1935: EL AÑO EN QUE EMILIO ROIG DE LEUCHSENRING FUE NOMBRADO HISTORIADOR DE LA HABANA
Félix Julio Alfonso López
El 1 de julio de 2020, se conmemoran 85 años del nombramiento del Dr. Emilio Roig de Leuchsenring como Historiador de La Habana, un hecho de la mayor trascendencia, no solo en el ámbito cultural y patrimonial de la capital cubana, sino en el de la nación toda. Al momento de su nombramiento, el 1 de julio de 1935, el Dr. Roig era un hombre maduro que estaba próximo a cumplir 46 años (había nacido el 23 de agosto de 1889 en la calle Acosta no. 40, en el habanero barrio de Belén) y era ya una personalidad reconocida en el ámbito de las letras, el derecho y la historiografía cubana, al tiempo que gozaba de un enorme prestigio entre sus contemporáneos, por sus verticales posturas políticas nacionalistas y antimperialistas.
El año 1935 fue decisivo en el desenlace, contradictorio para las fuerzas populares y progresistas, del proceso histórico de la Revolución de los Años 30, marcado por el fracaso de la huelga de marzo y el asesinato del líder de Joven Cuba Antonio Guiteras en El Morrillo; y comenzó para Emilio Roig con una causa judicial, en la que se vio envuelto por su colaboración con la revista Masas. Desde el año anterior, Roig había empezado a publicar en las páginas de dicho mensuario, órgano de la Liga Antimperialista de Cuba, entre cuyos directivos estaban los intelectuales comunistas Juan Marinello, Regino Pedroso y José Manuel Valdés Rodríguez.
Sin ser miembro del Partido Comunista de Cuba de aquel momento, ni de ningún otro, Emilio Roig fue desde su juventud un hombre de ideas de izquierda, como lo demuestra su temprana amistad con Julio Antonio Mella y Rubén Martínez Villena, su estrecha colaboración con la Falange de Acción Cubana y el Grupo Minorista, del cual fue considerado “mentor espiritual”, así como su valiente y abierta oposición a la dictadura machadista; y la causa del antimperialismo fue siempre uno de sus grandes temas como historiador y hombre público. Ello explica su presencia en la citada revista, junto a un valioso grupo de colaboradores, seguidores o no de la doctrina comunista, como fueron los casos de Emilio Ballagas, Luis Felipe Rodríguez, Leonardo Fernández Sánchez, Ofelia Domínguez, Ramón Guirao, Gerardo del Valle, Gustavo Aldereguía, José Zacarías Tallet, Mirta Aguirre, Ángel Augier, María Villar Buceta, Loló de la Torriente, Raúl Roa, Pablo de la Torriente Brau y José Chelala Aguilera.
A inicios de 1935, con la publicación del número 7, correspondiente al 10 de enero de dicho año, Masas finalizó su salida al ser acusados los integrantes de su consejo de redacción de hacer “propaganda sediciosa”. La imputación provino del Tribunal de Urgencia no. 1 de La Habana, con el argumento de que la revista realizaba “una campaña contraria a las instituciones republicanas”. En su condición de escritor para la revista, Emilio Roig resultó absuelto, pero Juan Marinello y los demás miembros del consejo de redacción fueron condenados a seis meses de cárcel. Roig, desde su posición de abogado, pidió la amnistía para los procesados, con el razonamiento de que “la labor antimperialista no representaba un peligro para la nacionalidad, ni un ataque a sus instituciones fundamentales, sino un ideal nacionalista y de cubanidad fervorosa”. Para demostrar lo anterior, escribió dos artículos publicados en el periódico Ahora, titulados “Antimperialismo es sinónimo de cubanismo” (28 de febrero de 1935) y “Causa y razón cubana del antimperialismo” (3 de marzo de 1935).
Pero sin dudas los dos grandes acontecimientos vividos por Emilio Roig en 1935 fueron su nombramiento como Historiador de La Habana, de lo que se desprenderían enseguida un sinnúmero de tareas de salvaguarda del patrimonio histórico habanero y labores diversas de índole cultural; y la publicación de su monumental estudio historiográfico titulado Historia de la Enmienda Platt.
