Las Escuelas Nacionales de Arte de Cubanacán: Un hito internacional del Movimiento Moderno en Cuba

Por: Lic. Historia del Arte: Laura García Parra

El Movimiento Moderno, se desarrolló en las primeras décadas del siglo XX, principalmente entre los años 20 y 30. Supuso una ruptura con la arquitectura anterior, con lo tradicional, formas compositivas y estéticas. Aprovechó las posibilidades de los nuevos materiales industriales como el hormigón armado, el acero laminado y el vidrio plano en grandes dimensiones, creando un nuevo lenguaje arquitectónico, siendo la Bauhaus la impulsora de este movimiento. Este trabajo pretende mostrar su llegada a Cuba y el desarrollo que alcanzó en La Habana con el ejemplo específico de las Escuelas Nacionales de Arte, las que están cumpliendo sus 60 años en estos días y a cuya celebración nos sumamos.

ANTECEDENTES

El Movimiento Moderno se caracterizó por la simplificación de las formas, la ausencia de ornamento y la renuncia consciente a la composición académica clásica, que fue sustituida por una estética con referencias a las distintas tendencias del denominado arte moderno. Se caracteriza por plantas y secciones ortogonales, generalmente asimétricas, ausencia de decoración en las fachadas, simplicidad, transparencia, espacios abiertos y grandes ventanales horizontales, conformados por perfiles de acero. Los espacios interiores son luminosos y diáfanos. Está marcado por las dos principales tendencias: el funcionalismo racionalista y el organicista.

Los principales maestros del Movimiento Moderno fueron: Le Corbusier, Ludwing Mies van der Rohe, Walter Gropius, Frank Llyod Wrigth, entre otros. 

En Cuba desde mediados del siglo XIX era visible un deseo de modernización cada vez más fuerte que pretendía la actualización del país en todos los campos, incluidos la arquitectura y el urbanismo. Es en siglo XX que se conjugan los factores que permitirán una apertura total a la modernidad plena. Los cambios en las ciudades cubanas sucedían de manera rápida, aunque desfasados en el tiempo. Se comenzaron a pavimentar las calzadas, se renovaron las instalaciones sanitarias, los edificios ganaban cada vez más en altura y en calidad de materiales. El hormigón armado y las estructuras metálicas desplazaron las obsoletas técnicas de construcción finisecular. La ciudad se expandía y todos reclamaban la condición de ser más modernos.

El gran salto que conduciría a la arquitectura cubana a obtener notables logros se daría con la llegada del Movimiento Moderno, cuyas ideas se divulgaron a inicios de la década del veinte. Los años treinta presenciaron el arribo de nuevas formas, afianzándose esta novedosa manera de hacer en los años cuarenta y alcanzando su plenitud en la década del cincuenta, llegando a enriquecerse formal y conceptualmente hasta igualarse e incluso superar en calidad lo que se hacía en otros países.

Durante la irrupción del Movimiento Moderno o MoMo, como también se le conoce, en La Habana se verifica la precariedad de una esfera teórica dentro del propio sistema, que ratificara o incluyera los edificios emergentes en el corpus de una arquitectura nacional. Un factor a tomar en cuenta lo constituye la proliferación, en estos años, de otras formulaciones teóricas, encauzadas a un ideal urbanístico más que a la propia expresión de construcciones aisladas, y que tiene su principal representante en la Carta de La Habana (1948), de Martínez Inclán. El sistema de proporciones cambió y se produjo un rechazo a los elementos de carácter historicista, lo que condujo a transformaciones en la imagen urbana, en algunos casos con nefastas consecuencias para la ciudad tradicional.

Para los años 50, los arquitectos Rafael de Cárdenas, Mario Colli, Sergio Martínez y Eugenio Batista entre otros, se convierten en líderes de la arquitectura cubana con enfoque moderno. En este período, se suceden cuantiosas inversiones norteamericanas que generan un impulso urbanístico y constructivo en medio de la asimilación de los códigos de la arquitectura moderna en los más variados temas. En ese sentido se destaca la construcción de hoteles en La Habana como el Capri, Riviera y Habana Hilton y en el tema de la vivienda el paradigmático edificio de apartamentos FOCSA.

