Por Teresa de Jesús Torres Espinosa
La Habana está ya en cuenta regresiva para celebrar sus 500 años de fundada, en su asentamiento definitivo en las márgenes de la bahía. Cuando se escuche el sonido del Cañonazo (9 de la noche), una tradición arraigada por siglos en el imaginario de los habaneros -que es parte de su vida e identidad-, se iniciará la tradicional ceremonia, con salida del Museo de la Ciudad, antigua sede del Palacio de los Capitanes Generales.
Luego de atravesar la Plaza de Armas, se llegará hasta El Templete, pequeño monumento neoclásico erigido en 1828, que evoca el sitio primigenio de la ciudad, pues se supone que en ese entorno, a la sombra de una ceiba, se haya oficiado la primera Misa y el primer Cabildo, en 1519. Allí, el Historiador de la Ciudad, Dr. Eusebio Leal Spengler, le hablará a su amada Habana.
Ese mítico árbol, el más venerado de Cuba, y que, por supuesto, no es el mismo de hace siglos, atrae cada noviembre la atención de moradores y visitantes, quienes realizan largas “colas” para darle tres vueltas mágicas y, abrazados a él, pedir igual cantidad de deseos a San Cristóbal, santo patrón de la antigua villa.
Se dice que la urbe, a la cual se le bautizó como “saltarina”, primero fue aldea, luego villa y, más tarde, ciudad. Se asentó inicialmente en el sur, cerca de la zona del Surgidero de Batabanó, y, posteriormente, sus pobladores se movieron en busca de mejores terrenos. En ese sentido se habla de establecimientos en el área de Puentes Grandes, en la desembocadura del río Almendáriz (actual Almendares), hasta su ubicación definitiva en 1519, en las proximidades de la bahía.
A medio milenio de su fundación, el sitio donde en tiempos pasados gobernó el cacique Habaguanex, está muy lejos de ser el paraíso. Ese espacio vivo debe continuar apostando por su continua revitalización y ofrecer lo mejor de sí a sus pobladores y a todo el que recorre sus plazas, parques y atractivos entornos, con edificaciones donde se mezclan de manera armoniosa estilos, épocas, tradiciones… todo un vasto patrimonio histórico-cultural.
A juicio de visitantes, La Habana atrapa, seduce y es motivo de inspiración de poetas, cantores, escritores… Por estos días, uno de sus tantos enamorados, el trovador Gerardo Alfonso, es reiterativo cuando le canta: Habana, mi gran Habana / Costumbre de darle una vuelta a la ceiba de noche / Y fiestas en casas de barrios modernos y pobres / de gente noble…