Por Yamira Rodríguez
Hacia finales de los años de 1880, el eminente abogado, bibliógrafo e intelectual cubano Antonio Bachiller y Morales se estableció con su familia en Reina núm.359, antes 125. En ella viviría sus últimos años. Hoy, la casa donde falleciera el padre de la bibliografía cubana, el 10 de enero de 1889, es una hermosa biblioteca que lleva su nombre.
A propósito de los 500 años de La Habana la casa de Reina núm. 359, entre Lealtad y Escobar, fue recuperada como Biblioteca Infantil Antonio Bachiller y Morales, gracias a la labor de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. A sus manos llegó este inmueble en 2006 con un alto grado de deterioro; sin embargo, aún eran divisibles los valores arquitectónicos de una magnífica residencia del siglo XIX, construida en el otrora extramuros.
En los años de 1960 y 1970 el inmueble se había convertido en sede de varias entidades estatales, cuyas oficinas ocuparon los antiguos espacios residenciales que, a su vez, se transformaron y malograron. Suponía entonces, una deuda con la nación cubana restaurar la última morada de Bachiller y Morales, de quien José Martí escribiera en El Avisador Hispanoamericano, el 24 de enero de 1889: “Americano apasionado, cronista ejemplar, filólogo experto, arqueólogo famoso, filósofo asiduo, abogado justo, maestro amable, literato diligente, era orgullo de Cuba Bachiller y Morales.”
El proyecto de rehabilitación se propuso recuperar los elementos compositivos de valor de la antigua vivienda neoclásica e incorporar aquellos modernos, necesarios para la nueva función. Como ideas principales de diseño se planteó eliminar todos los añadidos existentes, baños, pantry y locales del fondo en planta baja y baños en planta alta, garantizando el rescate de los espacios con valores auténticos; liberar los vanos tapiados y abrirlos hacia el segundo patio; situar al fondo las nuevas construcciones imprescindibles para el desarrollo de todas las funciones, separadas estructuralmente de la construcción existente.
A nivel de detalle uno de los elementos más valiosos de la casa era la carpintería, de la cual existía más del 87 % original. Esta fue restaurada y el resto sustituida por nuevas, elaboradas a partir del diseño antiguo, como también sucedió con los vitrales. La herrería es otro de los componentes más expresivos en la edificación por lo que fue restaurada con la mayor fidelidad; recuperando, incluso, los herrajes existentes que aún cumplían su función original. Llamaba la atención que, a pesar del estado de la casa, los pisos de mármol existían en un 70 %, e igualmente los de mosaicos despiezados, todos fueron restaurados y reproducidos donde faltaban. El diseño interior se propuso armonizar lo contemporáneo con el ambiente colonial de la edificación, a través de la visualidad del mobiliario, la iluminación y acabados de la carpintería, paredes y techos.
La institución está especializada en la infancia de 0 a 11 años, con varios salones divididos en ciclos (según los grados escolares). Asimismo, en su proyección se diseñó una bebeteca para infantes que aún no caminan (con sonidos y luces para motivar al pequeño); una sala para niños discapacitados, salones multifuncionales, una ludoteca y una mediateca con equipamiento para que puedan aprender a trabajar libros en 3D. La biblioteca, con su carácter provincial, prevé también el trabajo comunitario y en los últimos tiempos, ante los retos de la pandemia, se ha sumado a los esfuerzos del país para mantener, a través de las teleclases, las actividades docentes de la Educación Primaria.
Así, en la página de Facebook de la institución, los alumnos pueden encontrar respuestas a las tareas y trabajos prácticos, orientados por los canales de la Televisión Cubana. “Es un placer que existan bibliotecas como esta en barrios populares, en los lugares donde el niño necesita encontrar un espacio para leer, para aprender, para crecer y para encontrar en la lectura el juicio que lo hará libre”, aseveró el Historiador Eduardo Torres Cuevas el día de su inauguración, el 10 de noviembre de 2019.