A partir de este momento, quedó claro que la arquitectura cubana pensaba en la aceptación de los preceptos modernos vinculados a las diferencias de cada localidad en cuanto al clima y a los nuevos problemas sociales, logrando la asimilación y reinterpretación de códigos heredados en función de la modernidad y de una adecuación climática.

De esta manera en Cuba, el MoMo alcanzó su plenitud en los años 50, reafirmándose el papel preponderante de La Habana con respecto al resto del país y se enriqueció hasta igualarse y en muchas ocasiones superar la calidad de las obras de otros países. En contra de lo generalmente asumido, el florecimiento de este movimiento en nuestra isla no culmino con el Triunfo de la Revolución de enero de1959. A pesar de la migración de la mayoría de los grandes maestros de la arquitectura, de las agresiones armadas y de la escasez de recursos, la década de los años 60 continuó dignamente con ese legado.

En marzo de 1962, a partir de un estudio general sobre la enseñanza artística, se ve la posibilidad de crear un centro multidisciplinario donde se encontraran las artes y donde hubiera una vinculación entre los alumnos de todas las ramas artísticas. Así se crea La Escuela Nacional de Arte, considerada como una de las experiencias arquitectónicas más singulares de la segunda mitad del siglo XX. Es una de las pocas obras cubanas que se han convertido en un hito internacional del movimiento moderno.

La idea surge de la aspiración del gobierno de construir en La Habana un centro de educación artística, no sólo local, sino para formar a los creadores pertenecientes a los países del llamado Tercer Mundo. Debían ser cinco pabellones sobre un terreno de gran vegetación. La Ciudad de las Artes, como también se le conoce, creció en el privilegiado espacio de Cubanacán, sede del antiguo Habana Country Club.

El arquitecto Ricardo Porro actuó como coordinador general y diseñó las escuelas de Artes Plásticas y Danza Moderna. De las tres restantes se encargaron dos jóvenes arquitectos italianos, Vittorio Garatti y Roberto Gottardi, que proyectaron las escuelas de Ballet, Música y la de Artes Dramáticas, respectivamente. Aunque cada uno de los arquitectos diseña con absoluta libertad, todos parten de algunas premisas comunes. Así, a pesar de la gran variedad de los planteamientos particulares, el conjunto logra una asombrosa unidad, sumamente bella y compleja.

El conjunto de las cinco Escuelas Nacionales de Arte de Cubanacán, declarado Monumento Nacional en 2010, constituye un hito de nivel internacional. Es indudablemente una obra maestra, y su valor se refleja en las bravas intenciones de reencontrar las raíces culturales de un pueblo, de dar a las tradiciones una forma innovadora, y sobre todo en la búsqueda del arquitecto por dotar de poesía a sus edificios, profundamente emocionantes.

Los tres proyectistas buscaron integrar sus edificios al paisaje, respetando en la medida de lo posible el espectacular entorno natural y finalmente, cada uno recurrió al uso de pasillos cubiertos para unir las distintas partes de cada escuela, una estrategia que Porro reconoce haber reinterpretado a partir de sus recuerdos de la ciudad. Todos los arquitectos adaptaron sus diseños a las formas estructurales del ladrillo, como respuesta a la carencia de acero y hormigón causada por el bloqueo norteamericano, dando lugar a un bellísimo concierto de cúpulas y bóvedas catalanas a lo largo de toda la escuela.

El conjunto de escuelas está conformado por una arquitectura de geometría orgánica. Sus formas libres, expresivas e inéditas, resumieron las metáforas culturales. Se empleó la fusión de los códigos de la modernidad, la tradición colonial y el rescate de la cultura negra, representativas de la etapa «surrealista» de la Revolución.

