Por Teresa de Jesús Torres Espinosa
El Dr. Eusebio Leal Spengler dedicó al prócer José Martí, al líder de la Revolución Cubana Fidel Castro y a la Patria, en su sentido más amplio, el doctorado Honoris Causa en Relaciones Internacionales que se le concedió por su vínculo con la política exterior del proceso revolucionario en la Isla caribeña.
El Historiador de la Ciudad de La Habana señaló que “al tener de las manos de la embajadora y rectora magnifica, el título y las blancas rosas martianas he querido, con sincera y verdadera gratitud y humildad, colocarlas al pie de la grandiosa bandera de Cuba como símbolo de agradecimiento a nuestra madre amantísima, a la que todos debemos; y considerar y decir ante ella que excuse todos los errores y extravíos ocurridos a lo largo de una vida, que se hace ya larga, pero que ha sido en búsqueda del conocimiento y en vocación de servicio para ella”.
Evocó, cuando apenas tenía 16 años de edad, el primer encuentro con su predecesor, el Dr. Emilio Roig de Leuchsenring y su esposa María Benítez Criado. “Ambos me acogieron, dijo, ella me introdujo con generosidad a él y con él al círculo magnífico de lo que, en ese momento, formaban el coro del pensamiento historiográfico cubano. (…). Me honro haber recibido de manos del líder de la clase trabajadora mi carné del sexto grado, después de haberme sentado en las clases, ya adulto, no para vergüenza, sino para orgullo de mi generación, para adquirir letras. Todo lo demás se hizo en la lectura, en la búsqueda apasionada y a ciegas del conocimiento; en la necesidad de usar términos y palabras para eludir la ortografía incierta; buscar oraciones precisas para expresar el pensamiento y teniendo, además –como agravante, en aquellos momentos–, una formación cristiana que suponía buscar en los que como yo lo habían sido, pero habían derramado su sangre”.
Señaló que de los libros de historia supo que la necesidad de los servicios exteriores de Cuba era un imprescindible mandato; “de ahí que todo eso lo conocí leyendo y buscando papeles, pero luego me tocó, cuando apenas comenzaba mi trabajo –en 1964–, acudir con dos amigos ya difuntos a ver al canciller de la dignidad Raúl Roa García”. Citó a numerosas personas que aportaron conocimientos y “las maneras necesarias para que un revolucionario no padeciera en forma alguna”.
“Hay palabras que considero fundamentales como lecciones o principios de filosofía. La primera, la necesidad de la gratitud (…); la segunda, la que más detesto, la envidia, es fácil elogiar y acordarse de los que ya no están, pero lo verdadero, lo extraordinario, lo grande, es admirar a nuestros contemporáneos: a los historiadores, a los artistas, a los que seguramente tienen mucho más mérito que yo. Y lo tercero, que me parece que hago renuncia pública en este acto, a la vanidad, porque nada significa, nada sirve cuando uno está a las puertas de la vida, en el umbral de la muerte”.
Tras agregar que la vanidad no sirve, no ayuda y no construye, apreció el título concedido -“que no voy a decir que no merezco porque sería, después de esta lectura, una ofensa a la inteligencia de la rectora, del colegio universitario y del propio ministro”. (…) “Es verdad que recibí embajadores, delegaciones, reyes, presidentes, héroes de la lucha emancipadora, conspiradores que pasaban por Cuba con el ansia de independencia de sus pueblos, es verdad todo ello, pero todo lo hice siguiendo esa vocación del caminante que nunca termina y, sobre todo, creyendo que toda gloria o mérito, merece a Cuba: nuestra madre amantísima”.
El acto se efectuó en el Teatro Martí, con la presencia de Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba y otras personalidades. Isabel Allende Karam, rectora del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García, leyó la resolución número 5 de 2019, donde el consejo científico de ese centro propuso el galardón para el Dr. Leal, por su quehacer como promotor incansable de la historia, la cultura y los valores del pueblo cubano, y por su profundo saber del legado martiano y de las ideas de Fidel Castro, y en la defensa del Patrimonio.
En su intervención, Abel Prieto Jiménez, director de la Oficina del Programa Martiano, indicó que “elogiar a un hermano es siempre grato”, y “porque elogiar a quien lo merece tanto como Eusebio, es particularmente especial. También porque este título viene a realzar en él uno de los servicios mayores que ha venido prestando a la Patria desde hace años”.
Este reconocimiento, subrayó Prieto Jiménez, “es algo muy merecido por Eusebio y es que ahí se premia a una figura de nuestra cultura que ha realizado una labor inmensa y colosal en defensa de la Revolución en todas las regiones del mundo. Lo ha hecho en primer lugar, desde la Habana: desde su Habana”.
“Eusebio ha sido un portador de la verdad de Cuba en todas partes; su gran cultura, su don de gentes, su imantación, ese verbo que siempre deslumbra, su propia obra como Historiador y como gestor, junto a Fidel, del proyecto de restauración más original y creativo que pueda imaginarse, lo han convertido en un embajador itinerante, capaz de tocar todas las puertas con la seguridad de que esas puertas se abrirán. Su estilo, su señorío fundador, su devoción cristiana y revolucionaria, su combinación tan peculiar de elegancia y firmeza en los principios, ha ido quebrando a su paso todos los estereotipos”.