Rita Longa. Su legado escultórico dentro de la arquitectura y el urbanismo habanero

Por: Lic. Historia del Arte Laura García Parra

Rita Longa es una de las más importantes artistas que Cuba le ha regalado al mundo. Lo más notable de esta destacada artista fue la extraordinaria manera en que desarrolló importantes obras plásticas, que la llevaron a recibir numerosos reconocimientos tanto en Cuba como a nivel mundial. La mayoría de sus esculturas al aire libre forman parte del paisaje y el imaginario popular. Este trabajo pretende resaltar alguna de las obras que la artista legó a la ciudad habanera y homenajearla en el 110 aniversario de su natalicio.

INTRODUCCIÓN

Rita María Longa Aróstegui es una destacada e internacionalmente reconocida artista plástica cubana, cuyas expresiones a través de la escultura en mármol, bronce y madera la convirtieron en una de las figuras artísticas más emblemáticas del siglo XX. Desde joven, definió que su vocación estaba orientada a la creación plástica y en consecuencia se dedicó a pulir sus capacidades artísticas. Tras graduarse de bachiller en 1927 se unió a la Academia de Bellas Artes de San Alejandro, pasando por las manos de destacados maestros.

Durante su permanencia en este instituto, recibió formación del profesor Juan José Sicre, empezando a desarrollar su admirable y elegante talento creador. Seguidamente, toma clases de escultura en el Lyceum de La Habana, bajo la tutela de la maestra Isabel Chapotín. Como resultado, se convirtió en una exquisita escultura autodidacta a la que le fascinaba innovar y experimentar con las figuras y formas. Iluminada por una gran imaginación, desarrolló grandes obras en mármol y en madera que rápidamente atrajeron la atención de muchos.

Después de que culminara sus estudios en San Alejandro y en el Lyceum de La Habana, el arquitecto Eugenio Batista le encargó, en 1940, la realización de un Sagrado Corazón para una residencia privada. Sin saberlo, despertó en Rita uno de los más delirantes recursos de su arte: por primera vez la artista concibió su obra en diálogo con el entorno. A partir de entonces, como ella confesara, “las formas estuvieron estrechamente ligadas al espacio donde iban a vivir”.

Guiada por la vocación de cambio y actualización que alentó a los artistas en los años ’30, se convirtió en la mayor exponente de la Vanguardia escultórica y, en 1936, cuando se funda el Estudio Libre, participó como Orientadora, junto a los pintores Eduardo Abela, René Portocarrero, Mariano Rodríguez y Domingo Ravenet. Allí enseñó –por primera vez en Cuba– técnicas para la talla directa. El poeta y etnólogo Miguel Barnet haría referencia a ella como una mujer moderna y audaz, adelantada a su tiempo con su vocación de escultora, y en su espléndida devoción por la alegoría y el símbolo.

Fue la segunda creadora en recibir el Premio Nacional de Artes Plásticas, en 1995, que había sido instituido en Cuba solo un año antes. A lo largo de su carrera, dedicada al arte escultórico, asumió desde la pieza de cámara para ser presentada en una exposición, hasta la obra destinada a un público exterior, esta última con cierto carácter monumental y una recurrente preocupación por los volúmenes en su relación con la luz y el espacio.

Su obra se caracteriza por su elegancia sinuosa, la fluidez de sus formas y los movimientos de suaves ritmos. Sus esculturas se reparten por toda su isla natal, adornando tanto plazas y parques como teatros, centros recreativos o fachadas de edificios, algunos de ellos emblemáticos. Varias de sus esculturas se han convertido en iconos de cubanía.

Las casas de Miramar

Miramar, barrio residencial cubano del municipio Playa en la Habana, donde la burguesía cubana se hizo construir importantes mansiones, fue también un espacio privilegiado para que la artista exhibiera su arte. En el año 1940 crea la obra Sueño de adolescencia como parte de un proyecto interdisciplinario para un estanque con el tema La eterna pareja humana y que se hallaba destinado al jardín de la que era en entonces la casa de Piedad Maza, situada en calle 14 entre 3ª y 5ª. Esta obra conjunta contó con murales de Domingo Ravenet y diseño arquitectónico de Aquiles Maza. Del conjunto solo se conservan hoy algunos fragmentos.

