Objetos franceses en La Habana colonial

Por: Antonio Quevedo Herrero e Ivalú Rodríguez Gil*

Fotos: Ángel Rojas Cabrera

En los contextos arqueológicos de La Habana colonial —aun en los más antiguos, que datan del siglo xvi— se encuentran delicados frascos de farmacia, botes de tocador, fragmentos de platos, fuentes, jarras y botellas para vinos, que demuestran el gusto de los pobladores por las manufacturas francesas. Recuperados por el Gabinete de Arqueología y el Grupo de Arqueología de la Empresa Puerto Carena de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, hoy forman parte de las colecciones de los museos de Arqueología, Casa Víctor Hugo y la Farmacia Habanera.

El arribo de mercancías de Europa y de Asia a la Isla estuvo controlado por la Metrópoli hasta principios del siglo xix —la libertad de comercio se promulga en 1818—, por lo que la vía de entrada de productos franceses hasta ese momento provenía del comercio intercolonial y de la reexportación desde España a través de Sevilla y Cádiz. Algunos indicios de esto se encuentran en los registros de entrada y salida de buques al puerto, en los cuales vemos, por ejemplo, la arribada del bergantín francés La Juanitael 24 de junio de 1783—, procedente de Martinica, con carga de «…arina [sic], tafia, calderos de hierro, quesos, losa y vidrios».[1]

El sistema cerrado impuesto por España durante los tres primeros siglos de gobierno en Cuba, propició el tráfico de contrabando a gran escala, concertado entre los importadores extranjeros y los isleños —además del que existía entre colonias caribeñas y continentales—, que se convirtió en una de las vías más rentables para el abastecimiento de mercancías europeas de gran demanda como los vinos, medicinas, perfumes y otros artículos introducidos por piratas y filibusteros desde los enclaves franceses en el Caribe; los pactos de familia o alianzas entre los reyes franceses y españoles a raíz de la Guerra de Sucesión (1701-1713) facilitaron también la llegada de productos galos a la Isla.

Después de 1801, el éxodo de los ricos colonos procedentes de Haití hacia el oriente y el occidente de Cuba, a causa de las rebeliones dirigidas por Toussaint Louverture, marca un hito importante en la entrada de artículos de Francia. «Calcúlese que más de 30,000 personas en total pasaron a Cuba. La mayor parte de las mismas se estableció en la región oriental, de acuerdo con lo recomendado por Arango,[2] pero no pocas se radicaron en otras partes de Cuba, Pinar del Río inclusive. Los emigrantes franceses no sólo dieron gran impulso a la industria cafetalera; con sus superiores conocimientos industriales y agrícolas y su mayor cultura contribuyeron también a otros adelantos».[3]

Durante el siglo xix la farmacopea francesa ocupa en Cuba el primer lugar, seguida por la de Estados Unidos e Inglaterra. Los principales establecimientos de venta, como las droguerías La Reunión, La Central y Botica San José, encargaban sus medicamentos, instrumentos de laboratorio, material quirúrgico y lo más novedoso de la literatura científica a prestigiosas casas comerciales de Francia. Así mismo pasaba con comercios que expendían deliciosas confituras y los famosos vinos producidos en Burdeos y Champaña, entre los cuales se destacaron las confiterías y reposterías La Dominica, La Meridiana y La Marina, expendios de las más selectas y novedosas conservas.

Con respecto a las medicinas patentadas en el siglo xix, se han localizado, entre otros, frascos pertenecientes al elixir vinoso Quina-Laroche —medalla de oro de la Exposición Universal de Viena en 1873— para combatir las enfermedades del estómago y la anemia; el jarabe de Savia de Pino Marítimo —del farmacéutico bordelés Lagasse— contra resfriados, bronquitis y dolores de garganta; los gránulos Dalloz, que aliviaban jaquecas ciáticas, lumbago y la gota, entre otras afecciones; la inyección de Brou, anunciada como “la única que cura sin el auxilio de otro medicamento”; la inyección de matico[4] de Grimault & Cia., recomendada contra enfermedades venéreas.

Para la higiene bucal los habaneros decimonónicos empleaban el elíxir y los polvos dentífricos del doctor Pierre de la Facultad de Medicina de París y los de la Sociedad Higiénica,[5] cuyos frascos se recuperan ampliamente en los sitios arqueológicos, en conjunto con cepillos para dientes, confeccionados en hueso, algunos de los cuales poseen la inscripción Extra Fine Paris. Inventivas médicas como un urómetro —fabricado por el doctor Gillet de París— y fragmentos de sondas de caucho[6] se hallaron durante las investigaciones arqueológicas efectuadas en O’Reilly 311, actual casa Víctor Hugo. También se localizan, a pesar de su fragilidad, jeringas de vidrio y tubos de ensayo.

