La ciudad de La Habana no puede pensarse sin el río Almendares. Ese río al que españoles, inicialmente, cambiaron su nombre indígena de Casiguaguas por La Chorrera, topónimo español inspirado en la existencia de pequeños saltos de agua en un lugar cercano a la desembocadura. Su nombre definitivo, Almendares, se generalizó muchos años después estimado por el recuerdo del obispo Almendáriz, quien halló la curación de su salud quebrantada en las aguas de este río.
El paisaje de La Habana tampoco puede concebirse sin el verdor de los árboles que pueblan la ciudad y que se intensifica en las márgenes de este río en las que se asienta hoy el Parque Metropolitano de La Habana, proyecto que resguarda el medio ambiente de la capital cubana.
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