Tres exposiciones y un concierto

Por Glenda Pérez y Evelyn Fernández

Escuchando a Matamoros
desde un lejano lugar
La Habana guarda un tesoro
que es difícil olvidar.

Haydée canta. Habana, Habana, si bastara una canción para devolverte todo lo que el tiempo te quitó y los sentimientos se hacen ver en el patio del Museo Nacional de Bellas Artes. Fluye la energía, los recuerdos, las ilusiones, las tristezas y nosotras absorbemos todo. Un papel en blanco, cuatro manos y un día de arte. Así comenzó la idea de hacer un recuento de lo que fue nuestro sábado de Bienal, inesperado, agotador; pero indescriptible por su impacto.

 3:00 p.m., Centro Habana. Nunca tan cerca y tan desorientadas. Al fin un policía y nuestra esperanza de encontrar pronto la Casa    de Artes y Tradiciones Chinas. Una figura, el artista, Alexander Hernández Chang centró el rumbo. Unas paredes rojas y la danza del dragón dieron la bienvenida a lo que sería nuestra primera exposición de la XIII Bienal de La Habana 2019.

 Muestra de ese vínculo extraordinario entre Cuba y China, Soy lo que ves, puso al profe Sergio Valdés Bernal junto a nosotras, quien siempre nos recordaba la importancia de la transculturación asiática en la Isla. Con piezas como “El peso de la tradición”, “Flor de loto”, “Abanico protegido” y “Mano de Buda III”, la exposición se conformó bajo distintas técnicas artísticas; entre ellas, la xilografía, colografía, linografía, grabado, escultura y videoarte. Quizás, La Puerta de los Dragones, la puerta del mundo chino en La Habana, su ajetreado tránsito y el rostro de una madre a la usanza tradicional fueron las claves para el éxito de la exposición. No podríamos asegurar, pues las miradas hambrientas de arte devoraban cada pieza a su paso, piezas cargadas de connotación simbólica y síntesis visual. Era solamente el segundo día de una Bienal.

5:00 p.m., segunda parada, Habana Vieja. La novedad de un centro y la conocida obra de un fotógrafo apresuraron nuestros pasos. Llegábamos al fin, después de una larga batalla entre la distancia, la sed, el calor y la gente. Rostros conocidos y Good lucky Mr. Gorsky, reanimaron nuestros cansados ánimos. Néstor Martí, Antonio G. Margolles y Leslie García fueron los protagonistas de esta muestra colectiva, que unió fotografía e instalación en los predios de Habana Espacios Creativos; aún en pleno despertar. La precariedad del tiempo, lo cotidiano, las invenciones de una arquitecta que hacen posible lo inimaginable, todo bajo el contraste de las sombras y luces resumieron el trabajo de sujetos que prefieren caminar antes que brincar como ranas.

“La Isla de la desesperación” (lata, agua de mar, vaso, nylon, peso y dibujo), “Lúdica infantil” (dos pesos, cuñas esféricas de barro, tanqueta), “Escupir pa´ arriba” (dos tapas de cerveza y barra de acero)o “Bala perdida” (proyectil, hilo rojo, globo rojo y ventilador), son vestigios de esta otra realidad latente en la subjetividad creadora de Leslie García, instalaciones que, apoyadas en objetos del día a día, desconocen de significantes superficiales.

El cuerpo humano, su entorno y distintas perspectivas del agua, fueron los ejes temáticos de las series “Mi nombre es tiempo” y “Acerca del tiempo”, del fotógrafo Néstor Martí. Justo, en el medio de ambos “Household Objects”, de Antonio G. Margolles, utiliza las instantáneas para realzar momentos y objetos, que desde lo cotidiano pueblan nuestras vidas, incluso detalles como una telaraña marcan una realidad patente en ese ciclo.

6:00 p.m. Un poco más cerca del mar y aún con sed de Bienal nos dirigimos a la galería Carmen Montilla que abriría sus puertas a nuestra tercera y última parada. Building Bridges II (Haciendo puentes II: La Política del amor, la Identidad y la Raza), se pasea por la unión y con la cultura de dos naciones tan cercanas como Estados Unidos y Cuba e investiga el dogma del amor, la política, el género y los supuestos prevalentes sobre la identidad y la raza. Con la curaduría de Myrtis Bedolla y Ana Joa, la muestra cuenta con la participación de una amplia variedad de artistas cubanos y estadounidenses.

Entre las piezas de los creadores estadounidenses se destacan “Aziza (Espíritu del bosque)”, de Delita Martin; “Maria”, de Larry Cook, “Resurrección de Shangó”, de Michael Scott Johnson, y “Cuando permanecen en el sol sus sombras crecen con remordimientos”, de Morel Doucet. Entre los artistas cubanos sobresalen “Cupido”, de Eduardo Roca (Choco); “Vienen del mar”, de Zaida del Río; así como “Sueño con serpientes”, de Daylene Rodríguez Moreno, entre otras.

Lejos y ya con un compromiso previo, nos esperaba la música de Haydée Milanés. Sorpresa fue encontrarnos, en nuestro recorrido habitual de lunes a viernes, esculturas del artista de la plástica Pedro Pablo Oliva. Tres son, formas que por obligación detienen el paso de los transeúntes por la populosa Obispo. Entonces, seguimos, con una sonrisa cómplice que ni nosotras podemos definir hoy en estas líneas. Oxígeno.

9:00 p.m., Museo Nacional de Bellas Artes, finalmente. Tras una larga espera, por suerte sentadas y con el ambiente casi mágico que se podía respirar inició la próxima hora que se esfumaría sin apenas notarlo. Fue especial. Ella lo dijo, nosotros todos lo sentimos; la luna, las luces en las paredes del edificio, los músicos, el público y la brisa serena entre melodías tarareadas. Canciones de Pablo, Silvio, Descemer Bueno, Carlos Varela; letras latinoamericanas, la estremecedora Llorona y la inesperada Conga de Juana fueron parte del repertorio escogido. Cantó y con Palabras nos despidió, las hermosísimas Palabras de  Marta Valdés.

Comments are closed.