Por Teresa de Jesús Torres Espinosa
Últimos días de una casa se nombra la muestra personal de Luis Israel González, que se exhibe por estos días en la galería de la Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena, frente a la Plaza de Armas, en La Habana Vieja.
El autor se inspiró en el libro homónimo de la poetisa cubana Dulce María Loynaz, y pintó doce lienzos al carboncillo, de mediano formato, para descubrirnos espacios, construcciones, objetos entrelazados por la realidad que los conecta: cafeteras y planchas, zapatos y jarros; La Catedral, el Gran Teatro de La Habana, el Capitolio Nacional; el hogar imposible; La Habana viva y apuntalada.
En las palabras introductorias de la exposición, Shirley Moreira Vázquez, curadora de la muestra junto a Giovanni Monzón, señala que “las imágenes logran arrancar el aparente mutismo de las estructuras arquitectónicas para otorgarles una voz propia que, de tan encumbrada a veces, deviene clamor”.
A pesar de que Luis Israel González nació en Sagua la Grande, él reinventa a La Habana en su memoria y a través de la fotografía, y su vocación de dibujante le permite hilvanar la realidad con la fantasía. Según Moreira, descubre al espectador “casas vivas, casas-islas que parecen alzarse al cielo en una supuesta incoherencia, donde se mezclan fuertes dosis de fortaleza y fragilidad”.
El título Últimos días de una casa, de Dulce María Loynaz, laureada con los Premios Nacional de Literatura y Miguel de Cervantes, es un conjunto de poemas publicados en la colección Palma Serie Americana Madrid, España, en 1958.