La Escuela Nacional de Danza Moderna, es un proyecto del arquitecto Ricardo Porro. Se llevó a cabo desde 1961 a 1965. La construcción está marcada por su angulosidad y agudas esquinas y aristas. El vestíbulo asume la forma de portal cubierto por bóvedas, mientras que los estudios de danza parecen hincharse por las tensiones internas producidas por los saltos de los bailarines: las paredes laterales se flexionan hacia afuera y los techos hacia arriba. Toda la circulación se soluciona con galerías, cuyo trazado conforma un patio quebrado, de caótica disposición, lo que refuerza el contenido mediato del conjunto. Aquí Porro trató de expresar, además del significado evidente y primario de la función educativa, el momento de angustias que se vivía en esos primeros años de revolución, la inestabilidad e incertidumbre de la lucha de clases que se desarrollaba.

Se manifiesta como una composición dinámica formada por calles y patios no rectilíneos que brotan de una plaza central de acceso, cubierta por láminas de vidrio fragmentadas que simbolizan la dramática ruptura del régimen anterior. El traumático choque de dos sistemas sociales, del que sólo uno sobrevivirá, es expresado en la configuración en planta, que el arquitecto describe como un vidrio quebrado por un golpe, un sentido épico y monumental permea toda la obra, que a pesar de sus grandes dimensiones se aprecia como dinámica, en movimiento permanente. 

La Escuela Nacional de Artes Plásticas se conforma por una serie de pabellones de planta oval agrupados de dos en dos y conectados mediante pasajes a las galerías principales del edificio, de sinuoso trazado. Porro adoptó un enfoque diferente con el diseño de esta escuela, donde se inspiró en la herencia cubano-africana de la nación. En este edificio generó una estructura aldeana arquetípica a partir de una serie de pabellones de forma ovalada de varios tamaños, conectados con columnas curvas y sombreadas.

Un espacio abierto, de amplias dimensiones, adquiere connotación de plaza más que de patio, enmarcado por las rítmicas secuencias de columnas de los portales perimetrales. En el patio se emplaza una fuente cuyas suaves curvaturas se asemejan a los pliegues de la piel, y cuyo surtidor es una escultura concebida por Porro con la forma estilizada de un sexo de mujer. Escogió la sensualidad como símbolo supremo del acto de creación.

En esta escuela se elabora un proyecto sin precedentes que mezcla una tecnología inusual en Cuba para las cúpulas como es la utilización del ladrillo, para la forma se inspiró en la sensualidad de la mujer con un lenguaje lleno de erotismo, reconociendo el carácter mestizo de las cubanas. Se mezclan elementos de la aldea africana con los portales más europeos, la exuberancia de la naturaleza, el color, y el misterio por descubrir la arquitectura mientras se recorre.

La Escuela Nacional de Ballet fue concebida por el arquitecto italiano Vittorio Garatti entre 1961 y 1965. La extraordinaria belleza del paisaje lo llevaron a concebirla casi soterrada. Las verdaderas fachadas del edificio son cubiertas abovedadas de los pasajes de circulación y las cúpulas de los estudios, que se aprecian desde arriba al transitar por el largo y sinuoso recorrido de acceso deliberadamente proyectado con un propósito contemplativo. Los techos en bóveda pueden funcionar como calles por las que es posible caminar al compás de sus ondulaciones. Por su organicismo semeja un gran animal que yace entre la vegetación.

Las bóvedas se seccionan por tramos, de modo que la luz solar pasa al interior y crea sugerentes haces luminosos en el enigmático ambiente. Las galerías de circulación son amplias y su trazado curvilíneo produce la sensación de descubrimiento y sorpresa inherente al recorrido dentro de la caverna. La obra no se llegó a completar, permaneció abandonada por largo tiempo y actualmente se proyecta su recuperación.

