Las mujeres de La Habana no tienen temor de Dios

Por Lysbeth Daumont Robles

El pasado 6 de diciembre en la Vitrina de Valonia se inauguró la exposición colectiva Las mujeres de La Habana no tienen temor de Dios, que ha conquistado la mayoría de los espacios del otrora Palacio de los Condes de San Esteban de Cañongo. Junto a las creadoras Arassay Hilario, Sulian Linares, Lisandra Ramos, Shulayne Valdés y Elizabeth Cardenal, el espectador podrá descifrar los universos femeninos que recorren la Ciudad. Ya sea desde la pintura, la ilustración, la fotografía o el diseño de moda, estas cinco artistas han unido sus fuerzas para rendir homenaje a La Habana y a las mujeres que se han fundido con la ciudad a través de los siglos.

En esta ocasión, la galería fue intervenida para recrear las diferentes habitaciones que conforman el hogar: la sala con sus sillones, cojines, tapetes bordados, el comedor y su mesa grande; aunque las familias sean más pequeñas o las relaciones sean distantes. A su vez, se puede apreciar la habitación de reposo y de intimidad o el espacio de fe donde confluye más de una religión. Entre fotos y vestidos, rituales y cartas, objetos preciados y un poco de magia transcurre la vida de las mujeres que evocan nuestras artistas.

La muestra fue concebida a partir de los primeros versos de un poema anónimo del siglo XVIII que, a su vez, da título a un libro de Luisa Campuzano, que reseña las obras literarias de mujeres cubanas que tuvieron “la osadía de desafiar gobiernos, transgredir prejuicios, subvertir cánones”[1].

Las mujeres de La Habana no tienen temor de Dios aborda una época de convenciones que regían el destino y la imagen de las mujeres y de la feminidad. Sin ánimo de etiquetas o militancia alguna, la exposición se enfoca en el acercamiento desde el arte a temas como el matrimonio, la fe, la maternidad o el trabajo cotidiano. Asimismo, este grupo de artistas rinden tributo a las habaneras anónimas e ilustres de todas las épocas.

En la colección de ilustraciones de Arassay Hilario (Las Tunas, 1985), la figura femenina tiene un protagonismo evidente. Niñas, muchachas y ancianas son el punto de partida de cada uno de sus dibujos. Por el intenso colorido, la pureza de los trazos, el aspecto inacabado de la obra, la intertextualidad y la detallada fisonomía de los rostros tanto realistas como de corte onírico, se puede detectar el sello de esta creadora y su impronta como joven exponente de la ilustración en nuestro país.

Desde la moda llega la contribución de Lisandra Ramos (La Habana, 1987), cuyo trabajo es habitual en el diseño de vestuario para las producciones cinematográficas del país. La elegancia y la originalidad han estado siempre presentes en los hábitos de la mujer cubana, tanto en la indumentaria como en los accesorios. Perlas y tocados enriquecen los atavíos dibujados por esta creadora para la noche, la ceremonia religiosa o la boda. Estos ajuares rememoran las creaciones de las modistas, su creatividad infinita y la simbiosis que se establece entre ellas y sus máquinas.

Por su parte, Sulian Linares (Santiago de Cuba, 1985) presenta una obra heterogénea, donde se enhebran la pintura y la ilustración con el arte objetual o la instalación. Una de las piezas más expresionistas de la exhibición es su conjunto de lienzos y acuarelas de la serie Candy Crush, cuyo discurso ha sido originado por el cambio orgánico, emocional y espiritual de la artista tras la maternidad; así como la aceptación de la cotidianeidad como un motivo de alegría y festejo. Sus personajes deliran en la búsqueda interior y hacen alusión al concepto de la “mujer salvaje” de Clarissa Pinkola Estés[2].

En ese sentido, a Elisabeth Cardenal (Matanzas, 1993) le obsesiona alcanzar el hiperrealismo desde la pintura. Partiendo de la fotografía como referente, recrea escenas del pasado con decorados de teatro y vestidos antiguos, a partir de la auto-representación. Además, compila cartas de amor que evocan la correspondencia de Juana Borrero y Carlos Pío, que sacan a la luz el lado más íntimo y romántico de las mujeres. El público que asista a la exposición podrá llevarse una de las misivas para inspirarse, siempre con el compromiso de traer otra de vuelta.

Por otro lado, la fotógrafa Shulayne Valdés (La Habana, 1994) exhibe en blanco y negro aquellas damas, con quienes se encuentra en su día a día. En sus instantáneas logra captar los momentos más introspectivos de nuestras madres y abuelas, durante las intensas rutinas de trabajo en el hogar. En su trabajo presenta la poesía de las fotos de familia y la espiritualidad que se refleja en los altares íntimos de vela, estera y flores o las ceibas de los parques, verdaderos templos al aire libre.

La exposición colectiva Las mujeres de La Habana no tienen temor de Dios podrá ser apreciada hasta el lunes 20 de enero en la Vitrina de Valonia, muestra que invita a reencontrarse con las mujeres de La Habana y disfrutar del buen arte.



[1] Campuzano Sentí, Luisa. Las muchachas de La Habana no tienen temor de Dios… Editorial Unión, La Habana, 2016.

[2] Pinkola Estés, Clarissa (1999). Mujeres que corren con losbos. Madrid: Ediciones B, 1999.

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