Queridos amigos,
Esta mañana bajo los árboles y en la Habana Vieja a la que tanto quiso, nos reunimos para despedir en primer lugar a a un amigo entrañable, además de un profesional brillante y un artista particularmente talentoso.
Desde muy joven fascinado por la arquitectura y el diseño, tuvo la entonces curiosa inclinación de interesarse en la presentación del objeto en el museo, y esa vocación lo llevó, una vez graduado de Arquitectura y ya vinculado a la Dirección de Museos y Monumentos, a realizar estudios de perfeccionamiento en la prestigiosa Universidad Carolina de Praga, donde obtuvo las más altas calificaciones y la experiencia decisiva para desarrollar a su regreso una carrera excepcional, que ejerció hasta sus últimos días .
Lo conocí cuando tenía 30 años, e impartía unas brillantes conferencias de Monumentología en el curso donde nos encontrábamos unos jóvenes interesados en seguir también estos derroteros. Tuve desde entonces el privilegio de su amistad, porque su sencillez lo acercaba a todo el mundo por igual, siendo ya entonces un profesional consagrado.
Visité a su familia y recuerdo la prematura muerte de su padre que tanto lo golpeó, a su madre, incansable trabajadora del Departamento de Orientación Revolucionaria, DOR, y a su hermana Rosalía, a quien protegió como a una hija aunque lo excedía en edad. A lo largo de más de cuatro décadas, la fiel compañía de Pedrito fue el pilar esencial de los más profundos afectos de su vida.
Para Marta Arjona, fue el hijo que la naturaleza no le dio, pero que la compensó con su apego incondicional, su trabajo y su cariño, y del cual se sentía con justicia sumamente orgullosa. A su lado aprendió y laboró gran parte de su vida, hasta que ella dejó de estar, trabajando también hasta los últimos momentos. Los museos y el patrimonio cubanos les deben muchísimo, y los pocos museos que existían en los inicios, se vieron remodelados y actualizados con la tecnología de la época y el magisterio de ambos. Los proyectos de los Museos Bacardí, Oscar M. de Rojas, Ignacio Agramonte, pilares del patrimonio cubano, renacieron y se convirtieron en referentes aún vigentes. Participó también en la creación de nuevos museos a lo largo del país, lo que ya con la promulgación de la Ley 23 en 1979, se convirtió en una actividad casi febril, que hizo proliferar instituciones a nivel de municipio y por tanto en número de más de un centenar, al menos a su cargo, puesto que ya se iban constituyendo equipos de profesionales con cierta experiencia incluso en las provincias.
Fue intensa su actividad en el ámbito internacional en los países del entonces campo socialista, donde por primera vez se tuvo noticia de la existencia de museos en Cuba. Presentó como Comisario importantes exposiciones de los fondos del entonces Museo Nacional en Europa y América, prestigiando el acervo que conservaba nuestro país, fue fundador de la Organización Regional de Museos de América Latina y el Caribe, que hoy le está también rindiendo desde Chile merecido tributo, y dirigía la Organización de Museos adscripta al CAME en la esfera de la Museografía.
De algún modo siempre estuvo vinculado a la docencia, impartiendo cursos, conferencias y talleres, destacándose su colaboración de varios años con la RD, donde todos le llaman el Profesor. Allí también colaboró en la realización y puesta en valor de nuevos museos.
Asume la dirección del proyecto del Memorial José Martí, con vistas a su inauguración en el Centenario de la caída en combate del Apóstol. Personalmente Fidel inaugura aquella obra y surge una amistad de la que siempre se sintió sumamente orgulloso, ya que el Cmdte. en Jefe de inmediato le asigna la tarea gigantesca de la creación de lo que el propio Fidel llamara el nuevo Museo Nacional de Bellas Artes, multiplicado en tres edificios y con la enorme responsabilidad de concebir una obra a la altura de las expectativas que se esperaban.
Ya vinculado a la Oficina del Historiador, a partir de su alta competencia y su estrecha amistad con Eusebio Leal, asume la remodelación del Oratorio de San Felipe Neri, la difícil restauración del Colegio de San Gerónimo para dotar al Patrimonio de un lugar para desarrollar estudios superiores, y asesora múltiples proyectos que el Historiador concebía para devolver el esplendor a la Habana Vieja, que a ambos les era tan querida.
Sus méritos excepcionales fueron reconocidos con numerosas órdenes y condecoraciones, como la Distinción por la Cultura Nacional, Medalla Alejo Carpentier, Orden Juan Marinello, Premio Nacional de Patrimonio Cultural, Dr. En Ciencias del Arte y Doctor Honoris Causa del Instituto Superior de Arte, Profesor Titular en la Especialidad de Museografía en el Colegio de San Gerónimo, y otras muchas otorgadas por las provincias así como por organizaciones e instituciones en el plano internacional.
Junto a Leal ocupó la Secretaría del ICOM dotándolo de una hermosa sede, y luego sucedió al Historiador en la Presidencia, llegando a ser ambos Presidentes de Honor con carácter vitalicio.
Fue una vida dedicada a los museos, los monumentos, a la salvaguarda y la puesta en valor de nuestro patrimonio. Su nombre está para siempre inscrito en la historia de esta noble labor y por supuesto en la de la cultura cubana.
A este lugar donde reposará para siempre, podrán venir nuevas generaciones de especialistas que conocerán sus textos, habrán leído sus libros, verdaderos aportes y algunos habrán tenido la suerte de haber recibido sus enseñanzas.
Despedimos a un gran profesional, un revolucionario cabal, un talentoso artista y un hombre de aguda inteligencia y fina sensibilidad. Todo esto es cierto, pero para los que tuvimos el privilegio de estar a su lado tantos años y disfrutar de su compañía, hemos perdido sobre todo a un amigo.
Muchas gracias