Por: Yimel Díaz Malmierca
Rumbo a los 100 años iba Fina García Marruz (La Habana, 28 de abril de 1923) cuando este 27 de junio entró a la eternidad por sobre un camino labrado de versos y virtud.
La autora de Visitaciones (1970), Viaje a Nicaragua (1987) y Créditos de Charlot (Premio Nacional de la Crítica, 1990) nació, vivió y murió en La Habana. Aquí se apasionó desde muy joven por la lectura y la escritura. Circunstancia familiares le permitieron conocer a Juan Ramón Jiménez (1936) y a la poetisa chilena Gabriela Mistral (1938). Fue discípula de María Zambrano, y se reconoce deudora de la poesía de la Generación del 27.
Junto a su esposo y compañero de toda la vida, Cintio Vitier (Cayo Hueso, Florida, EE. UU., 25 de septiembre de 1921-La Habana, Cuba, 1 de octubre de 2009) y otros prestigiosos intelectuales como José Lezama Lima, Virgilio Piñera, Eliseo Diego, José Ardévol, y su hermana Bella García Marruz, funda el Grupo Orígenes, fecundo espacio de creación, amistad y diálogo espiritual que dejó una profunda huella en la cultura cubana. Precisamente en el contexto de Orígenes, publica Fina sus primeros poemas en la década de los años cuarenta.
La investigación literaria fue su otra gran pasión, ensayos y críticas de su autoría vieron la luz en periódicos, revistas y publicaciones especializados. En 1961 consiguió doctorarse en Ciencias Sociales en la Universidad de La Habana y comenzó a laborar en la Biblioteca Nacional José Martí.
Durante una década (1977-1987) trabajó en el Centro de Estudios Martianos, donde formó parte del equipo encargado de la edición crítica de las Obras Completas de José Martí, convirtiéndose en una de las grandes conocedoras de la obra martiana.
Tal como reconoció en su tesis doctoral (Universidad de Granada, 2015) la filológa cubana Zulema Aguirre Abella: “El aliento martiano no ha sido, sólo, surtidor primordial en su pensamiento sino también una evidencia estilística palpable en su poética. El Martí que revelan sus reflexiones alcanza una estatura que muy pocos han podido percibir en el mayor de los autores cubanos, tan estudiado a lo largo de decenios por especialistas de incuestionable talento. Su figura le confiere a la escritora una verdad raigal. Le armoniza los sentidos permitiéndole adentrarse en las obras de autores y disímiles personalidades. La frase martiana “El amor es quien ve” subyace en las páginas más importantes de Fina García Marruz como postulado fundamental de sus indagaciones y propuestas valorativas desde temprana data”.
Pero la ensayística de Fina abordó también a otros autores cubanos, como José Lezama Lima, y de Hispanoamérica: Francisco de Quevedo, Sor Juana Inés de la Cruz, Bécquer, Ramón Gómez de la Serna y Juan Ramón Jiménez.
Los estudiosos de la obra poética de Fina reconocen su “gran sencillez formal” y el haberla desarrollado sobre “tres ejes fundamentales: la inquietud religiosa, la memoria y la identidad nacional. Por ello, junto a versos de profunda espiritualidad, se encuentran otros de claro contenido político”.
A lo largo de su vida, Fina recibió numerosas distinciones, entre ellas la Orden Alejo Carpentier, la medalla 30 Aniversario de la Academia de Ciencias de Cuba, el Premio Nacional de Literatura (1990), el Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda (2007), el XX Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2011) y el Premio Federico García Lorca 2011. El 29 de abril de 2013, a propósito de cumplir 90 años, recibió la Orden José Martí por su contribución a la investigación y difusión de la obra del Apóstol.
La capital cubana fue su entorno natural y a ella dedicó varios textos, algunos de los cuales fueron recogidos en el libro Habana de Centro (Ediciones Unión, 1997) donde rinde homenaje a los lugares más entrañables de la otrora villa de San Cristóbal. A ese poemario pertenece La noble Habana, regalo que transcribimos al final de esta nota.
