Por: Yimel Díaz Malmierca
Aunque el gusto por el café predomina entre los cubanos, no es ajena a nuestra idiosincrasia la cultura del té, tema al cual se dedicará la Ruta de los martes en el proyecto estival de Rutas y Andares 2023.
El té, en sus distintas variedades, proviene de una misma planta, la Camellia sinensis o árbol del té. En general, contiene un porciento de cafeína que varía de acuerdo a la edad y forma en que se procesa la planta, eso define las características y composición química del producto. Para obtener té negro, por ejemplo, se desecan las hojas, se enrollan y se dejan oxidar; para el verde, en cambio, las hojas se calientan o ponen al vapor justo después de haber sido cosechadas; mientras que el té oolong (azul) se obtiene de procesar la planta bajo la luz directa del sol. Los más exquisitos tés blancos, por último, están hechos a partir de capullos de la planta del té que se extraen un día antes de que abran.
Durante mucho tiempo la ceremonia del té se revistió de un tono suntuoso, era un momento que los anfitriones aprovechaban para impresionar a sus invitados haciendo gala de sus mejores lujos. Pero existen tradiciones que ponderan todo lo contrario, como ocurre en Japón, uno de los países desde donde esa cultura trascendió al mundo.
En el Japón del siglo XV, el maestro zen Murata Juko (1422- 1502) propuso a la aristocracia trasladar el ritual del té en una humilde habitación para ser coherentes con los principios de la filosofía zen, que se basa en la meditación. No obstante, el cambio en la tradición se consolidó tiempo después, a finales del siglo XVI, cuando Sen no Rikyu (1522 – 1591), hijo de un rico comerciante, extendió a la sociedad la forma en que los monjes bebían té.
Rikyu eliminó todo lo superfluo de la habitación del té, así como las decoraciones lujosas. Impuso la humilde cabaña con techo de paja, la tetera de hierro, el recipiente laqueado, la cucharita, el batidor de bambú y una escudilla de arroz para beber el té. De esta forma simplificó el rito de manera que los participantes se mantuvieran ajenos a distracciones y se concentraran en el placer de la belleza y la introspección. Pero Japón es apenas un ejemplo de cómo el consumo del té se integró a las diversas culturas, pues si bien las variedades de tés son las mismas, las tradiciones son diversas.
De cómo degustan el té los cubanos, en qué momentos del día, con quién lo comparten, y su relación con infusiones y remedios medicinales se conocerá en la Ruta por la cultura del té, que tendrá lugar cada uno de los martes de julio y agosto.
El punto de salida será la farmacia Taquechel, a las diez de la mañana. De allí visitarán el Museo dela Orfebrería, que atesora una importante colección de vajillas empleadas en el servicio. Culminará en el patio sevillano de La Columnata Egipciana, hasta donde llegarán especialistas en patrimonio documental, quienes mostrarán libros y artículos de revistas y periódicos en los que se aborda el tema. Como es de esperar, la propuesta cerrará con la degustación de té a la cubana.