Por Teresa de Jesús Torres Espinosa
Una de las principales vías de la zona más antigua de la capital cubana es la calle O′Reilly, la cual se extiende desde la Avenida del Puerto hasta la arteria de Monserrate. Vinculada desde sus orígenes al nacimiento de la capital cubana, tuvo varias denominaciones, como Honda o del Sumidero, del Basurero y de la Aduana. Las primeras aluden a la accidentada topografía de su terreno, cuando era un terraplén, y las dos últimas a los fines que tuvo por varios años.
Existe un consenso en atribuir su calificativo actual al irlandés Alejandro O′Reilly, mariscal del ejército español, enviado en 1763, a la Isla por el Rey Carlos III a supervisar la defensa tras la recuperación de La Habana de los ingleses. Por su estado deplorable, esta no siempre fue una arteria de primer orden. A inicios del siglo XX se le nombró Presidente Zayas, en honor al cuarto mandatario de aquella época, pero la tradición oral no hizo suya esa inscripción.
Abrir en uno de sus extremos una puerta para la antigua muralla, en el siglo XIX, contribuyó a valorizar la calle O′Reilly. Se alzaron entonces edificios, de dos y tres pisos, mientras muchas de sus plantas bajas las ocuparon establecimientos comerciales. Contó con aceras en toda su extensión y fue de las primeras en empedrarse, por lo que no resulta difícil imaginar volantas y quitrines en dirección a los principales puntos de esparcimiento.
Destacadas personalidades sentaron domicilio en esta animada vía, mientras su fama aumentó por vivir en ella muchos fotógrafos a finales del siglo XIX. También uno de los primeros locales de la alta cocina en el país, el Restaurante París, tuvo aquí la visita del poeta nicaragüense Rubén Darío. Durante la pasada centuria grandes modificaciones trajeron varias construcciones bancarias a estos parajes, y una de las primeras trasmisiones televisivas en Cuba.
Viejas reliquias arquitectónicas coloniales cayeron bajo la impronta del progreso y se erigieron monumentos notables, como el dedicado a los Marinos cubanos que perdieron la vida en la Segunda Guerra Mundial. Se trata de un sencillo obelisco de piedra blanca, con una escultura de bronce en la que aparece la figura de un marino frente al timón de un barco, y a sus pies otros dos navegantes caídos mortalmente.
La Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana devuelve paulatinamente el esplendor a la atractiva calle O′Reilly, para que siga siendo camino obligado de quienes visitan el entorno colonial de la capital.