La designación de Roig como historiador habanero ocurrió el 1 de julio de 1935, por el alcalde municipal Guillermo Belt Ramírez, pero la labor de Emilito como encargado de realizar labores históricas en el gobierno de la ciudad se remontaban a 1927, cuando ocupó, a sugerencia de su anterior titular Ruy de Lugo Viña, el cargo de Comisionado Intermunicipal de La Habana, designado por el alcalde Miguel Mariano Gómez Arias. Cesanteado de dicho contrato por la dictadura, fue repuesto tras la caída de Machado, el 30 de noviembre de 1933, y allí permaneció hasta asumir con propiedad como Historiador de la Ciudad.
De hecho, el alcalde Belt Ramírez y el Dr. Roig formaron un equipo de trabajo armonioso y dinámico, y las propuestas del historiador contaron siempre con la total aprobación del político, como veremos enseguida. Entre sus resultados de mayor transcendencia encontramos que, por decreto del alcalde Belt, de 28 de agosto de 1935, comenzaron a editarse los Cuadernos de historia habanera. Dichos cuadernos salían en pulcros breviarios con una extensión variable, entre 80 y 200 páginas, una tirada de mil ejemplares y se distribuían gratuitamente. El primer cuaderno en ver la luz fue Homenaje al Ilustre Habanero Pbro. D. José Agustín Caballero y Rodríguez en el Centenario de su muerte. 1835-1935, escrito por Roig en colaboración con Francisco González del Valle; a los que seguirían el estudio de Emilio Roig: La Habana Antigua: La Plaza de Armas y el cuaderno de Nicolás Guillén, cercano colaborador y amigo de Roig, Claudio José Domingo Brindis de Salas. El Rey de las Octavas, Apuntes Biográficos.
Otras tareas de gran importancia desplegadas a raíz de su nombramiento, fueron el estudio relacionado con la denominación de las calles del municipio habanero, una faena ardua, pues al decir de Roig: “además de su carácter intrínsecamente histórico, significaba un verdadero problema para el Municipio, tanto en el orden administrativo como en el urbanístico, el desbarajuste existente en la denominación de las calles de este término municipal”. En el informe encargado por el alcalde Guillermo Belt, Roig desglosó las numerosas problemáticas que debían ser solucionadas, entre ellas: el cambio indiscriminado y arbitrario de nombres de las calles, algunas de las cuales podían tener dos o tres denominaciones; la disparidad en la manera de colocar dichos calificativos; la existencia de varias arterias con un mismo nombre; la sustitución de nombres antiguos de gran arraigo popular por otros, sin el debido análisis o con apelativos de ciertas personalidades sin mérito para ello. Tras un detallado recorrido por las sucesivas denominaciones de las calles habaneras y sus incontables avatares, Roig propuso al alcalde la restitución de los nombres antiguos, tradicionales y populares de las calles habaneras “por juzgar que ello es patriótico, cultural, práctico, útil y productivo”. Sugería además suprimir otros calificativos, heredados del pasado hispánico, pues simbolizaban el despotismo colonial y herían los sentimientos patrióticos de los cubanos, y propuso que ninguna calle llevara el nombre de una persona viva y esperar como mínimo diez años en caso de poner el nombre de una persona fallecida. Asimismo, en los casos de las calles con nombres de patriotas, que debían suprimirse por tratarse de una vía con una denominación antigua, estos se asignarían a arterias innominadas.
También en 1935 el Alcalde Guillermo Belt emprendió importantes obras de restauración y embellecimiento de la Plaza de Armas, para lo cual fueron decisivas la cooperación del Jefe del Departamento de Fomento del Municipio, el arquitecto Emilio Vasconcelos, y del Historiador de la Ciudad, quien contribuyó proporcionando los datos fidedignos y grabados antiguos, que facilitaron la mayor veracidad histórica y urbanística en esos trabajos de rehabilitación. Dichos datos históricos, así como la “Memoria descriptiva de las obras de reconstrucción del parque de la Plaza de Armas”, fueron recogidos en el citado volumen La Habana Antigua: La Plaza de Armas, con ilustraciones de su amigo el pintor Enrique Caravia. En esta ocasión, a pesar de los ingentes esfuerzos desplegados por el historiador, no pudieron localizarse las cuatro fuentes antiguas de mármol que adornaban la plaza, y tampoco fue posible realizar el patriótico empeño de Roig de sustituir la infausta imagen de Fernando VII por la de Carlos Manuel de Céspedes, cuyo glorioso nombre ostentaba aquel sitio desde 1923. Junto con la plaza fundacional, la Plaza de la Catedral también recibió la atención de Roig aquel año, con la publicación del ensayo El más bello rincón de La Habana colonial: la Plaza de la Catedral, donde abogó por una restauración respetuosa e integral de dicho espacio público.
