Evocan el horrendo crimen de los estudiantes de Medicina

Por Teresa de Jesús Torres Espinosa

Como ya es tradicional, la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH) efectuó su tributo de recordación a los ocho estudiantes de Medicina, fusilados el 27 de noviembre de 1871.

En la Acera del Louvre se rememoró, además, la actitud del capitán canario Nicolás Estévanez, quien se opuso a esta injusta decisión, y la del capitán Federico Capdevila y Miñano, que actuó como defensor de oficio en el primer juicio, acusó a los verdaderos criminales y reclamó respeto a la verdad y a la ley.

Ante la presencia de museólogos, historiadores, miembros de la Sociedad Canaria de Cuba y alumnos de Medicina, Michael González Sánchez, director de Patrimonio de la OHCH, se refirió a la inocencia de estos jóvenes y destacó factores fundamentales para entender los sucesos ocurridos hace 147 años. Cuando “uno vuelve a leer esta historia, dijo, la puede comprender desde tres ángulos fundamentales”, vinculados al contexto histórico, a situaciones emocionales de los implicados y al repudio hacia el cuerpo de voluntarios.

También influyó la guerra iniciada en 1868 por Carlos Manuel de Céspedes, pues, aunque no llegó a la capital del país, para entonces “la facultad de Medicina se va a convertir en un hervidero importante de pensamiento (…). Muchos de los profesores estaban comprometidos y eran portavoces de la situación revolucionaria en el oriente del país”.

Por aquellos años las fortalezas de la antigua villa de San Cristóbal acogían “a los revoltosos e insurgentes. En el patio de los laureles están sucediendo fusilamientos a los revolucionarios, una situación que el cuerpo de voluntarios utilizó a su favor”.

Estos acontecimientos de la época son importantes para entender “por qué en apenas cuatro días sucedió este acto tan terrible”, que segó la vida de ese grupo de jóvenes.

Sostuvo González Sánchez que “la inocencia de los estudiantes está demostrada hoy en día y es muy clara”, y reconoció el memorable gesto del capitán Federico Capdevila y de Nicolás Estévanez, en 1871, cuando demostraron su inconformidad con el proceso, “no como institución, pues pertenecían al ejército, sino de manera personal. Ellos demostraron simbólicamente, con el rompimiento de su espada, su desacuerdo con la injusticia”.

Asimismo, explicó que años más tarde el hijo de Gonzalo de Castañón visitó la tumba de su padre y “da fe de que la tumba estaba rayada, pero no por los estudiantes, sino por las condiciones de deterioro del cementerio”.

El 27 de noviembre de 1871 fueron fusilados inocentemente ocho estudiantes del primer curso de Medicina, por supuestamente profanar la tumba del periodista español Gonzalo Castañón.

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