Por Evelyn Fernández Rodríguez y Teresa de Jesús Torres Espinosa
Algunos seres humanos muestran cierta indiferencia cuando deben auxiliar a un débil visual para cruzar la calle, a una persona sentada en un sillón de ruedas, o al conocimiento del lenguaje de señas para comunicarse con la comunidad de sordos.
No se trata de mostrarles lástima, porque ese segmento poblacional no es diferente; solo tiene otras maneras de desempeñarse por igual ante la sociedad. Aflora entonces la necesidad de tenderles la mano a quienes poseen deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo.
Según un Informe Mundial sobre la Discapacidad de la Organización Mundial de la Salud, existe unos mil millones de personas -15% de la población- con algún tipo de discapacidad. Estas enfrentan barreras para la inclusión en la vida social; suelen tener menos oportunidades socioeconómicas; menor acceso a la educación y tasas de pobreza más altas. En ocasiones, el estigma y la discriminación son el principal freno para la participación igualitaria.
“Si esas personas no son bien acogidas por la sociedad, pueden limitar su participación plena y efectiva en igualdad de condiciones con los demás”, señaló la especialista del Programa Social Infantil y Adolescente, Adriana Díaz Pérez, en la nueva edición del Somos Uno, efectuado este martes en el Centro a+ Espacios adolescentes. “Nuestro sueño”, dijo, “es extender este tipo de proyectos, no solo a las aulas-museos, sino también a las escuelas de la comunidad.”
Siendo así, el Somos Uno, organizado por la Subdirección de Gestión Cultural de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, reunió a estudiantes de la escuela primaria Ángela Landa, del Aula-Museo de la Casa de África, y adolescentes de la secundaria básica Jorge Arturo Vilaboy.
En la antigua fábrica, hoy convertida en un bello proyecto, infantes y adolescentes se enfrentaron a determinadas situaciones: recorrieron en sillas de rueda áreas del amplio recinto, recibieron adiestramiento en el lenguaje de señas, ejecutaron juegos de roles, palparon láminas con los ojos vendados y, como cierre, disfrutaron de audiovisuales que invitan a la reflexión y el desarrollo de iniciativas a favor de la inclusión de los discapacitados.
En el encuentro, que devino espacio de sensibilización sobre los discapacitados, participaron también especialistas de los proyectos Cultura entre las Manos y Quinta por la inclusión social, y de la Sala Braille de la Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena.
Esta nueva edición del Somos Uno, concebida con motivo del Día internacional de las personas con discapacidad, instituido por Naciones Unidas el 3 de diciembre de 1992, contó con el apoyo de Unicef Cuba y el proyecto de cooperación internacional “Fortalecimiento de los programas de atención a personas con discapacidad”, que desarrolla la OHCH en el Centro Histórico, financiado por Euskal Fondoa.
Dirijamos entonces nuestros esfuerzos a lograr una educación inclusiva, de forma real y efectiva, en un mundo más igualitario para las personas discapacitadas, y que estas participen en una sociedad justa, en la cual puedan materializar sus aspiraciones y sueños. Todo ello fue logrado, gracias al esfuerzo y la dedicación de los especialistas allí presentes, pues, como dijera José Martí, “Solo va al alma lo que nace del alma”.