En cuanto a la cerámica, sobresalen un plato del tipo Provenza Azul sobre Blanco (1725-1765) y otro de finales del siglo xviii, posiblemente confeccionado en Francia, aparecidos en Teniente Rey 159; una jarra clasificada como Seine Policromo (1690-1765), encontrada en el convento de Santa Teresa de Jesús; un fragmento de fuente Saint Cloud Policromo[7] (1675-1766), de Mercaderes 158; un bote para mostaza Maille[8] de la primera mitad del siglo xix, procedente del palacio del marqués de Casa Calderón en Oficios 312, y dos botes para ungüentos o cremas, uno perteneciente a la firma Houbigant, encontrado en el Palacio del Segundo Cabo, y el otro con la siguiente inscripción: “Pommade Mexicaine de Michel et Cie à Paris”, de Mercaderes 16. Similares botes abundan sin inscripción. Se han localizado asimismo dos canecas para bebidas confeccionadas en stoneware y que poseen las iniciales A. J. Godart. & F A Paris, una de ellas proveniente de la bahía de La Habana.

Como pieza excepcional fue descubierta durante las excavaciones en Mercaderes 158 una pequeña placa de cerámica, en cuya cara principal se lee la siguiente inscripción: “bonaparte pr. consul de la rep. fran”.[9] En relieve se observa un busto a izquierda, de Napoleón con casaca, debajo del cual se lee: “j p droz f an ix / 1801”. El diseño replica el anverso de una medalla conmemorativa de bronce acuñada en 1801 por el suizo radicado en París Jean Pierre Droz y que tituló Paz de Luneville.

La vinicultura está presente mediante botellas para vinos de Burdeos, del Haut-Médoc, con sus sellos de origen correspondientes a Pauillac, Margaux, Saint-Julien, Saint-Estèphe, y el reconocido Château d’Yquem de Sauternes, así como botellas para vinos espumosos y de otras regiones como Neufchatel o licores como el Chartreuse.[10] La perfumería es el renglón más abundante, con frascos correspondiente a creadores como: Luis Monpelas, M. Ed. Pinaud, Pierre François Lubin, M. Maugenet y Edmond Coudray, Pierre-François Pascal Guerlain y Jean François Houbigant, quienes con sus fragancias y cremas deleitaron a las habaneras y habaneros de la segunda mitad del siglo xix. En la prensa periódica de principios de ese siglo existen numerosas referencias a la venta de productos franceses de tocador. En El Aviso: Papel Periódico de la Havana del jueves 18 de junio de 1807 se anunciaba la venta de “Pomada superior de Paris, de las calidades siguientes: de jazmin, de rosa, de franchipane y de clavo, á 4 reales los pomos chicos, y á 7 los grandes. Opiata superior de Paris, para limpiar los dientes, en botes chicos de estaño á 6 reales cada uno. Agua de colonia superior á 4 [falta] y 5 reales. Caxitas bonitas para afeytarse, con su jabon, escobilla y espejito á 8 reales. Todo en la última accesoria de la casa de D. Miguel Antonio Herrera, frente á la de los padres Torres, tienda de polvos, calle de la Amargura”.

De los antiguos establecimientos farmacéuticos habaneros se han rescatado numerosos frascos confeccionados en Francia, para sus producciones locales. Se conservan en los museos —Farmacia Habanera y Taquechel— de la Oficina del Historiador los pomos para materia prima que se encargaban a importantes alfareros parisinos. Poco a poco se recuperan frascos para tinta de Jules Miette de París, dispositivos de cierre y muchos otros contenedores sin inscripción, pero con la impronta de los vidrieros franceses como el frasco para perfume colocado —a modo de ofrenda constructiva— en el basamento de una columna en Mercaderes 158 y que representa a un escocés. Todas estas piezas contribuyen a profundizar sobre el comercio francés en el área caribeña.

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[1] Archivo Nacional de Cuba: Fondo Miscelánea de Libros, libro 3166 (1781-88).

[2] Francisco de Arango y Parreño (1765 – 1837), abogado, comerciante y economista cubano fue una figura de primer orden en la vida política del país, que desplegó una actividad trascendente en los terrenos económico y social.

[3] Ramiro Guerra Sánchez: Manual de historia de Cuba. Desde su descubrimiento hasta 1868, p. 212.

