Por Teresa de Jesús Torre Espinosa
Aunque estamos aún en tiempos de pandemia, no por ello podemos pasar por alto una fecha como la de este domingo 4 de octubre, cuando nacieron el Museo de Arte Sacro y su sala de conciertos, la Basílica Menor, en el antiguo Convento de San Francisco de Asís, en pleno corazón de La Habana Vieja.
Así, el Museo de Arte Sacro nació en 1994, enclavado en la primera construcción religiosa de los monjes franciscanos en Cuba hacia el siglo XVI. El espectador puede apreciar allí una valiosa y amplia colección de piezas de arte religioso católico, que abarcan desde el XVI hasta la contemporaneidad.
El visitante admira obras procedentes de toda Hispanoamérica y hallazgos arqueológicos, efectuados en el propio templo a principios de la década de los 90 de la pasada centuria. De igual forma, en el recinto se exhiben tallas en madera policromada propias del siglo XVIII, como Santa Ifigenia, Santa Catalina de Siena, Nuestra Señora de las Angustias, San Francisco de Asís y Santo Domingo.
Se conservan, además, objetos religiosos, utilizados en la liturgia, elaborados en plata. Sobresalen el atril que perteneció al antiguo templo, decorado en relieve, y la colección de florones, piezas de la escuela cubana de orfebrería del XVIII.
Custodiada por el Caballero de París y vigía de la Plaza San Francisco de Asís, la institución es uno de los espacios públicos más visitados en el entorno colonial habanero, consagrada a la música coral y de cámara. Se trata de una de las salas de conciertos más importantes para la música de cámara dentro del país, con una programación anual que la convierten en sede de esperados festivales como el Festival de Música de Cámara Contemporánea, el Festival Mozart Habana y el Encuentro de Jóvenes Pianistas, entre otros.