La Dolce Dimora

Por Teresa de Jesús Torres Espinosa

El edificio que acoge al Museo Napoleónico de La Habana fue en sus inicios una casa de vivienda bautizada como la Dolce Dimora por su propietario, el abogado y político de origen italiano, Dr. Orestes Ferrara Marino.

Inspirada en un palacio renacentista florentino del siglo XVI, la hermosa mansión se diseñó y construyó por los arquitectos Govantes y Cabarrocas a finales de la década del 20 del siglo pasado. En ella prevalece el empleo de mármoles italianos, cristales europeos, hierros forjados y maderas preciosas.

El Napoleónico –como muchos le dicen–, inaugurado el 1ero de diciembre de 1961, atesora más de 7 400 obras, de notable valor museal. Estas provienen de objetos adquiridos por el multimillonario cubano Julio Lobo Olavarría, donaciones recibidas y compras realizadas por la institución.

Los valiosos fondos del recinto patrimonial constituyen la más extensa y variada colección de piezas de la época napoleónica. También incluyen objetos personales que pertenecieron al emperador  o relacionados con su vida, que abarcan distintos períodos del Imperio Napoleónico. Entre ellos destacan el reinado de los Borbones, la Revolución Francesa, el ascenso de Bonaparte al poder, el Consulado y el Imperio, el momento de las principales batallas, el regreso de la isla de Elba y la batalla de Waterloo.

Las galerías del museo exhiben pinturas, grabados, esculturas, muebles de estilo, trajes militares y armamentos, artes decorativas, objetos históricos y una voluminosa colección de libros raros y valiosos en idioma francés, inglés y español, del siglo XVI al XIX. Entre los ejemplares más significativos de la institución está la mascarilla mortuoria de Bonaparte, traída a Cuba por su autor, el Dr. Francesco Antommarchi –médico de cabecera del estadista hasta su muerte–, quien, luego de residir en Nueva York, se asentó en la oriental provincia de Santiago de Cuba.

El Museo Napoleónico de La Habana, único especializado en Arte Imperio en Cuba y en América Latina, figura entre los más importantes del mundo en su materia. Tras haber sido sometido a una restauración capital, en 2011 reabrió sus puertas en ceremonia a la que asistió Alix de Foresta, Princesa Napoleón.

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