En 1953 concibe la obra La Náyade, de piedra fundida, que se localiza en la antigua residencia de Germán López en la misma localidad, una estilizada figura femenina al centro de una fuente.

Fueron muchos los encargos de representaciones escultóricas alusivas a la religiosidad. Apostó por los medio-relieves con siluetas adheridas a muros de cemento o de mármol, generalmente figuras sin cabezas o manos, pero que parecen desplegar, en elegante movimiento, hombros, velos y túnicas, en un juego virtuoso con los claroscuros y la sinuosidad.
En la Quinta avenida, esquina a 26 en Miramar, se encuentra la Iglesia de Santa Rita de Casia, abogada de los casos imposibles y desesperados.

Resulta este un edificio de gran amplitud, luminosidad y belleza donde el visitante podrá alejarse del agitado ritmo de la ciudad y alcanzar una experiencia de paz. Para el templo creó la escultora en 1943 una imagen de Santa Rita de Casia, concebida a partir de la técnica de yeso con pátina imitando bronce. Sus elegantes líneas curvas y el tono de la pieza, marcado por la modernidad, provocaron grandes polémicas en su tiempo debido a la sensualidad que muestra, un acertado intento de la artista para humanizar a la virgen. Esto conllevó a que la imagen fuera retirada por un período, siendo sustituida por otra con un tratamiento más tradicional que, no obstante, terminó por no agradarle a nadie, con lo cual se preservó la original de Rita Longa. Esta obra se conserva en una vitrina de cristal en el propio sitio.

En 1941 creó su proyecto de La Fuente de los Mártires, que en 1947 emplazó en el Parque de Cárcel y Prado, en La Habana Vieja. Fue este su primer monumento público. Es una obra donde se unen arte e historia que hasta hoy resultará digna de su atención si pasea por las calles de La Habana. Se enfocó en situar la escultura en el espacio y el ambiente, al estilizar tres figuras humanas que salen de una pieza de mármol. Pretendió historiar con esta obra el caso de los Freyre, acaecido en la República Neocolonial: los hermanos de un abogado del período, que apoyaba la lucha contra el gobierno, fueron asesinados por dichas fuerzas.

El Relieve Ciencia y Fe realizado en 1946 en piedra. Se encuentra ubicado en la fachada de la antigua Liga contra el Cáncer -hoy Hospital Oncológico-, le hizo merecedora de la medalla de oro de la Architectural League of New York.

Otra obra muy reconocida de la artista es Grupo Familiar o Los Venaditos, realizada en 1947, da la bienvenida al público al céntrico Zoológico ubicado en la Avenida 26 de la capital habanera. Para la realización de este proyecto, un tierno conjunto escultórico donde coexisten tres venados (padre, madre, e hijo) realizados en bronce, dedicó horas en una nave del propio zoológico donde se encontraba un venado al que –según sus palabras- ella misma le daba de comer y lo atendía hasta que este se adaptó a su presencia. Así fue que el venado se convirtió en modelo para una de las esculturas más significativas y simbólicas de la ciudad.

Los Atlantes, figuras también conocidas como Previsión y Cooperación están hechas de piedra de Jaimanitas y fueron realizadas en 1948. Su ubicación es en la fachada del edificio de la compañía de seguros La Tabacalera en calle Morro. El denominado ‘friso del tabaco’, decorado con hojas de esta planta, en el mismo edificio, también es suyo.

La Ilusión es una obra realizada en 1950, en bronce. Se localiza en el vestíbulo del cine-teatro Payret. Para este mismo cine realizó también el conjunto escultórico de las musas, que decoraban las paredes de la sala de proyección.

Creó también la escultura de una estilizada bailarina clásica, en 1950, para el Cabaret Tropicana ubicado en el municipio Marianao, bajo el nombre de Ballerina. La antigua Villa Mina, convertida en gigantesco escenario para shows al aire libre, conservaba amplios jardines que reclamaban una ambientación, y ningún tema resultaba más adecuado que la danza. Lo sorprendente es que no se tratara de un gran conjunto escultórico, ni siquiera el que se escogiera una imagen derivada de la técnica del ballet clásico, sino que se lograra tanta elocuencia con tal economía de medios. Una sola figura, ataviada con el clásico “tutús”, se sostiene sobre las puntas mientras logra el equilibrio con sus brazos, colocados en forma redondeada.