El prestigio alcanzado por Emilio Roig lo llevó a formar parte en este periodo de comisiones relacionadas con la defensa del patrimonio cultural, en la Sección de Protección a Monumentos Públicos de la Corporación Nacional del Turismo, y de agrupaciones de carácter social y político progresista, como la Asociación Nacional contra las Discriminaciones Racistas, presidida por Fernando Ortiz y de la cual Roig fue vicepresidente, y de la Comisión Organizadora del Comité Nacional Pro-Abisinia. Para finales de 1935, a iniciativa de Roig, se constituyó la Sociedad de Amigos de la Biblioteca Nacional: “con el propósito de rescatar esta institución del estado desastroso que sufría y colocarla a la altura que requería un país culto y civilizado”.
El año 1935 es también pródigo en las colaboraciones de Roig para la importante revista Carteles, donde mantenía una sección fija bajo el rótulo “Páginas desconocidas u olvidadas de nuestra historia”. En dicho apartado, el historiador publicó a lo largo del año un total de 45 artículos, donde abordó desde diferentes aristas las figuras históricas de Félix Varela, José Agustín Caballero, José María de Cárdenas, Ignacio Agramonte, Antonio Maceo, Enrique José Varona, José Martí y Máximo Gómez y se pronunció sobre temas como las corridas de toros, las calles habaneras, la historia colonial de La Habana, el Liceo de Regla, la Plaza de la Catedral, la Parroquial Mayor y la Ceiba y el Templete de la Plaza de Armas.
Un hecho muy significativo, que testimonia la autoridad ganada por Roig en su función de servidor público fue que, a solicitud de los tres candidatos que se postulaban para alcaldes de La Habana en las elecciones de enero de 1936 (Guillermo Tapia, Antonio Beruff Mendieta y Pelayo Cuervo), el Historiador redactó un texto de contenido normativo, donde explicó cuáles debías ser, a su juicio, las cuestiones fundamentales de índole administrativa, económica y social, que convenían ser incorporadas a sus respectivos programas de gobierno. Las consideraciones de Roig se publicaron con el sugestivo título de Notas para un programa de buen gobierno municipal habanero, donde presenta de manera sintética su ideario social progresista, y propone al ayuntamiento un conjunto de medidas enfocadas en los siguientes tópicos: la protección de la infancia y garantizar la educación infantil; crear escuelas de comercio, mecanografía y artes y oficios para los jóvenes; el mejoramiento de los servicios públicos de electricidad, gas, alumbrado y teléfonos; la supresión del monopolio sobre los artículos de primera necesidad; la defensa de la salud pública, velando por la higiene de las industrias elaboradoras de alimentos, droguerías y farmacias, así como en las casas de vecindad y ciudadelas; ofrecer asistencia social a quienes no tuvieran trabajo u otros medios de subsistencia; promulgar un reglamento contra la vagancia; actualizar el catastro de fincas rústicas y urbanas a fin de que realizaran el pago de sus impuestos con honradez; disponer la rotulación de las calles y la correcta numeración de las casas; promover el cuidado del urbanismo y el ornato público; el establecimiento de un sistema eficiente de mercados en los barrios, poniendo fin al monopolio del Mercado Único; el fomento de la cultura, la creación de bibliotecas, museos, academias de bellas artes y teatros; la divulgación del acervo histórico; el mejoramiento del empleo; la atención al problema racial; el derecho al salario mínimo de los trabajadores; la construcción de viviendas dignas para la clase obrera; la organización adecuada del transporte de tranvías y ómnibus; proveer servicios de enterramientos dignos para las clases humildes y regular el funcionamiento de los cementerios, en particular el Cementerio de Colón, poniendo fin al abusivo control de la iglesia católica en dicho camposanto. Un texto que, en opinión de la estudiosa de la obra de Roig, Araceli García Carranza, constituye un “verdadero programa social que respondía a los intereses del pueblo”.
