Privilegiado mirador habanero

Por Yimel Díaz Malmierca


«De ahora en adelante, esta guarnición, como la del Castillo de La Fuerza, tiene que formar parte de un ritual cotidiano que llame al visitante de todas partes del mundo a conocer y amar la ciudad, a quererla, a vivir para ella.»

Eusebio Leal,  Historiador de la Ciudad, en apertura del Castillo Santo Domingo de Atarés, 14 de noviembre del 2019.

Al fondo de la bahía, a 29 metros sobre el nivel del mar, se alza uno de los miradores naturales de La Habana. Desde la llamada Loma de Soto se puede otear el horizonte y también los accesos más importantes a la cosmopolita urbe. El valor estratégico de esa porción de terreno fue una de las lecciones que el ejército colonial español aprendió en  junio de 1762.

«La ocupación de La Habana por los ingleses durante once meses y su devolución a España, en 1763, contribuyeron a la evolución de la arquitectura militar de Hispanoamérica y condicionó cambios en la política de defensa y el teatro de operaciones de la isla de Cuba y del resto de las colonias en la región», asegura Jesús Ignacio Suárez Fernández, investigador del Instituto de Historia de Cuba y asesor del Complejo de Museos Arqueológicos y Fortalezas de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH).

«Cuando en 1763 España recuperó la ciudad, el rey Carlos III nombró gobernador de la Isla al teniente general Antonio de Funes Villalpando, conde de Ricla, a quien le encomendó estudiar y poner en ejecución un nuevo sistema para custodiar tan importante plaza. El proyecto devino en preámbulo del plan defensivo desplegado más tarde en el Caribe. La dirección de las obras de ingeniería militar habaneras fueron inicialmente encargadas a los ingenieros Silvestre de Abarca y Agustín Crame», añade el historiador.

Gracias a ese proceso de refortificación, clasificado por los historiadores como segundo sistema defensivo de La Habana (1763-1895), heredamos la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña y los castillos del Príncipe y de Santo Domingo de Atarés. Con ellos los estrategas dibujaron un triángulo defensivo inexpugnable que aprovechaba las alturas naturales de La Cabaña, Aróstegui y de Soto.

Con el paso del tiempo el Castillo de Atarés preservó su carácter castrense, aunque con diferentes valores de uso: polvorín, escuela de oficiales, museo militar, centro de torturas. Después de 1959 fue sede de la 5ta. Comandancia de la Policía Nacional Revolucionaria, del Batallón de Seguridad y Servicio de la Marina de Guerra Revolucionaria y, por último, de la Unidad de Ceremonias del Ministerio del Interior.

En el 2002 comenzó allí un estudio histórico arqueológico, desarrollado por especialistas del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad. Antes, en 1982,  había sido declarado Patrimonio de la Humanidad junto al resto de las fortificaciones coloniales de la capital. El 13 de agosto del 2019, en uno de los Andares de la Ruta especial por el sistema de fortificaciones, el Castillo recibió la visita de más de 300 personas que pudieron constatar los resultados del proceso de restauración: «Fue la primera ocasión en que este lugar recibió tantos visitantes», comentó Jesús Ignacio Suárez.

La inauguración oficial del Museo ocurrió el 14 de noviembre de ese mismo año, en saludo al aniversario 500 de la ciudad, ceremonia que se recuerda como una de las últimas en las que se escuchó el verbo enfático, inspirador, e ilustrado de Eusebio Leal.

Renace un Castillo

En Santo Domingo de Atarés, construido entre 1763 y 1767, coexisten al menos dos paradojas: se le denomina castillo pero no es tal, pues carece de baluartes; y a pesar de ser una fortaleza militar, nunca entró en combate, salvo el 9 de noviembre de 1933, cuando recibió intenso fuego de artillería terrestre (cañones de 75 milímetros y mortero 81 milímetros) y naval (buques de guerra Patria y Cuba, anclados al fondo de la bahía), que ocasionaron gran destrucción y numerosas bajas al grupo de militares que había intentado derrocar al gobierno del presidente Ramón Grau San Martín.

«La traza del Castillo es la de un hexágono regular, describe Jesús Ignacio, en cuyos seis ángulos se construyeron garitas, también hexagonales, de belleza arquitectónica. Está rodeado por un foso y se accede a través de un puente que conduce a la Plaza de armas. La planta baja está compuesta por diferentes bóvedas donde se ubicaban los alojamientos de las tropas, los oficiales, el comandante y el cuerpo de guardia». También tiene una capilla, baños, cocinas y cinco almacenes. Debajo del piso de la plaza de armas existen dos grandes aljibes para almacenar agua. Desde la plaza de armas se accede a la azotea, que posee tres explanadas a diferentes niveles donde se emplazaban las piezas de artillería a barbeta (al descubierto), concluye el experto.

«El Museo Castillo Santo Domingo de Atarés es, antes que todo, un museo de sitio, por la historia que guarda la fortaleza. Quienes visiten sus espacios pueden conocer de su construcción, de las diferentes etapas de su historia, y del rol que ocupaba en el sistema defensivo de La Habana», asegura Antonio Quevedo Herrera, director del Complejo de Museos Arqueológicos y Fortalezas de la OHCH.

«La restauración se hizo con lupa, basada en documentación histórica que nos permitió recuperar, por ejemplo, las garitas destruidas durante el bombardeo del 1933, así como la fachada del fondo de la plaza de armas que había sido modificada», afirmó Quevedo, quien destacó la colaboración de la Asociación de Amigos del Castillo de Montjuïc, de Barcelona, «que ayudó a localizar los planos originales en los archivos militares de Madrid, y con ellos regresar el castillo a su imagen primigenia».

