Por: Yimel Díaz Malmierca
El Andar la Arquitectura es una de las propuestas de Rutas y Andares que repite cada verano desde que se incorporó al proyecto en la edición del 2001. A partir de esa fecha no ha faltado a la cita, reinventándose cada año.
Una de las enamoradas de la iniciativa, desde el primer momento, fue la historiadora del arte Yamira Rodríguez Marcano, quien labora como jefa del grupo de investigación histórica de la empresa Restaura, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
El trabajo de nuestro departamento sirve de soporte para varios Andares —declaró Yamira a esta reportera— pues la investigación histórica revela detalles, fechas, anécdotas que a las personas les encanta conocer, además de la información técnica de un edificio determinado. Es evidente la credibilidad y la confianza que tiene el público en los guías y especialistas de la Oficina del Historiador. Ellos confían en lo que decimos, saben que ofrecemos información verídica, de primera mano, y eso es uno de los valores de Rutas y Andares”.
En general, la propuesta de Rutas y Andares articula a personas, espacios e información. Su propósito es compartir el conocimiento, cultivar la sensibilidad por lo patrimonial y generar empatía hacia el legado de los tiempos idos. La experiencia del Andar la Arquitectura podría ser modélica y Yamira su referente. En ese intento por mirar el proyecto tras bambalinas, nos acercamos a ella y a su experiencia.
¿Qué características deben tener los guías del Andar la Arquitectura?
Durante los 23 años de Rutas y Andares, los guías han hecho un trabajo extraordinario. De ellos depende el éxito de un recorrido o no. Vale la pena resaltar que es una labor que demanda investigación y preparación.
Hemos tenido guías de todo tipo, serios, simpáticos, tímidos, extrovertidos, historiadores del arte e historiadores, así como graduados de arquitectura y de las diversas ramas de la ingeniería, lo importante es que puedan conectarse con el público para comunicar el mensaje y que sean disciplinados en esta labor que es absolutamente voluntaria, pues no todos pueden ser guías.
Tenemos excelentes especialistas que no saben comunicar la obra, pues se trata de convertir en palabras algo gráfico, y eso no es fácil. Además, debemos hacer asequible el vocabulario técnico de la disciplina sin perder rigor. Es un verdadero desafío.
Desde que estoy de coordinadora de Rutas y Andares en mi empresa, hace unos 15 años, he contado con muchos colaboradores, algunos han sido estudiantes de Historia del Arte, de la Universidad de La Habana, o de la Universidad de las Artes que han hecho tesis con nosotros. También empleados de otras instituciones de la Oficina interesados en la arquitectura, o personas que ya no trabajan aquí, pero que piden seguir vinculados a la propuesta del verano porque les gusta.
Yo acepto la colaboración de todo el que esté motivado, porque lo primero es que el guía se enamore de la idea, sin eso no vas a sacar ningún resultado, la persona tiene que estar feliz, tener buen ánimo, mostrar buena cara ante el público. No funciona si es obligado. Las propuestas de recorridos llevan trabajo de mesa, estudio y ensayo, todo eso es parte de la preparación del guía. El ensayo es la única manera de identificar si en algún tramo hay un vacío de información para resolverlo a tiempo, y hasta para conocer los espacios de sombra que pueden aprovechar para detener la marcha y explicar.
Cada guía escoge la dinámica que le resulta más cómoda, pero la preparación previa es insoslayable para todos y comienza desde muchos meses antes, cuando se presenta la convocatoria para Rutas y Andares. A partir de ese momento empezamos con el trabajo colectivo para decidir a qué tema dedicaremos el Andar la Arquitectura de ese año.
¿Qué tipo de público reciben? ¿Qué relación se establece?
En general, las personas están ávidas de conocimientos. La propuesta de Rutas y Andares satisface esa necesidad de una manera didáctica y por un precio módico (10 cup), simbólico en estos tiempos. Las familias que más participan resultan estimuladas con premios que son más bien espirituales, basados en esa retribución mayor que es tener la oportunidad de conocer la historia y la restauración en la voz de sus principales protagonistas.
En los primeros tiempos, los recorridos de Andar la Arquitectura parecían clases de esa materia centrada en ejemplos del Centro Histórico, pero han pasado más de 20 años y hemos tenido que buscar otras propuestas en aras de satisfacer a esa parte del público, nada despreciable en cantidad, que repite cada año.
Algunos, cuando aún no hemos terminado un Andar, ya nos están preguntando qué haremos para el próximo verano. Otros sugieren hacerlo en invierno, porque hay menos calor y los recorridos pueden resultar más cómodos.
