Por Teresa de Jesús Torres Espinosa
El trágico incendio, ocurrido el sábado 17 de mayo de 1890 en la ferretería Isassi, que provocara numerosas víctimas y pérdidas materiales, fue evocado por Michael González Sánchez, director de Patrimonio de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH), en el tradicional acto, que organiza cada año esta institución y el Cuerpo de Bomberos del Ministerio del Interior.
Tras evocar memorables incendios ocurridos en la capital cubana y destacar el quehacer que desde hace más de 300 años brindan los bomberos en la ciudad, el también Dr. en Gestión del Patrimonio por la Universidad de Granada, España, explicó que el Cuerpo de Bomberos municipal y de Comercio tuvo una mayor organización a finales del siglo XIX y ya en la posterior centuria se unificó.
La OHCH, como institución que preserva la memoria histórica, dijo, siempre ha estado conciente de la importancia de los bomberos y de mantener su legado.
Se refirió, asimismo, a la pequeña Sala de los bomberos, que situada en Mercaderes esquina a Lamparilla, exhibe en su fachada una tarja que rememora los acontecimientos de mayo de 1890 y lista los nombres de los fallecidos en el incendio de la ferretería.
En el interior de ese museo pueden apreciarse en sus vitrinas trajes, cascos, medallas, insignias, pitones, megáfonos, hachas y otros objetos utilizados por los cuerpos de bomberos de la ciudad. Sobresalen la pintura mural en la pared posterior, que escenifica el desastre ocurrido; el Carro Bomba de vapor de tracción animal utilizado por los Bomberos Municipales (Ayuntamiento de La Habana, 1901); la maqueta de un coche bomba de principios del siglo xx y un extinguidor de tracción humana de 350 libras del siglo xix.
Durante el acto se reconoció a la OHCH, por su constante quehacer a favor de la preservación del patrimonio de La Habana y de toda Cuba.
Cerca de las 10 y 30 de la noche del sábado 17 de mayo de 1890 las llamas envolvieron a la antigua ferretería Isassi. El aviso de un sereno del barrio que se encontraba de guardia, el repicar de las campanas de iglesias cercanas y los gritos de auxilio de pobladores pusieron en rápido movimiento a los bomberos municipales y a los del Comercio, policías, marineros, vecinos y curiosos que acudieron para brindar su solidaridad.
Una imagen dantesca se apoderó de ese centro comercial: puertas y ventanas saltaron por los aires, se derrumbaron sus gruesos muros y techos que interrumpieron el paso por las calles Mercaderes y Lamparilla. Montones de escombros sepultaron a un puñado de valientes, quienes trataron de entrar al edificio para facilitar que las mangueras bañaran el local. Hasta la tarde del domingo se extendió el siniestro, en tanto los bomberos realizaron esfuerzos asombrosos para rescatar a heridos y cadáveres. Fallecieron 39 personas, cuyos restos fueron velados en las galerías del antiguo Palacio de los Capitanes Generales, hoy Museo de la Ciudad.