Tomado del periódico Granma
No hay palabras que puedan llenar el sentimiento de vacío, de tristeza, de conmoción que produjo la noticia en el sentir de los cubanos que lo quieren y lo admiran
Qué difícil resulta en estos momentos la página en blanco. No hay palabras que puedan llenar el sentimiento de vacío, de tristeza, de conmoción que produjo la noticia en el sentir de los cubanos que lo quieren y lo admiran.
Fueron años de intensa labor, de rescate del patrimonio, de devolver a los que nacimos en la Isla parte de nuestra identidad. Nunca imaginamos cuánto esfuerzo hay detrás de cada empeño, cuántos años de sacrificio, de incesante batallar. A eso dedicó su vida Eusebio Leal Spengler.
Su desaparición física nos duele, nos ha consternado. Siempre pensamos que él sería un hombre inmortal, un hombre que siempre estaría ahí no solo para preservar La Habana Vieja o todo el patrimonio cubano, que él tanto amó. Pero una vez más la muerte nos ha jugado una mala pasada.
«Somos partícipes de los grandes desafíos y de los grandes momentos», expresó en cierta ocasión este gran hombre. Él no solo fue partícipe: él fue testigo, hacedor de ideas, de sueños, de realidades, él batalló contra molinos de viento, pero logrando hechos. Él simplemente fue un Quijote de nuestro tiempo.
En 1981, por decisión del Gobierno, la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana asumió el gran desafío de llevar adelante el primer plan de obras de restauración. Detrás de ese gran empeño, luego de tantos años de puja, estuvo Leal. Y continuó durante décadas alimentando un sueño-realidad, devolviendo el esplendor a la capital, nutriendo la espiritualidad de cada ser humano poco a poco, transformando nuestra percepción de una urbe que ya pasa los cinco siglos de existencia.
Como él mismo dijo, una obra como esta, de proyección internacional y reconocimiento público, solo podía hacerse en una Revolución como la nuestra, con el apoyo de un líder como Fidel. Y es que a nuestro Historiador le tocó vivir una época intensa y fecunda que comenzó para él en 1959, cuando inició el proceso de cambios revolucionarios, renovador en todos los ámbitos de la sociedad cubana. Esta idea reafirma su profunda convicción revolucionaria: «Somos depositarios, herederos y continuadores del legado cultural, social y político de una nación».
Héroe del Trabajo de la República de Cuba, un cubano que ha merecido innumerables premios, condecoraciones y doctorados Honoris Causa, Leal ha sido, gracias a su «gestión de gladiador», el descubridor y redescubridor, cada día y durante años, de su Habana, nuestra Habana. Desde muy joven soñaba ya con la restauración, algo que logró con creces. Tuvo la fortuna de tener como maestro y guía a Emilio Roig de Leuchsenring, primer historiador de la Ciudad de La Habana. De él bebió su savia, su amor a la capital, hasta el punto de haber expresado: «Sin Emilio Roig no existiría Eusebio Leal».
Amante de los libros, cristiano, patriota militante, total hijo de su tiempo, Leal es, como afirmó en cierta ocasión la Doctora Ana Cairo, gran ejemplo del humanismo revolucionario en Cuba, pues polemizó, accedió a nuevos saberes, socializó sus conocimientos, escuchó a las personas y se conmovió con sus necesidades espirituales.
Sigamos citando a la Doctora Ana Cairo, quien con su habitual clarividencia expresó: «Leal es un ejemplo de las mejores virtudes, representante de una generación que se formó de manera autodidacta, pero cuyo origen humilde no propició la marginalidad, dos aspectos que en la actualidad se quieren mostrar asociados, y que en su caso evidencian que se puede ser pobre y tener educación, civismo y cultura (…). Leal debe seguir siendo un paradigma de la sociedad cubana».
En todo lo que hizo Leal, en todo lo que defendió tampoco podemos olvidar su visión patriótica y martiana –«esa unión dulcísima y consoladora de amor y esperanza para la patria» –, gracias a la cual realizó transformaciones indiscutiblemente valiosas para el país.
En tal sentido, Eduardo Torres-Cuevas, otro de nuestros más profundos intelectuales, en cierta ocasión aseveró: «Yo creo que Leal –repitiendo una frase también de Martí– fue realmente uno de los hombres más reales y útiles de nuestra época (…). Entender la realidad y trabajar para cambiar lo que tiene que ser cambiado de esa realidad, y al mismo tiempo la utilidad de la obra, la utilidad de la virtud. Y eso le exigió a él –lo cual le era natural–, una ética profesional y humana que estuvo en toda su obra. Me sería difícil poder hablar fragmentadamente de la obra de Leal. De un modo u otro, su obra abarcó un amplio campo, y yo diría que esa amplitud responde a una utilidad de visión de lo que había que hacer y de cómo hacerlo, cómo producir transformaciones realmente útiles y esa utilidad no pragmática. Estamos hablando de una utilidad que se remonta fundamentalmente a los valores».
En la Feria del Libro que se le dedicó a Leal, el Historiador de la Ciudad de La Habana afirmó que ojalá la vida fuera más larga para darle la oportunidad de hacer más y más, porque lo que había hecho hasta el momento le parecía poco. Pero a través de una anécdota resumió que todo no ha sido en vano. Así contó: «Hace algunos días, caminando por una plaza de La Habana Vieja, se me acercó un padre con su pequeño hijo para que este último me saludara. Le pregunté: ¿Y qué quieres ser cuando seas grande? Y el niño respondió: Yo, historiador.
«Es por eso que Eusebio Leal es una figura que he animado y que resucita siempre. Lo hicieron los historiadores precedentes, lo hizo el Doctor Roig. Me tocó a mí, les tocará a otros. Vendrán con otros nombres (…). Lo que hemos sembrado y lo que hemos hecho –concluyó– debemos esperar con fe que fructifique en las nuevas generaciones».
Fuente: Equipo de prensa de Habana Radio, emisora de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.