La colección de cerámica artística cubana atesorada por el Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea representa diferentes períodos de desarrollo de esta manifestación, los principales artistas, las tipologías creativas, la diversidad técnica y temática, así como otros aspectos que resultan motivo de análisis para una caracterización general.
A través de personalidades creativas que se localizan, por etapas o paralelamente, en Santiago de las Vegas, Camagüey, Nueva Gerona, el Taller de Cerámica de Varadero, La Habana, Santiago de Cuba, Santa Clara y otras localidades del país se aprecia el desarrollo de este quehacer. La producción de Amelia Peláez ocupa particular relevancia en cuanto a cantidad de obras, desde aquellas excepcionales hasta otras de menor valor según criterios museológicos. Los murales y losas de René Portocarrero también son representativos desde el punto de vista plástico y temático. De igual manera sucede con los demás exponentes que conforman la sala “Los iniciadores”.
Figuras nucleadas en torno al taller de Cubanacán en los años sesenta del siglo XX dieron continuidad a la corta tradición de las vasijas decoradas, pero trascienden esencialmente por el desarrollo de la cerámica escultórica, variante coleccionada por la institución. Las propuestas de Alfredo Sosabravo se han privilegiado y organizado en cuanto a concepto y solución plástica. Otros artistas como Reinaldo Calvo, José Antonio Rodríguez Fúster, Julia González, Julio Velázquez Ronda, Fernando Velázquez Vigil, Ángel Rogelio Oliva definen momentos importantes de este espacio creativo. Los egresados de las Escuelas Nacionales de Arte como Zaida del Río, Flora Fong, Nelson Domínguez forman parte del perfil permanente.
Asimismo, en las Ferias de la Cerámica organizadas en Nueva Gerona dieron a conocer sus obras no pocos artistas. En este sentido, son significativos los aportes en la variante instalativa -desde inicio de la década de los ochenta- de Amelia Carballo, José Ramón González, Ángel Norniella y Agustín Villafaña, miembros del grupo Terracota IV. De esa época, precisamente, el museo adquirió vasijas, esculturas y excelentes ejemplos de instalaciones que fueron las primeras en ejecutarse en cerámica. Un grupo considerable de creadores dedican tiempo y espacio a elaborar murales y exquisitas vasijas en diversas técnicas y procedimientos lo cual también contribuye a la presencia de este tipo de volúmenes.
Los años noventa del siglo XX y las décadas trascurridas del siglo XXI han marcado una heterogeneidad discursiva y morfológica sin precedentes. Dentro de los parámetros comprendidos en la convocatoria de la Bienal de Cerámica se han presentado un grupo significativo de autores de los cuales quedan, no solo testimonio gráfico, sino también propuestas que conforman el perfil expositivo permanente. Este evento, de carácter nacional y competitivo ha logrado consolidar, promover y justipreciar el quehacer en la Isla.
Los bienes coleccionados actualmente son vasijas, murales, losas, esculturas e instalaciones. Estas tipologías se ajustan a las propias dinámicas contextuales e ideoestéticas de la cerámica y el arte cubano. Así, destacan las vasijas de un primer momento de esta disciplina en los años cincuenta, cuyas formas tradicionales de porrones, botellas, boles, ánforas están resueltas a partir de la decoración bajo y sobre cubierta y, en particulares casos, con óxidos metálicos. El continuo estímulo a esta praxis ha devenido una nueva visualidad para vasijas que parten de diseños contemporáneos donde se imbrican materiales extra artísticos y prima la noción de contenedor. Incluso, las propias formas tradicionales se diversifican y se emplean otras técnicas y procesos como el rakú, la mayólica, la cristalización.
De igual modo sucede con los murales, en su mayoría, resueltos dentro del lenguaje figurativo, con algunos ejemplos abstractos. Estos han sido concebidos de manera muy diversa: están aquellos logrados a partir de la decoración sobre losas, mientras otros aportan una tridimensionalidad dentro de la superficie bidimensional.
Más variada y sui géneris es la creación escultórica muy bien representada desde el pequeño, mediano y gran formato. Se explota al máximo el procedimiento de ensamblaje, así como la posibilidad de la arcilla para imitar otros materiales. Notables contrastes visuales se advierten en la obra de muchos artistas que incorporan elementos no cerámicos al volumen de barro. Interesantes propuestas instalativas corresponden, esencialmente, a las últimas décadas del siglo XXI.
A pesar de la diversidad de formación profesional y la heterogeneidad de generaciones actuantes se pueden perfilar que entre los principales asuntos sugeridos por los creadores es recurrente la problemática humana ya sea para acentuar cuestiones sociales, contextuales, de tipo feminista, relacionadas con la historia universal desde una mirada contemporánea, entre otros.
Esta colección, única de su tipo en Cuba, ha ido in crescendo dada la gestión museológica ininterrumpida en treinta años de existencia de esta institución museal. Es, sin dudas, el museo un escenario expositivo esencial a la vez que estímulo constante y necesario para la creación cerámica.