Lo que queda “Detrás del Muro”

Por: Abram Bravo Guerra, especialista en Artes Visuales del Centro Hispanoamericano de Cultura

Foto: Liesther Amador

No tuve el gusto de conocer a Juanito Delgado en persona. Recuerdo haber escuchado de él por primera vez cuando revisaba, con un recelo disléxico muy propio de la inexperiencia, algunos datos sobre Detrás del Muro. En cuestión de días, ese nombre recién escuchado —o leído— se completó con una imagen  graciosamente  excéntrica, a veces anacrónica para la cristalería de segunda mano que son las tardes o noches de “oppening”. Juanito lucía un punto medio entre Karl Lagerfeld y Juan Formell que lo convertía, según mi mirada alejada, en un personaje más que interesante.

A esta impresión se le añadió, poco a poco, el tomar conciencia de la envergadura de un proyecto como Detrás del Muro, la complejidad en sus canales de gestión, los retos para completar la iniciativa, las trabas, los enredos, la burocracia, las eventualidades, la desidia; tensar los hilos de todo eso era demasiado lío y Juanito, el tipo “detrás del muro”, parecía hacerlo muy fácil. Para cuando me enteré de su fallecimiento, a finales del año pasado, la extrañeza o el cuestionamiento tenían materia de admiración. Unos meses más tarde, estaba envuelto en la organización de Detrás del muro está el amor, un tributo a Juanito que desde las artes visuales realizara el equipo de DEDELMU y la Fundación Los Carbonell, en el Centro Hispanoamericano de Cultura.

Foto: Liesther Amador

Entender Detrás del muro está el amor necesita, primeramente, asumir ese vínculo espiritual y físico que cada esquina de la muestra tiene con Juanito Delgado, porque son el homenaje, el cariño y la amistad entrañable los combustibles que echaron a andar el proyecto. Creo haber sentido ese vínculo en lo personal: la sensación de calidez que dejan ver quienes mantienen vivo un recuerdo y regalan pedazos —de ese mismo recuerdo— a quien está cerca. Entonces, fija en esta idea del tributo, la muestra desmantela las pautas usuales del guion curatorial; se sacude, en parte, la rigidez teórica para centrarse en la sustancia más humana, en generar una propuesta de cuya línea discursiva el amor es vértebra. Viraje en los valores  que permitió reunir un extenso colectivo de artistas aquilatado —digamos— en el gesto de estar: dialogan los más dispares soportes  y las más variadas generaciones, a la manera de un variopinto grupo de amigos que mira partir a aquel que los unía.

Esa nómina que el nombre de Juanito logró reunir es, a dos filos, unos de los mayores atractivos y retos de la exposición. Detrás del muro está el amor está plagada de extremos generacionales replicados en el plano estético, todo un reto para lograr un diálogo en un mismo espacio curatorial. De hecho, en más de una ocasión me cuestioné la viabilidad museográfica de la propuesta, sobre todo por la obligada transición entre obras tan distintas y simultáneas, sin paredes para disimular o dividir el show.

Foto: Liesther Amador

Sin embargo, la selección de piezas contenidas en cuanto a estridencia individual, la generación de un rejuego consciente en lo geométrico, formal y cromático, y la cuidada disposición espacial lograron desarrollar un guion visual mucho más que correcto. De hecho, pareciera transmitirse el espíritu inclusivo de los Detrás del Muro, ahora redireccionado, delimitado y priorizando una especie de ensamblaje múltiple de muy limadas asperezas.

En otras palabras, ni el derroche de talento individual, ni el despliegue de varios pesos pesados impidieron una adecuación que parte, con tino certerísimo, desde la colectividad.

Sin mucho temor a exagerar, diría que la muestra del Centro Hispano es de lo más logrado que se ha presentado en el contexto de la XIV Bienal de La Habana. No es mi objetivo valorar la calidad o la pertinencia del macro-evento pero, ante la repetición de sucesos demasiado poco desafiantes o demasiado inmaduros, Detrás del muro está el amor es un golpe de aire fresco. Más bien una especie de mirada nostálgica, de recordatorio al quilataje que estamos acostumbrados.

Lo interesante es que esto lo lograra una propuesta que nunca estuvo interesada en trascender como texto teórico, sino ser la vía para recordar: camino más que final. Supongo que parte de eso se deba a ese hombre aparentemente excéntrico. Había demasiado cariño como para que todo pasara por alto. Esta vez no estuvo mal priorizar el sentimiento, calcularlo, medirlo en el espacio y crear una maqueta en homenaje a Juanito Delgado y su imborrable proyecto. Pagar gustosos la deuda con una vida volcada al arte: ese fue el objetivo y la principal virtud de Detrás del muro está el amor.

Comments are closed.