Por Teresa de Jesús Torres Espinosa
Hasta el próximo 25 de abril, la página de Facebook de Habana Espacios Creativos (@HabanaEspaciosCreativos) publicará entrevistas, fotografías y audiovisuales sobre la labor de la compañía Gigantería Habana, con motivo de su 21 cumpleaños.
Este grupo de teatro callejero no trabaja pensando en la edad de los espectadores. Sus espectáculos, que pueden ser comprendidos hasta por niños pequeños, suelen atraer en la calle a personas de todas las edades.
Se trata de una familia de artistas que se esfuerzan por preservar algunos de los valores culturales que definen la espiritualidad de quienes transitan, trabajan o habitan en la antigua villa de San Cristóbal de La Habana.
Es un grupo que nació en la calle y aún esta continúa siendo el referente social y espacial hacia el cual se proyecta por costumbre. Labora constantemente para que todos sus miembros dominen la técnica de los zancos, pero, además, ha enseñado sus rudimentos básicos a decenas de personas.
Los zancos fueron el detonante de las primeras búsquedas callejeras, pero con el paso de los años se fueron perfilando otros campos de investigación empírica: los malabares con pelotas o clavas, las habilidades con fuego (principalmente con soga, bastones y cadenas), la técnica del clown, así como también el uso de la voz y la plasticidad corporal.
Gigantería llegó a tener un repertorio de pequeñas piezas basadas en la animación teatral y el juego con grupos de niños, que los ayudaban a contar e improvisar historias, como La calabaza, El trompeta de Mercaderes, El baobab, El drelo de oro del Diablo, Elefantes, La ceiba y la tiñosa y Sueño de una fiesta de San Juan.
Los zanqueros, como muchos los nombran, muestran los bailes sobre alargadas bases de madera que trajeron los africanos a Cuba. Se aprecia, asimismo, la presencia en fiestas callejeras de una extensa galería de personajes fantásticos, la costumbre de pedir el aguinaldo y la animación de muñecos de grandes dimensiones, con la interpretación de la conga que contagia y alegra.
Cuando las calles del entorno colonial habanero regresen a la normalidad tan anhelada, los caminantes continuarán disfrutando del atractivo paisaje de Gigantería, esos intrépidos muchachos que, montados en grandes zancos, llevan regocijo a los pasantes vestidos con trajes coloridos, tocando trompetas, tambores y haciendo malabares.