La Rosa Catalina y un Legado Arquitectónico Art Déco

Por: Tec. Arqueología Histórica. Isabel Rodríguez Blanco.

Residencia y Mausoleo de Catalina Lasa y Pedro Baró

En este primer Andar por la Arquitectura Cubana del año 2022, recorreremos de forma sintética e ilustrativa dos exponentes del Art Deco atesorados en el patrimonio arquitectónico habanero del siglo XX. Hemos escogido estas edificaciones por su vinculación con dos piezas museables pertenecientes a la colección de la Casa de las Tejas Verdes, actual Centro Promotor para la Arquitectura Moderna y Contemporánea, el Urbanismo y el Diseño Interior. Ambos proyectos constructivos estuvieron asociados a la reconocida pareja del período republicano de la Historia de Cuba, Catalina Lasa del Río y Juan Pedro Baró.

Introducción

En uno de los espacios de la reconocida por el imaginario popular como “Casa de las Tejas Verdes”, antigua vivienda de la Aristocracia del Reparto de Miramar, se exhiben, como parte del mobiliario interior, dos piezas de vidrio que con luz artificial develan los relieves de una rosa llamada Catalina. Estas traslúcidas figuras corresponderían a un majestuoso parabán ubicado al interior del mausoleo donde descansan los restos de Catalina Lasa y su esposo Juan Pedro Baró, quienes fueran una de las parejas más conmovedoras y polémicas de la etapa republicana, aunque sin dudas, referentes importantes cuando se trata del modo de vida y costumbres de la poderosa burguesía habanera del siglo XX.

Solo algunos de los paños que configuraban la extraordinaria mampara de vidrios color ámbar fueron conservados, el mausoleo fue víctima del vandalismo y la depredación de sus bienes materiales, y con ellos, parte de sus esencias intangibles. En el año 2017 nuestro historiador Eusebio Leal Spengler encarga a los especialistas del Gabinete de Conservación y Restauración de la Oficina del Historiador de la Ciudad, que dos de los vidrios fueran transformados en luminarias. Finalmente resultan trasladados para la Casa de las Tejas Verdes.

Los restos preservados en la Institución del hermosísimo biombo de vidrio y metal, corresponden a dos de las piezas de vidrio esculpidas. El artefacto fungía como especie de una cancela o mampara empotrada al pavimento de la capilla, impidiendo, a su entrada, la visual directa hacia las tumbas. Los pequeños paneles a relieve tenían dos formas principales, una en T para la mayor parte del cuerpo y otras terminadas en medio punto rematando la vidriera.

El diseño que exhiben estos objetos escultóricos tallados en el vidrio se inspira en la Rosa Catalina Lasa, variedad resultante del injerto de un espécimen cubano con otro húngaro, descrita en la novela “Catalina” de Mario Coyula, 2013, como una flor de color levemente rosado más acentuado hacia el nacimiento de sus pétalos anchos y puntiagudos. El ejemplar sería extensamente reproducido por el maestro René Lalique e impreso al ácido en vidrieras al interior del hogar de la pareja. Según Coyula, 2013, la exótica flor se cree extinta en nuestro país y refieren aún conservarla en un jardín botánico de Roma y en La Bagatelle de París.

La vida de estos vestigios nos conduce ineludiblemente a dos de los exponentes más valiosos de la arquitectura cubana del siglo XX, siendo importantes referentes de las tipologías residencial y funeraria en el estilo Art Deco.  Ambos inmuebles vinculados al matrimonio de Catalina Lasa y Pedro Baró, pareja reconocida por transgredir algunas de las convenciones sociales de su época. Los amantes resultaron los segundos en acogerse a la nueva ley de divorcio aprobada en 1917 durante la presidencia de Mario García Menocal, el primero en utilizarla sería el propio hijo del presidente de turno, Fausto Menocal. Habiendo ya legalizado la disolución de sus antiguos matrimonios bajo las leyes del Vaticano a manos del propio Papa Benedicto XV y la unión nupcial en París, la pareja regresa a Cuba para efectuar su casamiento bajo la legislación cubana.

Catalina Lasa del Río Noriega natural de Cárdenas, Matanzas, era considerada una de las mujeres más hermosas de la Habana de principios de siglo, ganadora en varias oportunidades de certámenes de belleza, resaltaban en su helénico rostro sus ojos azules y una serie de atributos que le conferían, según los estereotipos de la época, un singular atractivo. Don Juan Pedro Baró resultaba un poderoso hacendado azucarero de la Isla, cuya pasión e idolatría por su bella esposa y extenso caudal económico tributarían a la construcción de estas dos extraordinarias edificaciones de estilo Art Déco.