Ha sido una obra muy difícil por las complejidades estructurales del montículo que le sirve de base y por la fortaleza misma: «Gracias a la investigación histórica y arqueológica hallamos el polvorín, que había sido sepultado, recuperamos casi todos sus componentes y restos de municiones». Asimismo, encontraron huellas de escaleras y restos humanos en enterramientos masivos efectuados en las faldas de la Loma de Soto.

Fue una proeza echar a andar el sistema del puente levadizo inutilizado desde finales del siglo  xix y también rescatar las bóvedas ocultas tras capas de cemento y arena de hasta de cuatro centímetros de espesor. Durante años, con paciencia y delicadeza extremas, las piedras originales fueron recuperando un esplendor que les permite hablar de una historia de más de 250 años.

«Cuando hablo del Castillo de Atarés recuerdo siempre el esfuerzo físico que representó para Eusebio Leal asistir a la ceremonia inaugural del 14 de noviembre de 2019. En el lugar donde habló aquel día se ha colocado la lápida del simbólico proyecto Memorias de las piedras. La Covid-19 ha confirmado cuánta razón tenía al insistir en que los trabajadores del Museo debían ser pobladores de los barrios aledaños; durante el cierre de la pandemia no hubo museo mejor atendido que este. Esa cercanía ha facilitado la protección del lugar y el nacimiento de proyectos comunitarios como Oro Verde, cuyo propósito es repoblar la importante zona boscosa que le rodea», afirma Quevedo.

Un museo donde sí se toca

Convertir el Castillo en un espacio interesante para todos los públicos fue una de las obsesiones de quienes pensaron sus espacios y salas expositivas, entre ellos el museólogo Andy Gómez Hernández, especialista del Complejo de Museos Arqueológicos y Fortalezas de la Oficina del Historiador.

Gómez es defensor de que el “no se toca” quede relegado a piezas específicas cuyas características así lo exigen. La interacción entre visitantes y el inmueble es parte del lenguaje museográfico contemporáneo, el empleo de tecnología digital (pantallas y tablets) permite incorporar códigos comunicativos que los acerquen a niños y jóvenes, así como combinar experiencias presenciales y virtuales para apreciar detalles de “realidad aumentada” que escapan a la mirada habitual.

«Tenemos una maqueta a relieve, y también una mesa táctil para “tocar” las garitas, el polvorín, el aljibe…. En otras pantallas se proyectan audiovisuales que completan la muestra permanente El genio de Leonardo da Vinci, sin duda uno de los atractivos del Castillo», comenta.

La colección El genio de Leonardo da Vinci fue exhibida años atrás en el Salón Blanco del Convento de San Francisco de Asís, pero la amplitud de esta nueva sede favorece el disfrute del centenar de piezas que la integra, las cuales fueron realizadas por artesanos e ingenieros italianos a partir de dibujos de maquinarias ideadas por el artista italiano entre los siglos xv y xvi y que dan fe de su multifacética creatividad.

Entre las obras destacan la maqueta de una ciudad ideal, un telar, una taladradora horizontal, una máquina para levantar objetos largos, una excavadora, una grúa de plataforma rectangular, un tornillo sin fin, un martillo de levas… Todas las piezas  llegaron a Cuba gracias a la colaboración de personalidades e instituciones de Italia como la Fundación Anthropos.

Gómez recalca el valor de los dos proyectos socioculturales comunitarios que han desarrollado, el Oro Verde, de perfil medioambientalista, y el Niños Guías del Patrimonio, que desde hace varios años trabaja la Oficina y que en Atarés cobra forma a través de Guardianes de las Alturas, iniciativa que vincula alumnos de la escuela primaria Emilio Núñez, del Consejo Popular de Tallapiedra, y que les permite capacitarse para conducir recorridos por la institución, como pudieron constatar la ministra de Educación, Ena Elsa Velázquez, y directivos de la OHCH, en noviembre del 2020, a propósito sel primer aniversario de la apertura del Museo Castillo Santo Domingo de Atarés.

El proyecto Oro Verde, por su parte, tiene como punto de partida el tema El futuro de los museos: recuperar y reimaginar, presentado por el Consejo Internacional de Museos (ICOM) a propósito del Día Internacional de los Museos 2021, en el que invitaron a los profesionales del sector a imaginar y compartir nuevas prácticas de creación de valor y modelos creativos de acción cultural en las comunidades. Es así que Arletty Góngora Torreguitart, especialista en Museología del Castillo Santo Domingo de Atarés, auxiliada por expertos en agronomía y botánica, decide organizar talleres teóricos y prácticos para niños de la vecindad, con el propósito de identificar las especies vegetales de la zona, así como crear un pequeño jardín cubano y un vivero. Luego de 10 conferencias y clases prácticas, los pequeños demostraron que también son capaces de guiar a sus coetáneos en recorridos por las áreas verdes de la institución.

A pesar de estar alejado del Centro Histórico, del poco tiempo de apertura, y de las circunstancias impuestas por la pandemia, el Castillo Santo Domingo de Atarés se ha convertido en el segundo museo arqueológico más visitado en la ciudad, solo precedido por el Castillo de La Real Fuerza, lo cual confirma la importancia que tiene el inmueble en el imaginario popular, y sus potencialidades como emplazamiento histórico y mirador natural de La Habana.

Comments are closed.