Por Teresa de Jesús Torres Espinosa
A un costado del Convento de San Francisco de Asís, en el Centro Histórico de La Habana, donde antiguamente existía el tercer claustro de este templo, en un rinconcito apacible, palomas y plantas nos envuelven con su encanto.
Se trata del Jardín Madre Teresa de Calcuta, que invita a la reflexión e impresiona por su ambiente místico y romántico. Como un merecido homenaje a la venerable religiosa, se inauguró este parquecito el treinta de enero de mil novecientos noventa y nueve, un año y medio después del fallecimiento de la Premio Nobel de la Paz, ejemplo de consagración y sacrificio.
Inés Gonxha Bojaxhiu, su verdadero nombre (1910 – 1997), fue una monja muy singular e infatigable, que siempre estuvo tras la búsqueda del bienestar humano. Se entregó en cuerpo y alma a la ayuda de los desposeídos y promovió la solidaridad, la paz y la esperanza en el mundo.
El silencioso espacio, hasta donde llega el olor a salitre de la bahía, exhibe la imagen de la santa sentada, mientras lee. El artista cubano José Villa Soberón esculpió en bronce la figura de la notable misionera, vestida con su tradicional hábito y en enjuta posición.
La estatua deviene reflejo de la intensa espiritualidad y la suprema humildad de aquella gran mujer en un mundo signado por la pobreza, la guerra y el dolor de quienes sufren y padecen. En varias de sus visitas a Cuba, Madre Teresa dejó un rastro de admiración y demostró que, si no es asistida por las obras verdaderas, la palabra resulta una expresión hueca y vacía.
A la entrada del Jardín Madre Teresa de Calcuta hay un cementerio, donde reposan los restos de reconocidas personalidades, como el Dr. Emilio Roig de Leuchsenring, primer Historiador de La Habana, y su viuda Maria Benitez; el director de cine Octavio Cortázar; la ceramista Marta Arjona; el pintor Juan Vicente Rodríguez Bonachea; y el fotorreportero Liborio Noval. Desde diciembre de 2020, descansan en este oasis citadino, las cenizas del novio eterno de la capital cubana, Dr. Eusebio Leal Spengler, cuyo legado perdura en cada piedra, en cada obra restaurada, en cada ser humano de profundos valores morales, en cada rincón de su Cuba querida.