Por Alejandro Alonso
Treinta obras sobre soporte cerámico integran la muestra que, acogida por la Casa de México en el Centro Histórico de la ciudad, son prueba concreta del proyecto que bajo el título de Alboroto quieto, se desarrollara paralelamente a la XI Bienal de La Habana.
La idea, que se extendió hacia otras disciplinas, tuvo en esta manifestación –la cerámica artística cubana- una especie de recodo, de sitio para meditar sobre las posibilidades del trabajo conjunto, en este modo de entender el acto creador, a partir de la interacción del impulsor del proyecto, el escultor Tomás Núñez (Johny). Él proveyó a los participantes de los módulos adecuados que se usarían como soporte, así como de los otros materiales indispensables para ejecutar la labor. También guió la materialización de la idea, a partir de todo el apoyo técnico indispensable en el Estudio-taller de Alfredo Sosabravo donde habitualmente hace crecer sus sueños de todos los días. Se trata de un sitio ubicado en la calle Obispo, arteria de la máxima importancia en el entramado urbano con todo lo de compromiso y relaciones históricas que esto entraña.
Se trató, pues, de reunir factores de variado tipo, con todo el cúmulo de esfuerzos, ajustes y concertación de voluntades que una tarea de tal envergadura entraña. De hecho, apoya a su manera, lo que definitivamente ha dado vitalidad a la cerámica artística cubana desde que surgiera en 1950, con el doctor Juan Miguel Rodríguez de la Cruz como promotor, en el legendario Taller de Santiago de las Vegas. Esto es, solicitar la contribución de talentos de disimiles procedencias, para materializar sus inquietudes a través de un medio exigente, que demanda conocimientos altamente especializados no siempre disponibles en el arsenal de sus ejecutores. Es pensamos, modo efectivo de estimular el desarrollo de una manifestación cuyo crecimiento depende justamente de la contribución de muchos para su afianzamiento y futuro.
De hecho, la unidad de los soportes, módulos asociados con la tradición cerámica, porta el desafío de ver cómo las diversas individualidades contribuyen a hacer de cada volumen algo altamente personal, portador de un mensaje que –en términos estéticos- plasme el sentido primero y último del arte, la expresión del hecho artístico a partir de ópticas altamente individualizadas.
Las numerosas personalidades concertadas aquí, trabajaron, desde luego, a partir de lenguajes cuyo cuajo llega después de años de ejercicio y dedicación. Atraídos por la convocatoria y el entusiasmo de su gestor, ellos pusieron a contribución del proyecto previas experiencias manejadas con una generosa voluntad de servir al concepto que focalizara el esfuerzo. Así, miembros de varias generaciones de artistas laboraron para hacer de formas establecidas, algo sui generis, interesante, portador de expresiones capaces de representarlos y hacerlos reconocibles ahora según el repertorio necesariamente limitado de soportes. Figuran en la nómina, autores de un gran curriculum como Alfredo Sosabravo, quien con su esfuerzo cotidiano en el Taller de Cubanacán y luego de manera independiente, cambiando de signo decididamente la práctica cerámica vista desde el arte en Cuba, volvió a manejar códigos dependientes de algo que es quizás el primer gesto de quien debe dotar a los volúmenes dado de rasgos distintivamente creativos; esto es, el traslado del hecho bidimensional por excelencia (la pintura) a la superficie convexa del cilindro, retrotrayendo el producto –con su acostumbrada calidad e ingenio- a aquellos momentos originarios cuando los mejores artistas cubanos fueron invitados a enaltecer con su acción, soportes comunes, despersonalizados, en obras artísticas. Él, en definitiva, como anfitrión, contribuyó –dando el paso al frente- para demostrar que no hay camino transitado, que no dé cabida a la fantasía y al válido ejercicio creador. Tras su válido ejemplo, pintores, escultores, diseñadores, arquitectos, cultores de los más diversos modos expresivos, respetaron las convenciones del caso o vulneraron sus límites para incorporar elementos que añadieron adicionales corporeidades a los volúmenes establecidos, a partir de la imaginación y el manejo de técnicas de variado cuño.
El manejo de códigos habituales por creadores cuya presencia en la plástica contemporánea nacional les ha ganado sitio de prestigio, algunas sorpresas que salen al paso del espectador cuando el autor se salió de lo que pueda resultar reconocible para abrir paso a nuevos senderos comunicativos, conforman el amplio repertorio de formas cuya apreciación queda ahora trasmitido en un conjunto de sugerente unidad y muy variados planteamientos estéticos.
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