[4] Planta piperácea sudamericana, de flores hermafroditas y hojas estrechamente lanceoladas y aromáticas que contienen un aceite esencial balsámico de propiedades hemostáticas.

[5] En los contextos arqueológicos habaneros aparecen con gran frecuencia frascos correspondientes a productos de la Sociedad Higiénica de París, que fundada en la segunda mitad del siglo xix en el núm. 55 de la calle de Rivoli, fue uno de los establecimientos de productos de tocador que más prestigio alcanzara en su época. Entre sus creaciones más celebres estuvieron el jabón emoliente, la leche de tocador y las pastas, polvos y aguas dentífricas. De esta última línea, la reina Isabel II de España disponía de un selecto surtido de productos confeccionados especialmente para ella.

[6] Posiblemente fabricados por la firma francesa de instrumentos quirúrgicos H. Galante & Fils, quienes obtuvieran medalla de oro en la Exposición Universal de París de 1867 por el tubo gástrico de caucho del doctor Faucher. Este dispositivo fue ampliamente promocionado en Cuba mediante anuncios en la revista mensual La Enciclopedia. Revista de Medicina, Farmacia, Agricultura y Ciencias Físico-Químicas y Naturales, dirigida por los doctores Carlos de la Torre y Huerta y Antonio González y Curquejo en la década del 80 del siglo xix.

[7] Las clasificaciones de las cerámicas Provenza Azul sobre Blanco, Seine Policromo y Saint Cloud Policromo, para los sitios de América fueron realizadas por la arqueóloga estadounidense Kathleen Deagan.

[8] Importante casa de aderezos fundada en 1747 en Marsella por el vinagrero Antoine Maille, suministrador oficial de condimentos de Sus Majestades Imperiales de Austria y Hungría (1760), el rey de Francia (1769) y Catalina II de Rusia (1771). Sus productos llegan a nuestros días con una gran calidad y aceptación. Es la marca de mostaza más antigua de Francia.

[9] Bonaparte, primer cónsul de la República Francesa.

[10] Licor tónico obtenido por destilación de plantas aromáticas que crecen en los Alpes, toma su nombre del monasterio de la Grande Chartreux (Gran Cartuja), situado en el término de Saint-Pierre-de-Chartreuse, departamento del Isère, Francia, donde se fabrica.

Fuentes consultadas

Libros

Deagan, Kathleen (1987): Artifacts of the Spanish Colonies of Florida and the Caribbean 1500-1800, Smithsonian Institution, Washington, DC.

Friedlaender, Heinrich (1978): Historia económica de Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, t. 1 y 2.

Guerra Sánchez, Ramiro (1971): Manual de historia de Cuba. Desde su descubrimiento hasta 1868, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana.

Hume, Noel Ivor (1980): A Guide to Artifacts of Colonial America, Alfred A. Knopf, New York.

Schávelzon, Daniel (2001): Catálogo de cerámicas históricas de Buenos Aires (siglos xvii-xx). Con notas sobre la región del Río de la Plata, Fundación para la Investigación del Arte Argentino, Buenos Aires (edición digital).

Fuentes Primarias

Archivo Nacional de Cuba: Fondo Miscelánea de Libros, libro 3166 (1781-88). Contenido: Entrada de buques al puerto de La Habana.

Publicaciones periódicas

Biblioteca Nacional José Martí: El Aviso: Papel Periódico de la Havana, año 1807.

Hemeroteca de La Vanguardia: La Vanguardia, año vi, núm. 398, Barcelona, 27 de agosto de 1886 (disponible en http://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/1886/08/27/pagina-1/34677052/pdf.html?search=Quina%E2%80%93Laroche) Consultado 26-1-2013.

Hemeroteca de La Vanguardia: La Vanguardia, año xiii, núm. 3765, Barcelona, 25 de octubre de 1893 (disponible en http://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/1893/10/25/pagina-7/33415502/pdf.html) Consultado 26-1-2013.

Biblioteca Virtual Cervantes: La Ilustración Española y Americana, año xxxi, núm. xi, Madrid, 22 de marzo de 1887 (disponible en http://descargas.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/hist/08140785611936128537857/205726.pdf?incr=1) Consultado 26-1-2013.

Biblioteca del Gabinete de Arqueología: La Enciclopedia. Revista de Medicina, Farmacia, Agricultura y Ciencias Físico-Químicas y Naturales, La Habana, septiembre de 1885.

*Antonio Quevedo Herrero dirige el Museo de Arqueología de la ohch.

Ivalú Rodríguez Gil es museóloga del Museo de Arqueología de la ohch.

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