Por Teresa de Jesús Torres Espinosa
La Quinta de los Molinos adquirió ese nombre, debido a la antigua existencia de dos molinos utilizados para moler tabaco y obtener rapé. Estas máquinas funcionaron hasta la segunda mitad del siglo XIX, movidas por la fuerza del agua de la llamada Zanja Real, primer acueducto de la ciudad.
Cuando estos desaparecieron se fundó en esos predios el Jardín Botánico de La Habana, y en 1835 el gobernador Miguel de Tacón ordenó la construcción de la Casa de Verano o Quinta de descanso para los Capitanes Generales, que tuvo un segundo momento, en 1843, en que el gobernador Leopoldo O’Donell orientó edificarle una segunda planta.
Coincidiendo con el día del reinicio de las guerras independentistas cubanas -24 de febrero-, en 1899 Máximo Gómez, junto a las tropas mambisas que fueron vitoreadas por los habaneros, hizo su entrada triunfal en la capital cubana y, seguido por la multitud, se trasladó hasta la Quinta de los Molinos, donde estableció su residencia con la familia y su Cuartel General, que radicó allí unos tres meses, desde marzo hasta junio de ese año.
La residencia donde Gómez habitara por un tiempo es hoy el único museo en Cuba, que venera su figura y la de su hijo, Francisco Gómez Toro. Posee cinco salas: La Línea del tiempo de la Quinta de los Molinos, donde se reúnen imágenes y mapas sobre la historia del recinto, y hechos de la historia de Cuba relacionados con ese sitio, así como las áreas dedicadas a Panchito; y a Bernarda del Toro (Manana) y la familia Gómez – Toro. Además, el espacio consagrado al Generalísimo, que exhibe múltiples objetos personales del prócer de origen dominicano y su mascarilla funeraria -en yeso-, realizada en su lecho de muerte, en 1905.
Monumento Nacional desde 1981, el jardín, situado en la Avenida de Carlos Tercero, es escenario de numerosas acciones dirigidas a sectores vulnerables de la población: niños, jóvenes, personas discapacitadas y de la tercera edad. También la institución facilita el quehacer de investigadores en el campo de la Biología y el desarrollo de la educación ambiental de los visitantes.
Este pulmón verde de la ciudad posee el primer Mariposario de Cuba, donde puede admirarse la belleza de distintas especies y disfrutar de variadas propuestas, que promueven la cultura científica y del entorno medioambiental y acercan al público a la naturaleza y su preservación.