En 2019 la crítica Marilyn Bobes escribió que en “Habana de Centro hay la persistencia de una memoria que se remite no solo a la infancia de la autora, exquisitamente recreada con mirada de lince, sino también a los personajes humanos y antropomorfociados que habitan un espacio ya desaparecido: nostalgia cargada de especulaciones líricas y filosóficas. Temas tan universales como la muerte en la evocación de personas que, ya convertidas en iconos de la cultura cubana o de humilde transcurrir en la vida de la escritora, constituyen una suerte de fotografías interiores trazadas con la maestría de la que es, en mi opinión, la más grande de las escritoras vivas cubanas”.
La doctora Bobes destaca que “Confluyen aquí el verso libre, la rima, el soneto, la prosa poética, todos asentados en un ejercicio muy cercano a la perfección y que, sin embargo, respira una autenticidad conmovedora porque como nos advierte fúndense en estos versos “olvido y memoria” para decir: “silencio, voz mía, únete a esta hora callada en que alguien pueda oírte como yo…”. En definitiva Habana de Centro es un testimonio espiritual de una ciudad que no envejece en los ojos de una mujer que recuerda sin añoranzas superfluas su infancia y juventud y eterniza lugares que todo el que quiera conocer la capital cubana debería visitar y asimilar más allá de toda apariencia turística o superficial”.
Precisamente en esa Habana abordada desde sus versos nació, hace apenas unos meses, la Casa Vitier García-Marruz, justo en los predios de la Oficina del Historiador, en la esquina de San Ignacio y O’Reilly.
José Adrián Vitier Rodríguez, director de la institución y nieto de Fina, reconoció en noviembre del 2021 que “el propósito fundamental de la Casa Vitier García-Marruz es preservar un tesoro intangible. Tan vasto, que nos llevará la vida entera crecer hasta él, ordenarlo, incorporarlo. Cuando hablamos de preservar este acervo increíble, hablamos de acrecentarlo, y de hacerlo accesible, pues ambas cosas son el único modo de preservar lo cualitativo e intangible” y se refiere, específicamente a “salvaguardar la ingente y diversa papelería de Medardo Vitier, Cintio Vitier, Fina García-Marruz, Sergio Vitier y José María Vitier. En conjunto, este archivo equivale a aproximadamente un siglo de valiosos papeles y partituras, grabaciones, y otros objetos”.
Añadió José Adrián que otro de los propósitos será “la perenne actualización del legado artístico familiar” y desarrollar un “programa de eventos culturales y pedagógicos”.
Fina —como su esposo e hijos los músicos Sergio y José María Vitier, y la familia toda—, fueron amigos cercanos de Eusebio Leal. Admiraron y apoyaron al Historiador en su gesta de hacer renacer la ciudad desde sus ruinas. Sobre él la poetisa afirmó: “En su sacrificio humilde, en la entrega tenaz de sus horas, en la vehemencia prometeica con que ama a La Habana, es donde está su huella. Cuando lo olviden los hombres, todavía lo recordarán las piedras”.
Desde hoy, esas piedras inmortalizadas en versos recordarán también a Fina García Marruz.
La noble Habana
¿Por qué, Señora,
el aire, el desafío,
pierna y botín robustos
y pecho de paloma?
¿Por qué, conquistadora,
sobre los raros farallones
de desiguales ángulos
te empinas, desdeñando
abajo el foso oscuro de las aguas?
Castillo de la Fuerza,
Giraldilla,
tu donaire y victoria.
¿Será por eso el acierto
de la profunda gracia del tamaño,
torneado y breve, combado
como jarra, hospedera?
¿Qué sabes tú, Señora
de la Gran Llave,
apoyada en tu propia apertura
a los golfos abiertos?
¿Será lo abierto tu secreto,
noble Habana, Señora,
tu breve corpulencia,
tan graciosa,
tendrá por eso ese perfil de ave
-el pie bien afincado-
y ese ligero aire
fanfarrón?