Un instante de butoh

Por Dariana Rodríguez

Los espacios de Factoría Habana han tomado nuevos sentidos desde que se apoderara de ellos la compañía Butoh Space Dance. Transgredir las fronteras corporales, bailar desde la emoción, filosofía de vida, son algunas de las maneras de entender el butoh. Se vale de un tubo, una tela transparente y resistente, capaz de sostener el peso del cuerpo humano, un hermoso túnel que sostiene y abraza. Es el butoh una perspectiva diferente, donde los pies y las manos se juntan pero por dentro, es ir a favor de la gravedad tratando de ir al mismo tiempo en contra de ella. Creado como signo de protesta, a partir de los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki, este abanico danzario se sumerge en la búsqueda de un cuerpo nuevo, un cuerpo que hable por sí solo.

El butoh apela por la posibilidad de que todos podemos bailar, utilizando el rostro como expresión culminante de lo que implica someterse a esta experiencia. Exige el vacío del intérprete para realizarse, un olvido inconsciente de las técnicas danzarias aprehendidas. No es propiamente danza o una puesta teatral, el butoh es simplemente butoh. La práctica de butoh convoca lo instintivo, lo erótico, la pérdida de identidad individual con disolución del límite corporal y la unión a un todo mayor. Propone un retorno al origen de la creación, a la esencia del ser humano y su necesidad de expresión.

El XVIII Festival Internacional de Danza en Paisajes Urbanos: Habana Vieja Ciudad en Movimiento ha regalado a la ciudad la oportunidad única de vivir el  butoh. El encuentro con el público resultó ser el instante de trascendencia, donde los bailarines comunicaron, conmovieron. Se detuvieron los transeúntes de la calle O´Reilly fascinados por esta apasionante manera de danzar. Se intercambiaron miradas y surgieron miles de cuestionantes. Los hombros de una de las bailarinas cayeron levemente, su espalda se arqueó un poco y todo el salón se llenó con su presencia. Separó los brazos, dobló sus piernas e intentó volar. Cuando la miré me di cuenta que el murmullo a mi alrededor había cesado y que todos observaban en silencio. El butoh logró, finalmente, cautivarnos.

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