Una cubanidad no tan errante: Hubert de Blanck sinfónico

Por: Anabel Lescaille Rabell

Fotos: Manuel Almenares

El acto de honrar, como entendió con claridad y nos transmitió José Martí, contiene la virtud de tornarse recíproco. Así se pudo comprobar en el concierto Hubert de Blanck sinfónico, que tuvo lugar el pasado sábado 6 de mayo en el Oratorio San Felipe Neri, perteneciente a la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.

Como parte de un proyecto que lleva a cabo la Orquesta del Lyceum de La Habana, con el apoyo del Museo Nacional de la Música, la Embajada de los Países Bajos y el Gabinete de Patrimonio Musical Esteban Salas, la presentación rindió homenaje, no solo a la vida y obra del compositor cubano-holandés, sino también a la figura del reconocido musicólogo Jesús Gómez Cairo, recientemente fallecido. Cabe recordar que no es este el primer acercamiento a la composición de Hubert de Blanck que la Orquesta ofrece al público. En el año 2022, durante el Festival Habana Clásica, se interpretaron algunas de sus piezas, que quedaron recogidas en un fonograma que da inicio a la colección Hubert de Blanck: un holandés errante, con piezas camerales.

Se trata, por tanto, de un nuevo empeño cuya magnitud es imposible recoger en una puesta única, pero que nos es revelada, de un modo especial, en cada concierto. El programa propuesto para esta ocasión incluyó siete piezas para formato sinfónico, de las cuales cinco se encontraban en los archivos del Museo Nacional de la Música y luego de un proceso de transcripción y revisión, volvieron a interpretarse, después de varias décadas. Asistimos al reencuentro con la música de un compositor que, a pesar de su formación europea y el amplio reconocimiento que alcanzó a nivel internacional¸ encontró en Cuba un espacio donde desarrollar su creación y sentar las bases de su concepción de la enseñanza musical.

El concierto comenzó con la “Romanza”, “Cachucha” y “Tarantella”, de su Suite de danzas, como otra confirmación de la excelencia con que la Orquesta del Lyceum de La Habana asume su repertorio. Le sucedió la Elegía, que supuso un contraste eficaz con el carácter danzable y ligero que predominaba en la suite. Dedicada al General Calixto García, la orquestación de esta pieza refleja el sentido de pertenencia y la admiración que Hubert de Blanck profesó por el movimiento independentista cubano (en el cual se involucró) y sus principales gestores.

Lo que aconteció después fue una revelación para muchos de los presentes. En la interpretación magistral de la soprano Bárbara Llanes, acompañada por la orquesta, se escuchó el “Ave María” de Hubert de Blanck. Es difícil no conmoverse ante la tersura de una voz como la suya, en un canto piadoso que, al llegar a la última nota—agudísima y apenas sospechada—, nos entregó una belleza esencial, de las que solo debieran escucharse con los ojos cerrados. Con el Homenaje a Antonio Maceo, regresó el tono solemne, la gravedad del sentimiento que produce la pérdida de un ser querido, reafirmada en los acentos sucesivos; pero también la fuerza expresiva lograda en las progresiones ascendentes que culminaban con el efecto sonoro de la percusión.

Este primer momento del concierto concluyó con la gracia de La danza tropical (vals para soprano ligera y orquesta), obra en la que Bárbara Llanes volvió a cautivar al público con la soltura y la colocación precisa de su voz. Por momentos parecía tratarse del canto de un ave, o de un instrumento bien afinado, su timbre que en varios pasajes juega y se entremezcla con los vientos en la profusión de notas que, como se ha apuntado, evidencia el influjo del bel canto.

La segunda parte estuvo marcada por la presencia del piano en el Capricho cubano, así como el Andante y Allegro de concierto, ambos para piano y orquesta. La interpretación de Marcos Madrigal completó la demostración de virtuosismo, entrega y competencia interpretativa del conjunto de músicos que, bajo la dirección siempre certera de José Antonio Méndez, rindieron merecido tributo a la vida y obra de Hubert de Blanck.

Fenómeno solo posible en el dinamismo y la familiaridad que propicia la música en vivo, la presentación no se terminó tras ejecutar las piezas contenidas en el programa. Para un público que en más de una ocasión dio señales del más genuino disfrute y agradecimiento, los intérpretes tuvieron a bien regalar dos obras: el tercer movimiento, Precipitato de la Sonata No.7 en si bemol mayor, de Sergei Prokofiev, en el piano estremecedor (y estremecido) de Marcos Madrigal; y el último movimiento “A la polacca” de la Suite para violín y piano del compositor cubano-holandés, en un arreglo para cuerdas del concertino de la Orquesta.

Hubert de Blanck sinfónico viene a reafirmar la labor imprescindible de regresar a las salas de concierto la música compuesta por Hubert de Blanck, cuya obra es representativa de un estilo diferente y que se toma como referencia dentro del panorama musical decimonónico en Cuba. Percibimos en sus piezas un modo singular, propio, de aprehender y expresar la cubanidad. Reconocerla y comprender la significación que tiene para la historia de la música y la cultura cubanas, permite observar el concierto desde una perspectiva más profunda, que lo sitúa en el panorama cultural contemporáneo no como una presentación más, sino como un hecho de relevancia para el devenir del quehacer musical, cultural y patrimonial.

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