Por Teresa de Jesús Torres Espinosa
Historias curiosas e interesantes animan el origen de las calles habaneras, como las de cualquier urbe del mundo. Hoy les compartimos la génesis de algunas de las más conocidas:
Así, Aguacate debe su nombre a la existencia de un frondoso árbol de este fruto en la huerta del Convento de Belén. El alimento era vendido a precios razonables, para evitar el castigo divino.
El apelativo de Inquisidor está relacionado con el tristemente célebre señor, Don Antón Claudio de Luz, quien viviera en esa arteria de la capital cubana. Que se conozca, allí él no encontró pecadores ni herejes que merecieran el escarmiento.
Mientras, el calificativo de Tejadillo se debe a que en esa calle había una casa con tejas, lo cual no era común en aquellos tiempos. Se supone que estaban más de moda las cubiertas de guano.
Todas las noches un señor colgaba una lamparilla de aceite y se decía que era para las ánimas del purgatorio; de ahí el nombre de Lamparilla, una de las vías del municipio de La Habana Vieja. En tanto, en 1823 Trocadero se llamaba León de Oro. Y cuando los franceses tomaron el fuerte Trocadero, de Cádiz, se le bautizó de esa manera.
En 1753 en la calle Real de Jesús María, hoy Revillagigedo, fue levantada una ermita a Jesús, María y José, que le concedió el nombre a la famosa barriada de Jesús María. Y O’Reilly se llama así debido a que por ella hizo su entrada el general español, Alejandro O’Reilly, cuando se produjo la retirada de los ingleses.