Los habaneros evocan crimen del 27 de noviembre de 1871

Por Teresa de Jesús Torres Espinosa

Estudiantes de Medicina,  trabajadores de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH)2 y miembros de la Sociedad Canaria de Cuba participaron en el acto de recordación a los jóvenes Eladio González Toledo, Alonso Álvarez de la Campa y Gamba, Anacleto Bermúdez y González de Piñera, Ángel Laborde Perera, José de Marcos Medina, Juan Pascual Rodríguez Pérez, Carlos de la Torre Madrigal y Carlos Verdugo Martínez, fusilados hace 148 años.

En la tradicional ceremonia, que cada año organiza la OHCH, realizada en la histórica Acera del Louvre, frente al Parque Central, intervino el director de Patrimonio Cultural, Dr. Michael González Sánchez, quien recordó la inocencia de los ocho estudiantes de Medicina, acusados, injustamente, en noviembre de 1871, de haber profanado la tumba del periodista español Gonzalo Castañón.

“Había comenzado la guerra de los Diez Años en Cuba y esto sucede en esa coyuntura, donde Máximo Gómez estaba llevando a cabo la campaña de Guantánamo, donde Antonio Maceo ganaba combates (…), y aunque la guerra no había llegado a La Habana, sí existía un estado de tensión muy grande entre las tropas de voluntarios”.

Los hechos constituyeron el punto cumbre del “desprecio, la injusticia y el odio exacerbado”, dijo, y añadió que la situación generada en aquel momento parcializó a la opinión pública; fue un asunto “extremo, en el cual no cabía el término medio”.

A los jóvenes se les acusó de la “profanación de la tumba del periodista entreguista Gonzalo de Castañón, pero cuando se revisa el código penal de la época dice que “quien indujera un acto de profanación a la memoria o a los restos físicos de alguna personalidad o institución podía recibir arresto mayor y/o multas entre 125 y mil doscientas pesetas”. La culpa de los estudiantes se sobredimensionó, y Fermín Valdés se encargó de aclarar esa inocencia.

González se refirió, además, a la valiente actitud del capitán español Nicolás Estévanez, quien el 27 de noviembre de 1871, al escuchar el sonido de los disparos, en gesto de protesta, quebró su espada y renunció a su carrera militar, y al también  español Federico Capdevila, testigo de una de las dos vistas que se le siguieron a los jóvenes, que pronunció su alegato a favor de los acusados impunemente, cuando los españoles del Cuerpo de Voluntarios clamaban sangre.

Al concluir la tradicional ceremonia, la Banda Nacional de Conciertos, dirigida por el maestro Igor Corcuera Cáceres, interpretó la marcha fúnebre en recordación a los ocho estudiantes de Medicina, asesinados vilmente.

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