Por Dr. C. Miguel Gerardo Valdés Pérez
Profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana y del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana.
Dentro de pocas horas, la Casita de la Calle Paula -hoy calle “Leonor Pérez”-, vestirá galas de honra para el 28 de Enero.
Pensar Cuba es pensar el legado martiano. Fue José Martí, el “Apóstol” – sin asomo de duda- quien perfiló la nacionalidad cubana en la fragua del amor y la utilidad de virtud.
Por confluencias de la historia, 1853 marca el relevo martiano del pensamiento independentista que Félix Varela inició. La publicación de El Habanero en Filadelfia y Nueva York, en 1824, fue la primera tribuna para los sentimientos independentistas que irían conformando en la segunda mitad del siglo XIX, lo que ha caracterizado a la “cubanidad”.
Fue la oratoria y el periodismo de José Martí la continuidad y flama que hizo posible la unión de los cubanos en los fundamentos de la Tregua Fecunda y en los de “Con todos y para el bien de todos”. [1]
Pero la universalidad, la ética -y la estética- de José Martí está presente en toda su obra: en su creación periodística, en la lírica, en la ensayístico-crítica, dramatúrgica o literaria. Nada martiano es ajeno a lo literario y aunque cronológica y estilísticamente se enmarque en los cánones modernistas; su creación, toda, ha rebasado con creces la vigencia y contemporaneidad.
Próximo a cumplirse el aniversario 167 de su natalicio, habrá que regresar siempre al Apóstol para comprender o pensar a la tierra que no tuvo reparos en abonar, con la nobleza de su ejemplo, de su cuerpo y de su sangre.
Profanar a quien escribió para “los que saben querer” es un acto más allá de lo vandálico y no amerita referirse a la ignominia cuando de amor y entrega se habla.
Quien escribe estas reflexiones para la grandeza de la celebración de una fecha, cada curso, el primer día de clases, ha leído a sus alumnos fragmentos de “Los pinos nuevos” [2] y no le ha resultado ajeno el silencio respetuoso de quienes hace mucho han dejado atrás los estudios primarios.
Regresar a José Martí dignifica y purifica el alma y las emociones. Regresar a La Edad de Oro [3] –regalo para quien escribe estas reflexiones por haber concluido, precisamente, a enseñanza primaria-, siempre será el reencuentro con el niño que un día fuimos.
Cuba está en Patria[4], la prensa que él concibió, también como un soldado. Y para disertar o enseñar comunicación, identidad, valores, o dar una visión de lo que actualmente se ha denominado como lo sociocultural, hay que empezar por leer a José Martí, no fugazmente; ni para entresacar fragmentariamente su fecundo, patriótico, cubanísimo -y al mismo tiempo- universal pensamiento.
Sé que mis estudiantes del cuarto de año de Comunicación Social que lean estas reflexiones –comprenderán el porqué las escribo para el próximo 28 de Enero.
A ellos las dedico también, pues ellos fueron el primer día de clases del presente curso, con toda honra y respeto, mis Pinos Nuevos.