Breve aproximación al Art Déco

La novedosa tendencia, cuyos códigos estéticos son perceptibles en las construcciones que abordaremos surge en París. El Art Déco inmediatamente arraigó en los Estados Unidos de América alcanzando una vertiginosa difusión en muchos países del mundo. Sus contemporáneos en Cuba lo conocieron como Moderno o Arte Nuevo, internacionalmente se identificaría con otras nomenclaturas o apelativos como Modernismo o hasta Jazz Modern. Todas las apropiaciones se remitían a expresiones fundamentalmente decorativas, y tuvieron especial auge durante el período entre las dos guerras mundiales del siglo XX. (G. Alonso, 2013)

En sus patrones formales contiene influencias del clasicismo, con características simétricas, rectilíneas, altamente estilizadas, que fueran también símbolo de lo que se concebía como glamuroso. Como movimiento se gesta entre los años 1908 y 1912, para luego encontrar el más álgido impacto entre 1925 y 1935, aunque en algunos países como Cuba continúa incidiendo hasta los primeros años de la década del 50. El estilo es el resultado de referentes diversos derivados del Art Nouveaux, el Cubismo, El Fauvismo, La Bauhaus, el Futurismo italiano, así como de la apropiación de elementos formales del arte antiguo que llegó del Oriente, Egipto, África y los territorios americanos. El Art Déco había penetrado de tal modo en la vida contemporánea que trascendía los soportes materiales con que le daban forma, manifestándose en el propio comportamiento humano de la época. (G. Alonso, 2013)

La casa de Paseo

El palacio que sería la residencia de la pareja está ubicado en la calle Paseo Número 406 entre 17 y 19, actual “Casa de la Amistad”, unidad presupuestada perteneciente al ICAP (Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos). La mansión fue encargada en el año 1922 a la compañía Govantes & Cabarrocas, inaugurada finalmente en 1927. Su edificación había mantenido en la total incertidumbre a los vecinos del Vedado, sólo quince días antes de ser finalizada son divulgados los propietarios del inmueble. Su fachada revela un estilo totalmente ecléctico, con marcadas influencias de la arquitectura renacentista florentina. Su entrada principal hacia paseo está custodiada por dos leones de mortero vaciado con arena sílice y cemento blanco ubicados posteriormente.

Al interior deslumbran los espacios cuidadosamente diseñados en una variante de la que sería pionera, considerándose el primer interior Art Déco en nuestro país, en un contexto donde apenas se había introducido como una tendencia moderna en la Exposición de Artes Decorativas e Industriales de París, en el año 1925. La decoración y el diseño del mobiliario de las diferentes estancias de la casa fueron concebidos por Pedro Luis Estévez-Lasa, hijo de Catalina con su primer matrimonio Luis Estévez, quien vendría desde Nueva York exclusivamente para realizar el trabajo, y la diseñadora Clara Porset. En el proyecto de interior participó también el prestigioso diseñador, artista de la escultura de pequeño formato, maestro vidriero y gran orfebre francés René Lalique, quien desarrollaría su obra en los estilos Art Nouveaux y Art Déco. (Coyula, 2013).

Para la elaboración de la jardinería en los espacios exteriores se contrató al afamado paisajista y urbanista Jean-Claude Nicolas Forestier, y fue ejecutada por la casa Lemon Legriñá y Compañía, considerada la mejor de la Habana. Los muros interiores exhiben hermosos estucados de tradición veneciana encargados a la casa francesa Dominique y elaborados en caliente, en tonos ocre, rosa y gris-azulado.

Los pisos fueron confeccionados en mármoles importados de diversos colores, que dibujan en conjunto figuraciones geométricas. Todo un desborde de texturas y formas describen estos espacios íntimos, cuidados con el detalle de una obra de arte y materializados por una desmedida riqueza.  Un elemento extravagante y sublime resulta la incorporación de arena del Nilo para la fabricación del betún rosa viejo de las paredes de fachada y algunas interiores. Emma Álvarez Tabío en su libro “Vida, Mansión y Muerte de la Burguesía cubana” define del siguiente modo estos modelos de residencia:

“La actitud de vivir con mayor intensidad la apariencia que la realidad, provoca que los comportamientos sociales asuman un carácter decididamente teatral, la cual requiere a su vez de escenografías apropiadas que sirvan de marco a las puestas en escena…cada familia pretendía representar la sólida posición económica, la importancia de su ubicación en la sociedad, la del alcance político y la del nivel cultural adquirido…también como miembro de una familia se imponía la interpretación de diferentes papeles, que podían ser el del pródigo anfitrión, el de hombre de mundo el de respetable cabeza de familia o el de sólido hombre de negocios.” (G.Alonso, 2013)

En el inmueble prevalecen coexistiendo la cultura italiana, francesa y el antiguo Egipto, muchos elementos recuerdan a este último y lejano paraje, las luminarias elaboradas por Lalique, los capiteles de columnas, algunas molduras que recorren las paredes, entre otros elementos de su mobiliario.  Al sumergirse en la edificación, en su planta baja remata la visual una blanca venus de Carrara a imitación de la madonna de Antonio Canova, quien fuera el más importante escultor del neoclasicismo. 