Por ultimo me referiré a la gran obra historiográfica dedicada por Roig a la Enmienda Platt. El ensayo de Roig consagrado al examen integral del ominoso y perjudicial apéndice a la Constitución cubana de 1901, apareció publicado en dos volúmenes compactos, bajo el rótulo: Historia de la Enmienda Platt. Una interpretación de la realidad cubana. Dicho texto formaba parte de una trilogía que Roig pensaba consagrar al estudio de los que consideraba “los más hondos y vitales problemas de Cuba”, expresados dichos problemas de manera conspicua en la presencia deletérea de los Estadios Unidos en el devenir histórico cubano.
La aspiración de Roig con este cardinal estudio, consistía en denunciar cabalmente el nefasto mecanismo de dominación que la citada Enmienda había constituido para Cuba, provocando lo que denomina una “crisis de nacionalidad”, y dice que lo hace, metiendo “toda nuestra sangre en nuestras ideas”. De tal modo, el objetivo se anuncia transparente desde el inicio, con esta declaración de principios: “Este libro es un libro francamente antimperialista, porque la absorción y explotación de Cuba por el imperialismo yanqui es una realidad que descubren y comprueban el historiador, el sociólogo y el economista, sea cual fuere su ideología”. También declara que su paradigma de investigación es el método materialista, original en su análisis y dialéctico en su exposición, como lo fueron también los ensayos de Mella y Mariátegui, dos criaturas a las que Roig admiró tanto:
En nuestro estudio hemos aplicado el método materialista al análisis y explicación de los fenómenos históricos cubanos, porque lo juzgamos el propio y adecuado a la índole de estos fenómenos y el único que puede llevarnos, libres como estamos de intereses sectaristas y oportunistas que defender, a encontrar remedios y soluciones para los males políticos, económicos y sociales que padece nuestro país, los caminos a seguir para la construcción del futuro cubano, que no puede nunca estar cimentado en el cambio simplista de hombres y leyes, aunque sean indispensables desde luego, la eliminación de aquellos y la sustitución de estas, sino en la transformación total del régimen de colonia factoría que Cuba ha padecido y padece, en el rescate, para los elementos genuinamente populares y trabajadores, de la tierra y de la economía nacionales.
Con su prosa ágil y gallarda, Roig explora todas y cada una de las aristas del fenómeno histórico que conllevó a la adopción de la Ley Platt. Y con palabras afiladas llama las cosas por su nombre: a Estrada Palma lo considera el “padre cubano” de la Enmienda, y a esta un ilegítimo dispositivo de dominio neocolonial, sucedáneo de la anexión directa, y continuador de la política secular de los Estados Unidos por controlar los destinos de Cuba. A la tiranía de Machado la define como “creada, mantenida y explotada por capitalistas y gobernantes yanquis”. Al nuevo Tratado de Relaciones, negociado con posterioridad a la caída de la dictadura, lo califica como una modificación del anterior de 1903 “para mejor servir los intereses imperialistas yanquis” y del Convenio de Reciprocidad Comercial derivado de aquel, concluye que “hunde aún más a Cuba en su condición de colonia factoría, gobernada a distancia, del imperialismo yanqui”.
Todo ello explica la absoluta identificación de Roig con la Revolución Cubana de 1959, resultado de una vida consagrada a luchar por los principales valores de nuestra historia y de nuestra identidad como nación, frente a los intereses neocoloniales de Estados Unidos, y ningunas palabras pueden expresarlo mejor que las que del comandante Fidel Castro, en el acto celebrado por la Sociedad Espeleológica de Cuba, el 15 de enero de 1960, cuando afirmó: “Y aquí a nuestro lado está un verdadero maestro de nuestra historia, Roig de Leuchsenring (APLAUSOS), que ha escrito la historia de los esfuerzos de nuestra nación durante más de un siglo por ser una nación libre, por ser una nación soberana, donde pudiese desarrollarse un pueblo libre y feliz”.
Esos fueron, expresados de manera diáfana y elocuente, los verdaderos ideales que siempre defendió, con su pluma de escritor y con su compromiso cívico, Emilio Roig de Leuchsenring, quien fue nombrado, hace 85 años, primer Historiador de La Habana.