La capital cubana: una ciudad abierta al mundo

Por Teresa de Jesús Torres Espinosa

“Llega así La Habana, una ciudad abierta al mundo, a un nuevo aniversario, y muy cercano a sus primeros cinco siglos de existencia, con la seguridad de que seguiremos sus amantes incondicionales venerándola y sobre todo custodiándola. Esa es la única manera de sentir que formamos parte de ella, que formamos parte de su legendaria historia”.

Estas fueron palabras del Dr. Eusebio Leal Spengler al iniciar el 16 de noviembre, cuando la otrora ciudad de San Cristóbal llegó a su cumpleaños 499 y comenzó su aniversario 500.

La tradicional ceremonia de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, que comenzó con la salida de las Masas del Cabildo, custodiadas por niños, dirigentes del Partido y del gobierno y numerosos colaboradores de la OHCH,  se efectuó en El Templete, bajo el amparo de una ceiba.

El Historiador evocó la génesis de la ciudad capital, el año 1514, cuando debió establecerse un campamento que los conquistadores españoles ubicaron en la costa sur, y sostuvo que fue al pie de una ceiba, “donde, en 1519, se sacralizó aquel nuevo emplazamiento y el nombre de San Cristóbal de La Habana tomó verdadero sentido”.
“Habana, dijo, nombre exclusivo que no se parece a ninguno”, ciudad que comenzó a latir y existir en este sitio: El Templete. Fue así que durante 500 años muchas personas vinieron al pie del árbol y en este espacio, en el siglo XVIII, se levantó una columna que es la que hoy observamos llena de inscripciones, donde reza que todo caminante debía detener su paso aquí y reverenciar los símbolos de la urbe, su autoridad y permanencia”.

Recordó el intelectual que este año se conmemoraron los 150 años del inicio de las gestas independentistas cubanas, y adelantó que el 1 de enero próximo llegaremos al aniversario 60 de la victoria de la Revolución Cubana.

Reconoció que La Habana es “una ciudad llena de tradiciones y leyendas, útil a la literatura y a la poesía. Es una ciudad que se honra con sus magistrados, sus médicos, sus letrados, con todos aquellos que contribuyeron a darle una imagen; con sus arquitectos y constructores, sus artistas, sus blancos y negros, con su mulatez, con todo lo que la cultura de síntesis que nosotros representamos supone”.

Señaló que la urbe “debe enorgullecerse de su historia y que se dispone, en este aniversario 500, a no tomarlo como una meta, como un puerto al que llegamos, sino como un punto de partida para realizar en toda La Habana pequeñas, útiles, grandes obras que permitan, en la medida de nuestras posibilidades, responder a la demanda del pueblo que lo pide y lo reclama”.

“Esta es la Ciudad Maravilla, que sucedió como título al de Patrimonio de la Humanidad, llena de memorias gloriosas que no pueden ser marchitadas”, indicó. Y también ha sido grande por su gente. “Por sus calles, por sus rincones, vivieron todas las grandes figuras. Mujeres y hombres que contribuyeron a forjar Patria y la consideraron, como señaló el Apóstol –hijo ilustre de La Habana–, Humanidad”.

Exhortó el Dr. Leal a “comprometernos públicamente todos a hacer lo que esté a nuestro alcance para ennoblecer y engrandecer a La Habana. No es tarea solo nuestra; es tarea de todos. Esa voz tiene que ser escuchada. Tiene que comprometerse cada cual a hacer lo posible para que desaparezcan las vulgaridades y las costumbres antisociales; para que se honren los monumentos y los parques públicos; para que se cuiden las áreas verdes; lo amerita una ciudad que nació a la sombra de un árbol”.

“Todo lo que hemos podido hacer se ha hecho, en años difíciles. Pero estoy convencido que siempre se puede hacer mucho más. Se pudo, se puede y se podrá. Es necesario apartar de nosotros las costumbres que nos desvíen del objetivo principal de nuestro propósito. Es más importante acumular riqueza cultural y riqueza moral que la material (…)”.

Finalmente, el protagonista de la obra de rehabilitación que hoy se acomete en el Centro Histórico de la capital cubana expresó “que estas piedras en este día y la sombra gloriosa de este árbol inspiren a los aquí reunidos a su sombra. Llegue la felicitación a la memoria de todos los habaneros que ya no están y forman parte de la otra ciudad; a los que estudian en la Acrópolis de La Habana, su Universidad, aquella en que una vez Fidel afirmó categóricamente que se había hecho revolucionario. Llegue también a los habaneros dispersos en el mundo, porque todos ellos sienten su ciudad como propia, y a todos los que estén imbuidos de sincero y profundo patriotismo, que amen su tierra, que amen su árbol, sus piedras y las tumbas de sus antepasados”.

 

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