Tomado del sitio web de la emisora Habana Radio
La habitual quietud de la Plaza de Armas se interrumpió esta tarde con un coro de aplausos. El sonido aclamaba a quien pasaba por allí, la emoción estremecía cada rostro, las lágrimas inundaban los ojos de aquellas personas. Por más de 20 minutos, entre la calidez del recuerdo y la belleza de la obra, nos acompañó nuestro Eusebio.
Con la espontaneidad que caracteriza a los jóvenes, la calle de Madera, justo al frente del Museo de la Ciudad, se llenó de colaboradores y admiradores de la obra del Doctor Eusebio Leal Spengler, quienes no querían regresar a casa sin homenajear al hombre, al amigo. Era el lugar exacto donde hace más de cinco décadas inició su labor bajo la tutela de Emilio Roig de Leuchsering, primer Historiador de La Habana.
La tarde reunió a aquellos que aprendieron de él por tantos años, tal es el caso de Michael Gonzalez, Director de Patrimonio de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH), quien profundamente conmovido confesó que “uno no entiende las cosas que pasan. A uno le parece que mañana se va a despertar y va a estar Leal con nosotros otra vez. Es el dolor de que no pasó. La gente recordará sus anécdotas, su experiencia con él, la gente sonreirá y pensará lo que hizo, lo que se quedó y lo que seguirá haciendo.
”La vida sigue, pero sigue con tristeza. Sé que el homenaje es el esfuerzo diario, sé que seguiremos trabajando y sé que lo recordaremos todo el tiempo. Pero murió algo bello y cada uno tendrá que buscar la manera de enfrentarlo, pero por él lo haremos”.
Por su parte, Katia Cárdenas, Directora de Gestión Cultural, manifestó que el aplauso fue el mejor homenaje a quien dedicara toda su vida a fomentar el proyecto cultural que es hoy el Centro Histórico. “Esa convocatoria de corazón de su familia, porque nosotros somos su familia, la gente que se ha desarrollado a su alrededor, protegida y guiada por la luz de ese hombre tan grande. Sabemos que pertenece al mundo, pero sobre todas las cosas es nuestro Leal, nuestro Historiador”.
“Hoy podemos recordar todas sus hazañas por el rescate de la ciudad, por el rescate del espíritu de la gente, por salvar la memoria, pero creo que nos queda el gran hombre que fue Eusebio y que lo distingue de cualquier otra personalidad. Supo hacer tantas cosas por nuestra ciudad, por nuestro país, por el mundo, supo hacerlo por cada uno de nosotros, por cada una de las personitas que estaban a su alrededor y eso realmente lo saca de la dimensión natural que puede tener cualquier hombre. Es un gran dolor”, concluyó.
El momento sirvió además para que uno de sus fieles discípulos, el periodista Mario Cremata, ofreciera unas palabras de despedida. Con la voz entrecortada expresó que “he vuelto a sentir el sabor amargo de la orfandad, de la tristeza sin fin, de esa sensación difícil de expresar con palabras pero que se aproxima bastante al momento sublime y trágico en que la nave pierde su capitán”.
“Hoy se me ocurre que estos adoquines en silencio y esas sábanas blancas colgadas en los balcones de tu Habana constituyen la más hermosa metáfora del dolor que embarga a este pueblo, incluso más contundente el repique de campanas que tanto te gustaba”.
La iniciativa también juntó a las nuevas generaciones de trabajadores de la OHCH como la joven historiadora Yainet Rodríguez, especialista del Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa. “Mi experiencia en el trabajo con la Oficina ha sido sumamente enriquecedora y pienso que también gran parte de esa experiencia ha sido gracias a su perseverancia y al respeto que le ha puesto a la cultura y al patrimonio, y a que Eusebio siempre nos enseñó que lo más importante es explicar el origen de todo para saber de dónde venimos y hacia dónde vamos. Siempre nos insistió en que lo más importante era trabajar cada día y que la persistencia no es nada más que cuando estés cansado dar más”.
Sentidas también fueron las palabras de Daniel Castellanos, especialista de Movilidad Urbana de la Dirección de Plan Maestro de la Oficina del Historiador, pues para él Leal no solamente fue un soñador sino un hacedor de sueños y permitió que muchos como él tuvieran la oportunidad de soñar y fundar a la vez en la Oficina del Historiador. “Primero soñé la universidad y tuve amparo acá en el Colegio Universitario, su universidad. Luego tal y como él enseñó a sus discípulos fui acogido por el Plan Maestro y desde entonces la vida simplemente ha sido la oportunidad de poder soñar junto a él y que él también fuera un poco el escudero de nuestros sueños”.
Con el dolor de algunos, el llanto de otros y el adiós de todos, hoy la Habana pierde a su más leal amor.