Por Maria Karla Villar y Thays Roque
Fotos Néstor Martí
“Nos reunimos para celebrar la eucaristía en la que damos gracias por la vida de nuestro querido Dr. Eusebio Leal y pedimos por su eterno descanso”. Así dio inicio el Cardenal, Monseñor Juan de la Caridad García Rodríguez, Arzobispo de La Habana, a una misa solemne dedicada a la memoria del Historiador de la Ciudad de La Habana, en la Iglesia de San Juan de Letrán, con la presencia del Nuncio Apostólico en Cuba, Monseñor Giampiero Gloder.
El inmueble, que responde a la Orden de Santo Domingo y data del siglo XVI, reunió a más de veinte familiares, amigos, colaboradores, personas cercanas al Historiador de la Ciudad de La Habana; unidos todos en la necesidad de otorgar un último adiós y desear reposo eterno a quien es considerado uno de los cubanos más preclaros de finales del siglo XX y principios del XXI en Latinoamérica.
“Acompañamos a su hijo Javier y a sus seres más queridos en el dolor que nos deja su partida, pero nuestra fe en la resurrección de Cristo aviva la esperanza en la vida eterna que junto a Dios nos aguarda”, compartió el Arzobispo.
Durante la misa, el líder de la Arquidiócesis de San Cristóbal de La Habana, señaló la cercanía del Dr. Leal a la Iglesia Católica cubana, y de cuyos actos litúrgicos participó en diversos momentos.
Muy especial fue la intervención del padre Manuel Uña, cercano en la fe y la amistad al Historiador de la Ciudad de La Habana: “Aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad; porque la vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma y multiplica. Eusebio, un creyente, ha dado este paso y se encuentra fuera de las riberas del tiempo, en la orilla del más allá”.
El Vicario de los Dominicos en Cuba destacó la obra y vida del Historiador, y la inmortalidad otorgada por la entrega a sus empeños de restaurar la capital cubana y asegurarla para las generaciones futuras de cubanos.
“El Dr. Leal –afirmó– vivió con nosotros y, como nosotros, soñó y trabajó por lograr un mundo más habitable, por ver una Habana renovada, rejuvenecida, bella; y puso su ingenio, sus sueños, su tiempo y su talento en vivificar más, dándole vida a los objetos inservibles, monumentos deteriorados, casas olvidadas. Día a día le fue dando vida y logró que se pudiese constatar lo que alguien defendió públicamente: lo más nuevo de La Habana es La Habana Vieja.”
Sobre su fe, elemento incuestionable de su personalidad, expresó: “Cuando cumplió 75 años alguien le preguntó si alguna vez había pensado ser sacerdote, y su respuesta fue: nunca pensé ser sacerdote, pero soy cristiano por convicción, y lo que queda de mí, además del sentido de fe, es ese legado cultural en sentido ético y filosófico que identifico en figuras como el padre Félix Varela, y otros sacerdotes que contribuyeron a la formación de nuestra identidad; y rasgos de mi carácter que debo a mi formación religiosa”.
Como nota personal, el también fraile dominico de origen español, pero con más de 27 años dedicado a la iglesia cubana, contó su satisfacción al coincidir su vida con la del Dr. Leal: “He podido acompañarlo y estar a su lado sobre todo en los últimos meses, donde la enfermedad lo ha golpeado y convertido en autentico vagón de dolores. Imposible olvidar los diálogos sostenidos que tuvimos en varias ocasiones (…) También queda en mi memoria el diálogo que tuvimos en el hospital después del día 16 de noviembre. ¿Recuerdan que se iluminó el Capitolio? Fue el sueño, el sueño de Eusebio, del que no pudo recrearse, y un regalo fue para mí haberlo podido compartir y escuchar el día siguiente en el hospital”.
“Su último mes ha estado marcado por silencio”, confesó el padre Uña: “El hombre que tan bello hablaba y que nos recreaba a todos, lo ha pasado en el silencio (…) Y es cuando las palabras pesan que comienza a gestarse en el corazón ese otro lenguaje, el que sin dudas Eusebio hablará en la tierra nueva. Fue su última gran lección, la misma que referimos cada vez que vimos transformarse su puñado de piedras ruinosas en la joya arquitectónica”.
En nombre de su padre, Javier Leal agradeció a todos los presentes. “Gracias, Cuba”, atinó a decir visiblemente emocionado.
Junto al altar, un retrato del Historiador de la Ciudad de La Habana, en la sencillez de su traje gris, besaba la bandera cubana. La imagen del fotógrafo cubano Julio Larramendi inmortaliza al hombre de fe, en un gesto que consagra su cubanía, su sacrificio por la nación. Ese es nuestro Eusebio.
(Tomado de Habana Radio)