La Escuela Nacional de Música fue proyectada también por Garatti, en esta proponía dos sectores de clara definición formal. El primero estaría compuesto por un teatro de música de cámara y ópera, otro de música sinfónica y un bloque administrativo conformado en torno a un patio irregular rodeado por galerías de conexión entre estas funciones. El segundo sector – el único que se construyó – es un extenso edificio de 330 metros de largo y muy poca altura que mimetiza con el paisaje al seguir las curvas de nivel. La sección transversal de este bloque permite apreciar su conformación funcional en secuencia: en la parte más alta y comunicadas por una galería abierta, se encuentran las oficinas y las aulas, mientras que los cubículos individuales de estudio y ensayo se hallan en la parte más baja, interconectados por una galería interior iluminada por lucernarios. 

Al igual que muchos de los proyectos emprendidos por la Revolución Cubana, la Escuela Nacional de Arte nunca se terminó, pero sigue existiendo como la más importante escuela de Cuba para las artes. Los alumnos han aprendido a funcionar y prosperar dentro de la estructura inacabada. Las escuelas nunca cumplieron las grandes aspiraciones de los arquitectos, sin embargo, todavía se usan en su actual estado de ruina parcial.

La Escuela Nacional de Artes Dramáticas fue la única diseñada por el arquitecto italiano Roberto Gottardi. Contiene un anfiteatro central dominante y aulas individuales orientadas hacia el interior que crean un ambiente único e íntimo. El exterior se encuentra perforado sólo por pequeños caminos -como callejones-, lo que le da a la escuela un aspecto de fortaleza. De acuerdo con el arquitecto, fue su zonificación funcional la que conformó la solución de esta obra.

El proyecto original contemplaba la organización de funciones en tres conjuntos de locales: uno central, compacto y de mayor altura, flanqueado por otros dos, más cercanos al río; así las paredes perimetrales de los tres compondrían los cierres necesarios para configurar un gran anfiteatro al aire libre con la vegetación sirviendo de fondo del escenario. Este efecto no se logró al ser construido solamente el bloque central, en torno a un pequeño teatro descubierto que compartía el escenario y las facilidades de tramoya con otro gran teatro, que tampoco se construyó. La escuela evoca una pequeña ciudad medieval con sus callejuelas angostas y e irregulares y sus imprevistas plazas. Aquí está presente, quizás gracias a un proceso subconsciente, la experiencia veneciana del proyectista integrada a la exuberancia caribeña.

Al igual que muchos de los proyectos emprendidos por la Revolución Cubana, la Escuela Nacional de Arte nunca se terminó, pero sigue existiendo como la más importante escuela de Cuba para las artes. Los alumnos han aprendido a funcionar y prosperar dentro de la estructura inacabada. Las escuelas nunca cumplieron las grandes aspiraciones de los arquitectos, sin embargo, todavía se usan en su actual estado de ruina parcial.

 

Fuentes bibliográficas:

Colectivo de autores. “La Arquitectura del Movimiento Moderno. Selección de Obras del Registro Nacional”. Ediciones UNIÓN. Colección ARQUITECTURA y CIUDAD. 2011.

Catálogo de la exposición: “LA HABANA MODERNA. 20 OBRAS ESENCIALES.” 2019.

file:///F:/Movimiento%20Moderno/Mirada%20al%20Movimiento%20Moderno%20cubano%20un%20enfoque%20clim%C3%A1tico.htm

file:///F:/MoMo/Portal%20Cubarte%20-%20La%20arquitectura%20del%20Movimiento%20Moderno%20un%20patrimonio%20a%20valorar.htm

file:///F:/MoMo/Instituto%20Superior%20de%20Arte%20en%20La%20Habana,%20Cuba.%20Estructuras%20de%20cer%C3%A1mica%20%E2%80%93%20e-STRUC.htm

file:///F:/MoMo/Escuela%20Nacional%20de%20Arte%20(La%20Habana)%20-%20EcuRed.htm

file:///F:/MoMo/Declaran%20el%20%23ISA%20Patrimonio%20Nacional(%23Cuba%20%23culturacubana)%20HAVANA%20INSIDE.htm

file:///F:/MoMo/LA%20ARQUITECTURA%20DE%20LA%20REVOLUCI%C3%93N%20CUBANA%201959-

 

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