Por Massiel Arbona
La era posmoderna, caracterizada por aquel eslogan de «todo vale», ha desatado un avance desenfrenado de la tecnología y los nuevos medios, desarrollo que se ha extendido al universo de las artes visuales. En este contexto de hiper-mediatización de la realidad encontrar referentes nuevos es un reto para los artistas; sobre todo, en términos de concepto, cómo conectar sus poéticas personales con los discursos contemporáneos.
En este escenario, la ciudad ha demostrado ser un asidero importante para las inquietudes de índole artísticas. Es ese abrevadero de aguas inagotables al cual puede dirigirse a saciar su sed hasta el más ansioso de los creadores. Quizás se explique por la multiplicidad de significantes (y significados) que ofrece en su diversidad y las diferentes interpretaciones que pueden surgir de ello; o tal vez porque el hombre ansía conceptualizar todo aquello que escapa a su comprensión, en esa búsqueda incesante de la verdad.
Las galerías del Centro Histórico de la Ciudad, pertenecientes a la Oficina del Historiador, han sido testigo de numerosas exposiciones que comparten en su discurso visual alusiones al espacio citadino como eje estructurador de un concepto mayor. Esta condición sine qua non del ser humano para su existencia de vivir en sociedad y las situaciones cotidianas que eso supone, fueron el móvil fundamental del artista Yorlán Cabezas Padrón en su muestra personal Metrópolis, expuesta en julio de 2019 en la galería de la Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena.
Así, el artista recreó en sus piezas todo un universo ficcional, donde animales y criaturas humanoides se engarzan en una vorágine de signos y referentes visuales de la cultura universal. La ciudad es el sitio fundamental para exhibir estas escenas, con edificios icónicos de la arquitectura capitalina que pugnan por el protagonismo; mientras el humo de autos clásicos, motocicletas, autobuses y trenes envuelve las circunstancias más inverosímiles.
El creador se valió en sus obras de elementos de la historia del arte universal y es posible encontrar pequeños guiños a la estética de la estampa japonesa (la conocida ola de Hokusai) y a la cinematografía de los estudios Ghibli de animación (la aglomeración de objetos y la fisionomía de los animales, etcétera). Siendo así, el horror vacui, gusto por rellenar todos los espacios y los detalles en miniatura, son también legado del arte oriental.
En palabras de su curadora Dayma Crespo Zaporta, “la obra de Yorlán es un producto netamente cubano, en tanto factura e inquietudes de trasfondo que entabla un diálogo crítico con la imagen estereotipada y comercial de la capital”. Esto dejó entrever cómo la obra de Yorlán es una parodia a las circunstancias sociales, resuelta con un estilo personal, una mixtura de elementos diversos en los que encuentra su singularidad.
Asimismo, Caprichos, del artista de la plástica Yohy Suárez, es otra de las exposiciones realizadas en el Centro Histórico, que asume a La Habana como principal referente. Inaugurada en enero de 2020 en la galería del primer nivel de Habana Espacios Creativos, la muestra presentó lienzos de gran formato y una serie de dibujos en cartulina, en los que su autor expuso una reinterpretación de los espacios citadinos.
Los inmuebles de tipo religioso de la Habana Vieja y los interiores de grandes catedrales del orbe fueron intervenidos con eventos atípicos: carreras de carting, paseos en bicicleta, procesiones de santos en autos modernos; así como nudistas entre la multitud de un concierto.
El creador se apropia de códigos tradicionales de la pintura académica para representar imágenes de la religiosidad popular y lo hace con una pincelada fuerte, áspera que recuerda el estilo de Fidelio Ponce en la ictericia de los tonos y la (in) expresión de los rostros. En su pintura se evidencia algo de extrañeza, en la fauna que habita sus cuadros y las situaciones en apariencia descontextualizadas; un recurso inteligente que hace suponer, aunque no aseverar. Una vez más la ciudad se convierte en ese “capricho” incesante, en el medio de representación para transmitir las interioridades del ser, ese deseo que escapa al “sueño de la razón ” para producir algo más que monstruos.
Metrópolis, de Yorlán Cabezas Padrón, y Caprichos, de Yohy Suárez, son solo una muestra dentro del amplio conjunto de proyectos venidos a buen término dentro del Centro Histórico y demuestran ese deseo de acoger las propuestas del arte joven contemporáneo que se realiza en Cuba.