La pieza respira armonía, equilibrio, está calculada de modo tal que desafía la gravedad y a la vez produce cierta sensación de peso y sobre todo, es de esas obras que logra la comunicación con el espectador al primer golpe de vista. Muy pronto la nueva creación se convirtió en el símbolo de la instalación y fue reproducida hasta la saciedad en carteles, folletos turísticos y hasta en los removedores para cocktails que los turistas se llevan como souvenirs: es posible recordar todo el cabaret a partir de su figura.

En la encrucijada de la Virgen del Camino, en el municipio San Miguel del Padrón, se localiza una obra que hace alusión al lugar donde se encuentra emplazada. Fue realizada por la artista en 1948 y culminada en 1951. Presenta una estilizada imagen de la Virgen María con la rosa de los vientos entre las manos y descansando en un marasmo de pétalos al interior de una fuente. Todavía hoy muchos cubanos rinden devoción a esta suerte de advocación mariana, y por eso siempre se encuentra cubierta de flores. La imagen, tratada a la manera moderna, sin perder los rasgos esenciales de la iconografía cristiana, permitió, a través de una cultura común y del factor omnipresente de la religiosidad popular.

Es evidente en ella la influencia del art decó, determinante en sus primeros años. Eligió un tema muy querido al estilo de entreguerras: el de Diana Cazadora, uno de los mitos grecolatinos más revisitados entonces. Otro fue el dios Mercurio, que simbolizaba el progreso y el comercio. También recurrió a él para decorar el vestíbulo de Banco Continental en La Habana Vieja, en la esquina de Amargura y Mercaderes. Lo realizó en bronce, en 1952, y lo llamó, como no podía ser de otra manera, Progreso. 

Otra pieza emblemática es Forma, espacio y Luz, emplazada a la entrada del edificio de Arte Cubano, del Museo Nacional de Bellas Artes en la Habana Vieja. Realizada en 1953 resulta una de las piezas más conocidas de la escultora, en tanto le ofrece la bienvenida al visitante. Hecha en mármol se potencia la alternancia entre la masa y el vacío de un modo que permite su apreciación correcta desde cualquier ángulo que se observe.

La Piedad, escultura realizada en 1957 en mármol. Confeccionada para el Panteón de la familia Aguilera-Pollack, ubicada en el Cementerio de Colón de La Habana.

La muerte del cisne se encuentra ubicada en los jardines del Teatro Nacional desde 1959. La escultora se entregó con esta obra, a un trabajo de ambientación del espacio que fue encargado a varios artistas relevantes de la época. Su pieza se ubica en las proximidades del mural en mosaico del artista Raúl Martínez. Evoca el movimiento danzario a través del trabajo con volúmenes y líneas en una imagen estilizada y abstracta.

Memorial para la Escuela de Natación Marcelo Salado, se localiza en la Escuela Nacional de Natación del mismo nombre, en el reparto Miramar, desde 1972. La escultura opera como una suerte de enorme coral, realizado en piedra de Jaimanitas, cubierto por fósiles y texturas. Fue realizada con la intención de que el mar y el salitre la abatieran.

La obra La Clepsidra fue  emplazada en 1997 en el lobby del Hotel Habana Libre Tryp. Es una de las esculturas más grandes, ubicada bajo techo, de nuestro país. Es una peculiar y monumental obra realizada en cristal y al centro de una fuente.

Sus manos crearon obras eternas en la memoria, tanto para los cubanos como para el mundo. Estos constituyen algunos de los ejemplos de esculturas que legó a la arquitectura y al urbanismo habanero. La trascendencia de su obra radica en que se instaló en la cotidianidad del pueblo, lo que la situó en la cumbre de la escultura cubana de todos los tiempos. Dejó a su paso por toda Cuba un legado extraordinario. En centros culturales, plazas, templos religiosos y residencias, se aprecia el refinamiento de sus esculturas y monumentos; que con su estilo, ritmo, gracia recrean el ambiente y no dejan de sorprender en cada encuentro con ellas.

Fuentes bibliográficas

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