Entre el público hay familias amantes de la ciudad, conocedoras de su arquitectura e historia. También recibimos guías de turismo, quienes toman notas y asumen nuestra propuesta como una forma de preparación para su trabajo. Nunca
faltan “las rusas”, un grupo muy activo de mujeres de esa comunidad que llevan décadas radicadas en Cuba. A veces ellas y otros participantes solicitan bibliografía para ampliar la información que les ofrecimos en el Andar.
Ha sido interesante compartir todos ellos y con diferentes grupos etarios, sobre todo niños, jóvenes, adolescentes a los que hemos visto crecer gracias a ese amor y sensibilidad por el patrimonio que le inculcan sus padres. Hay también un público adulto fiel, algunos ya con achaques y problemas de salud, que siguen participando.
El Andar la Arquitectura cuenta, desde hace varios años, con servicio de interpretación del lenguaje de señas. Para nosotros ha sido extraordinaria la inserción de la comunidad sorda, gracias al proyecto Cultura entre las manos. Es una experiencia que nos ha marcado desde el punto de vista humano.
¿Cómo organizan los recorridos? ¿Cuáles han sido los más aceptados?
Cada recorrido tiene su encanto. Yo no podría escoger uno de entre todos los que hemos organizado, pues cada uno me ha aportado desde el punto de vista del conocimiento, de las relaciones sociales, de la comunicación… El público también los enriquece con su experiencia de vida, con sus saberes. A veces recibimos personas mayores que tienen detalles de determinada zona de la Habana Vieja porque vivieron allí o por estudios, y comparten esa información. La experiencia se vuelve recíproca entonces, y aprendemos todos.
Cada propuesta ha tenido su singularidad. En algunos casos hemos salido del Centro Histórico para desentrañar los códigos arquitectónicos del Vedado, Miramar, Cementerio Colón…
Hubo un año que organizamos un recorrido por casas señoriales que tuvo gran aceptación, al punto que hubo que repetirla. Recuerdo que hicimos dos grupos, cada uno se concentraba en tres exponentes diferentes de la arquitectura doméstica de los siglos XVII, XVIII y XIX, con esa información hilvanamos parte del devenir del Centro Histórico y abordamos la forma de vida de la aristocracia habanera.
En ese caso el público pudo conocer acerca del uso de las diferentes habitaciones: sala, comedor, cocina, baños, espacios donde vivía el esclavo… y comentamos detalles que incluían las vajillas, cuyos restos se exhiben siempre; las pinturas murales; los hábitos de higiene; hasta la relación del amo con la servidumbre y más.
La propuesta de este año, los jueves de julio, estuvo relacionada con la refuncionalización y el reciclaje de los inmuebles y de los espacios públicos. Tratamos de hacer evidente la compatibilidad entre contenedor y contenido, entre el edificio antiguo y su nueva función. Intentamos mostrar ese gran reto que tienen los equipos de proyectos de la Oficina que es darle una vida nueva a los inmuebles y a los espacios públicos.
Con esa idea diseñamos tres Andares. El primero estuvo encaminado a conocer obras culturales y educativas. Incluimos la visita a edificaciones que tienen grado de protección 1, el máximo dentro de la categoría de edificio patrimonial. En ellos destacamos cómo asimilaron su nueva función de museo, centro cultural o de una escuela de estos tiempos.
Por ese camino llegamos a la sede del Centro de Restauración y Diseño Roberto Gotardi (Redi), adjunto a la empresa Restaura, sito en San Ignacio entre Amargura y Teniente Rey. Es un edificio del siglo XVIII, con un diseño y uso contemporáneo muy interesante. No es un espacio público, por lo que devino oportunidad para conocerlo por dentro.
Otro de los Andares de este año propuso difundir obras turísticas y recreativas que ocupan inmuebles diseñados originalmente para otras funciones. Se visitaron hoteles restaurados desde hace algún tiempo, y otros nuevos como el hotel Catedral. También realizaron un pequeño periplo por el puerto viejo, hoy área recreativa que expresa esa intención de la Oficina de devolver a las personas el disfrute del mar, experiencia que estuvo limitada en siglos anteriores por el uso portuario de esa zona.
El tercer Andar, en dos grupos, estuvo centrado en la presencia del arte en espacios como las plazas principales y paseos del Centro Histórico, la escultura ambiental colocada en el periodo colonial y la monumental contemporánea que responde a una voluntad de Eusebio Leal de vincular a los artistas al proceso de restauración, no solo hacia al interior de los inmuebles, sino también en espacios públicos tradicionales.