba y del mundo”, concluyó.
Estos diez años no han estado exentos de dificultades. La más grave fue la vivida tras la explosión del hotel Saratoga, accidente que por su magnitud estremeció la nación, y también afectó la cubierta del coliseo, así como luminarias, fachada, herrería y obras de arte del recibidor, todo lo cual pudo ser restaurado meses después, con lo cual quedó restablecida la programación cultural.
Volver al Martí
La espera larga fue antes, cuando el respetable tardó más de 40 años en pisar la alfombra del teatro. Se precisó de una obra colosal de restauración constructiva y montaje que finalmente devolvió el esplendor al Coliseo de las Cien Puertas, labor distinguida en el 2015 con el Premio Nacional de Restauración.
El espectáculo de reapertura tuvo lugar el 24 de febrero del 2014 y llevó por título Volver al Martí. La puesta contó con la dirección artística de Alfonso Menéndez.
El programa de ese día incluyó fragmentos de obras estrenadas en el Martí durante la primera mitad del siglo XX, entre ellas las zarzuelas Cecilia Valdés, Amalia Batista, y Mesié Julián. También se presentó un popurrí de números musicales inmortalizados por figuras habituales del coliseo, como María de los Ángeles Santana, Arquímedes Pous (el negrito por excelencia del bufo cubano), Zenia Marabal; y un fragmento de La viuda alegre, pieza que Rosita Fornés ofreciera en ese teatro en múltiples temporadas.
La dirección musical estuvo a cargo del maestro Miguel Patterson y participaron los coros Nacional de Cuba, Vocal Leo y el del ICRT. Actuaron además el Conjunto Folclórico Nacional y los ballets de Lizt Alfonso y el del Anfiteatro del Centro Histórico. En aquella ocasión fueron 50 minutos de pleno disfrute que comenzaron con una escena del teatro vernáculo interpretada por los actores Aurora Basnuevo y Mario Limonta.
Dónde empezó la historia
En el libro de obligada consulta para estudiosos de la cultura La selva oscura: de los bufos a la neocolonia (historia del teatro cubano de 1868 a 1902), el destacado crítico Rine Leal (1930-1996) cita un extracto de un periódico del siglo XIX que anunciaba que “Un nuevo Teatro abrió ese año (1884), El Irijoa, propiedad del Vasco Ricardo Irijoa, de ahí su nombre (conocido después como Teatro Martí), comenzó el 8 de julio en plena canícula, y tal vez por eso mereció el sobrenombre de Teatro de Verano. Situado en Dragones, esquina a Zulueta tenía tres pisos de altura con un Área Total de 4 100 V2., de las que correspondían sólo 1680 al edificio y el resto al vestíbulo exterior y jardines”.
Añade la citada noticia que la sala “poseía 560 lunetas, 3 líneas de butacas en el anfiteatro, 44 palcos con sus verjas de hierro floreado donde cabían hasta 10 sillas, y una amplia tertulia con graderías separadas en 3 secciones. Su capacidad total es de 2500 espectadores, de los cuales 1090 podían sentarse en los palcos, 400 en lunetas, 70 en butacas y 400 en asientos y gradas de tertulia”.
Actualmente el aforo de la instalación es de unas 800 confortables plazas distribuidas en platea, balcones y tertulia.
Teatro del sí, donde todo se puede
Ciento cuarenta años después y tras incontables funciones, el agradecimiento es uno de los sentimientos que aflora entre los artistas que han pasado por su escenario: “La Colmenita les dice siempre con Martí: ‘De agradecer no me cansaré jamás; es quizás la alegría más grande que me llevaré de la tierra: la bondad de los hombres’ del Teatro Martí”, expresó Carlos Alberto Cremata (Tim) para felicitar a esa “familia de trabajadores y un cuerpo de dirección, que están entre los más talentosos, solidarios y cariñosos que ojos colmeneros han visto”.
Daiana García, directora de la Orquesta de Cámara de La Habana envió un “un fortísimo abrazo con nuestro cariño y más sincera felicitación, al impecable colectivo del teatro Martí, trabajador incansable y muy luchador. Sus resultados son excelentes, en ese lugar nos sentimos siempre muy a gusto. Le llamamos el Teatro del SÍ, donde todo se puede”.
La músico, que habló en nombre de la familia López-Gavilán García, aseguró que en el “Martí cualquier dificultad es eliminada de manera inmediata. A lo largo de estos años hemos vivido allí momentos maravillosos y esperamos que sean muchos más”.
El director del Teatro de Las Estaciones, Rubén Darío Salazar, por su parte, afirmó que “cualquier persona que sepa de cultura cubana en general, no solo teatral, conoce el significado enorme del Teatro Martí”.
El también Premio Nacional de Teatro (2020) reconoció que “además de ser un edificio arquitectónicamente hermoso, el Coliseo de las Cien Puertas tiene una historia fabulosa, una trayectoria digna de estudiarse y saberse. Es un honor, un orgullo, pararse en ese escenario”.
El teatro se detuvo el tiempo que duró su reconstrucción, recordó Darío Salazar, quien presentó allí su versión de Los zapaticos de rosa, junto a Teatro de las Estaciones: “Qué honor trabajar en una sala que lleva el nombre de nuestro Héroe Nacional. Fuimos por dos funciones e hicimos cuatro. Fue una muy linda experiencia, el lugar tiene una vibra particular, creo que son los buenos halos de las estrellas que han pasado por allí y lo han dejado cargado de una energía vibrante, hermosa. Doy muchas felicidades a esa institución y deseo que sigan trabajando como lo hacen, con ese equipo magnífico a cargo. Siempre será un espacio con el que se puede contar”.
“Es muy cómodo trabajar en un lugar donde las personas están en función de lo que queremos los y las artistas, afirmó la cantante Rochy Ameneiro. Al Teatro Martí puedes llegar a cualquier hora que siempre serás bien recibido por personas dispuestas a buscar alternativas frente a los problemas y hacer realidad nuestros sueños. Es un espacio bellísimo. Un beso grande y muchas felicidades para el equipo de trabajo y todas las personas que hacen posible ese maravilloso sitio en La Habana”.
El joven pianista Rodrigo García compartió la emoción de aquella primera experiencia en el Teatro Martí, con apenas 15 años: “Me maravilló su majestuosidad, la delicadeza de cada detalle, la elegancia absoluta, me hice prometer que, algún día, sería yo quien estaría en ese escenario. ¡Y así fue! Lo que nunca imaginé es que tocar en el Teatro Martí se volvería un vicio para mí”
El talentoso intérprete ha integrado el elenco de varios conciertos y audiovisuales celebrados en esta plaza: “Ha sido un honor y un verdadero disfrute, ya no sólo por la importancia que tiene el teatro en sí, sino porque he sentido, cada una de las veces, que he estado en casa. Sus trabajadores, incansables, hacen que en cada una de las funciones y por supuesto, durante los montajes, se cree un ambiente familiar del que me enorgullece ser parte, al menos por unas horas”.
“Todo lo que me queda es agradecer por tener a disposición del arte cubano un hogar, y por haber podido dejar allí un poquito de mí”, concluyó.
El sábado, cuando los artistas regresen a escena y el público se sumerja con ellos en el delirio de Mondo, estaremos también ante una nueva confirmación (otra) de que todo sacrificio en aras del renacer del Teatro Martí ha valido la pena.