Uno de los recintos más interesantes y distintivos del edificio es el vestíbulo que contiene la escalera de forma helicoidal (acceso a planta alta) con barandaje de hierro entorchado y cuadrangular, exhibiendo diseños florentinos y cuyo pasamanos había estado laminado en plata. Al fondo del conjunto, el gran vitral emplomado diseñado por Gaetan Leannin de la casa A. Billancourt, con el escudo familiar de los Lasa y el del marquesado de Santa Rita de los Baró, rodeados por círculos abombados de vidrios de colores. La lámpara que ilumina la escalera es de vidrio de Murano, dicen que su altura era posible regularla mediante un mecanismo eléctrico o motor. (Coyula, 2013).

El comedor es sin dudas otra parada importante, conserva la monumental mesa de mármol blanco para doce comensales construida in situ, en las esquinas de la habitación se despliegan amplias vitrinas empotradas con espejos interiores trabajados al ácido por Lalique. También del maestro vidriero, a ambos lados de las vitrinas, apliques de bronce laminados con guardabrisas de cristal. Dentro del restaurant, en lo que pareciera un apartado a modo de “Palm Room”, el pavimento es de diminutas teselas venecianas color aguamarina, los vanos de las puertas rodeados por incrustaciones de nácar y rematados por lucetas de vidrios impresas al ácido con elegantes motivos florales y geométricos diseñados por René Lalique.

Aún en planta baja, pero al final de hall se encuentra el “Sun Porch” un espacio para estar entre lo interior y lo exterior, rodeado de vegetación y cuyas paredes de cantería están cubiertas por un emparrillado de listones de madera que convergen hacia arriba dibujando patrones que se cruzan como nervaduras, terminando en una cúpula rebajada cuyo centro deja caer una curiosa lámpara de vidriería que hace las veces de jardinera.

En planta alta, desembocamos en un vestíbulo que permite el acceso al vestidor, a su baño y a un pequeño salón que comunica el dormitorio de Catalina con el de su esposo. La habitación describe paredes estucadas en un color rosa acentuado y cuatro apliques de alabastro. En el techo llama la atención una gran lámpara de hierro revestida con láminas de plata, cuyos pétalos curvados hacia abajo, bordeados por cuentas de vidrio, describen una enorme flor exótica que iba abriéndose conforme se calentaba la luminaria al ser encendida.

La Habitación de Pedro se encuentra al extremo derecho de la casa, resulta amplia y sobria, revestida en madera hasta la media altura de sus muros. Por otro lado, al sector izquierdo del inmueble, el dormitorio de Catalina, con paredes estucadas en gris- azul y revestidas en closets con puertas de espejos. El cuarto de baño todo en mármoles distintos, la bañera en la piedra color rosa está coronada por una bóveda de grandes paneles de vidrios trabajadas por Lalique al ácido, dibujando motivos Art Déco de delicada belleza. 

Paradójicamente, entre tanto despliegue de lujo, Catalina apenas sobrevive tres años el final de la construcción de su vivienda; muere en París el 3 de diciembre de 1930. Su esposo Pedro traslada sus restos embalsamados a la capilla que encargara al maestro Lalique para su descanso eterno, aun cuando todavía no estaba acabado el panteón.

El Mausoleo en la Necrópolis de Colón 

El Mausoleo fue hecho en Francia y traído posteriormente a Cuba, enmarcado por dos erguidas palmas reales, hoy se constituye en uno de los monumentos de su estilo más importantes de la Necrópolis de Colón, pero también en un impresionante símbolo de amor. Actualmente la estructura se encuentra en la etapa temprana de un proceso de restauración. El reconocido arquitecto cubano Mario Coyula la describe como:

“Una obra minimalista, un gran prisma blanco del mejor Carrara, con enormes puertas de granito negro, un gran arcángel rezando en cada una de las dos pesadas hojas, uno frente al otro, opuestos, más bien unidos en la oración, las pluma de sus alas subiendo muy por encima del umbral, y como friso una guirnalda continua, bujardeada sobre el granito pulido, con la flor Catalina tallada, y por detrás, intersecando al prisma, un medio cilindro con una media cúpula, también de mármol blanco, agujereados por tragaluces con la rosa, también hecha por René, pero en vidrio de Murano entre rosa y malva, aberturas verticales como aspilleras abajo, y cuadradas arriba.” (Coyula, 2013)

Pedro pide, a su muerte, ser enterrado a los pies de ella, y allí yacen los restos de su madre, su esposa y él, en el letargo interminable de una pasión, y el legado patrimonial de un recinto para la vida y otro para la muerte.

 

Fuentes Consultadas: 

  1. G. Alonso, Alejandro. (2018). Art Deco en La Habana Vieja. Ediciones Boloña, La Habana Vieja, Cuba.
  2. Toraya, de Las Cuevas, Juan. (2001). 500 años de Arquitectura en Cuba. Chavín, Servicios Básicos y Editoriales, S.L. La Habana, Cuba.
  3. Coyula, Mario. (2013). Catalina. Ediciones Unión. Ciudad de La Habana, Vedado, Cuba.
  4. Comunicación personal de las especialistas de la “Casa de la Amistad”

Fotografías actualizadas de la casa de Paseo: Isabel Rodríguez Blanco

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